Un grito, un golpe y el llanto. Era el alma de Xabier Tolosa desgarrándose sobre la camilla de la enfermería del frontón Bizkaia de Bilbao. Él sabía que se le había roto el gemelo interno de la pierna derecha, que no había posibilidad de seguir adelante, que la oportunidad de alcanzar su primera final del Campeonato de Parejas de Primera, a apenas unos centímetros, reinando en el luminoso 19-16 estaba a un millón de kilómetros. Notó un mordisco en la zona cuando iba a golpear con la derecha. Y lo detectó rápidamente. No fue lo mismo que en el Ogueta de Gasteiz, donde percibió que los músculos se le agarrotaban hasta hacer de sus piernas dos columnas romanas. Lo de este domingo en el Bizkaia fue distinto. Lo sabía.
Dio un golpe a la puerta de entrada a los vestuarios en el que se electrizaban los nudos en la garganta de los 1.625 espectadores que, gozando de un encuentro cumbre a cara o cruz, se quedaron callados. No sabían lo que iba a suceder; sin embargo, se lo intuían. Una lesión muscular aguda, “bastante severa”, según adelantan los servicios médicos de la empresa Aspe –lo que puede acarrear entre cuatro y seis semanas de baja–, clavó su dentellada en la pierna del manista anoetarra. Hasta ese momento, de hecho, el zaguero, debutante en unas semifinales, había rendido a las mil maravillas, llegando a poner contra las cuerdas a un bulldozer de la talla de José Javier Zabaleta, quizás el pelotari más determinante de todo el campeonato. El de Etxarren no estuvo fino y terminó con dudas. Admite estar viviendo problemas físicos en las últimas semanas. El próximo domingo se juega la final del Parejas en el Navarra Arena ante Unai Laso y Ander Imaz y sus declaraciones tiñen de incógnita su camino.
Pues bien, con Tolosa enclavado dentro de la sala de masajes con el juez y el médico de la promotora eibarresa, a Jokin Altuna se le pasó por la cabeza incluso seguir él solo sobre la cancha. Hay un resquicio en el reglamento que lo permite, siempre y cuando su compañero esté en la cancha. Después de unos minutos peloteando y de decisión, Jokin se acercó a Xabier y consultó hacerlo. Iban 19-16. El premio era gordo. La gesta, más que mayúscula.
Xabier Tolosa salió con el galeno de la promotora como si fuera una muleta, visibles muestras de dolor y una mueca de estoicismo cincelado en su rostro. Estaba dispuesto a desangrarse en la cancha. Fuerza y honor para el guerrero de Anoeta.
Jokin le vio aparecer así y se desarmó. No había posibilidad. “Era egoísta por mi parte pensar en seguir solo. Si no era con él, no quería estar en la final”, afirmó el puntillero de Amezketa. Dicho y hecho. Tomaron la decisión. Al delantero, que lleva once finales en Primera durante toda su carrera y hoy mismo cumple 27 años, se le cayeron las lágrimas. Reconocía que no era por él, era por su compañero. “Era la oportunidad de jugar su primera final”, desgranó el manista guipuzcoano.