Nunca será la última. Siempre quedará la espuela. La penúltima. Esta es la penúltima, liderada por los de las narices coloradas, rosas me dijeron ellos, creo, los Txirri, Mirri eta Txiribiton. A mí, en mis tiempos me tocaron los de la tele, la familia Aragón al completo. Luego vinieron estos, mil veces coloreados, más viajeros y próximos.

Juanjo Narvarte, Jon García-Ariño y Diego Tena en su canal privado de información interna se llaman así. Son dinamizadores, los encargados del área motivacional , los responsables del funcionamiento del grupo de escolares, los menores. En definitiva, los chicos y chicas que dominarán un día el pádel alavés. “Este trabajo”, coinciden los tres, “es el más importante, pues de él depende el futuro de nuestro deporte”; encontrar a quienes sigan luego la estela de los últimos fenómenos: los Arija, Garayo, Cañete, Arteta, Ruiz de Azua, Otxoa… Chavales que no han llegado todavía a los 20, cuya ambición consiste en competir cada día mejor y ganar lo que se ponga en el camino.

La labor formativa con los menores es la piedra angular de una federación. El trabajo de base resume mejor que nada el principio fundamental del deporte. La labor de cantera, formativa, dinamizadora, recreativa y de ocio es una etapa en la que los chavales y chavalas que están empezando “aprenden a relacionarse entre ellos, adquieren las primeras reglas sociales y hacen las primeras amistades”. Como deportistas, esta etapa marcará además “el éxito deportivo del futuro y las ambiciones personales de cada crío”.

El último seleccionador de fútbol, Luis Enrique, así lo explicaba: “se nos llena la boca a todos cuando hablamos del trabajo con los niños, la trascendencia de sus primeros años en los equipos de cantera y, sin embargo, el objetivo final se queda en el resultado, cuanto más abultado mejor, en las reglas, en la técnica de grupo, cuando lo primordial es el juego por el juego, la participación, el aprendizaje y la diversión; toca que el chaval aprenda, claro, pero sobre todo toca que su personalidad se refleje libremente en la cancha”. De ahí que algunos entrenadores valgan y otros no para trabajar con los pequeños.

Nuestros tres mosqueteros, claro que pelean por el éxito deportivo. Sus clubes y la federación los necesita y deben buscarlo, pero, por encima de todo, son “dinamizadores y entretenedores”: “debemos compaginar la competición y el juego por encima de cualquier otra cosa”.

Narvarte, responsable máximo y director escolar de la FAP; García-Ariño, el gran hermano, ingrediente decisivo de cualquier salsa, con menores o abuelos; y Tena, herramienta dinamizadora por excelencia, han estado bien ocupados las últimas semanas. Con un centenar largo de participantes se celebró la última prueba del escolar –el Máster–, el pasado fin de semana en La Peña, carpetazo al calendario. “Destaca Lucía Santos, primera todo el año, y sin compañera en la Peña”, dice Narvarte. El ambiente fue espectacular.

También en el circuito vasco de menores, prueba disputada en Baracaldo, “donde Elena Sánchez brilló por encima de todos”, cuenta Tena. Y, por fin, el fin de semana anterior en Gorbeia, en la disputa del Campeonato de Álava de menores, participaron jóvenes recién federados con quienes “cuesta un poco más trabajar pues necesitamos de la implicación familiar, viajes, entrenadores… y todo se complica”. En dicha prueba Julen Rafael y Gonzalo Miñón vencieron en categoría cadete, mientras que Iker Cuenca e Iker Iturrate hicieron lo propio en la infantil.

El volumen de escolares que controla la federación, “un esfuerzo compartido por cada uno de los clubes alaveses –no olvides mencionar la inestimable ayuda y apoyo incondicional de la DFA, por favor–, nos coloca por encima de los 800 practicantes”, destaca Narvarte.

“Sacarlos de casa tras la pandemia ha supuesto un esfuerzo titánico”, dicen, “ha costado mucho”. Como en el resto de actividades. Los Txirri, Mirri eta Txiribiton se han lucido. Pero no solo ellos. En cada club “hay mucho nariz roja. Gracias a todos”.