Cuentan los viejos que en a raia, la frontera entre Portugal y Galicia, hubo un hombre que transitaba de un lado al otro con una bicicleta y un saco de carbón al hombro. Los guardias civiles paraban al hombre y le preguntaban qué llevaba en el saco. Él les contestaba que solo transportaba carbón.

En el otro lado, la Guardia de Finanzas portuguesas hacía el mismo interrogatorio. Durante años, a diario, aquel hombre cruzaba la frontera de un lado al otro. Jamás detectaron un delito en sus paseos. Las policías de ambos países se centraban en el saco. Nunca entendieron que el hombre era un contrabandista de bicicletas. El pasaje lo narra Nacho Carretero en Fariña.

En Tui, el pueblo que hace frontera con Portugal, amaneció la segunda etapa de O Gran Camiño. No hubo sacos de carbón. Solo bicis. En la cima de Santa Trega, en el final en alto, asomado a la balconada, dominó las vistas Jonas Vingegaard. “Siempre me gusta llevar el maillot amarillo, estoy muy feliz. Mi primera victoria en España es especial para mí. Es el inicio de temporada y quería demostrar que estoy bien. Espero mantener el maillot amarillo", dijo el líder.

El danés, campeón del Tour, el hombre que fue capaz de domar al salvaje Pogacar, evidenció su esplendor en su puesta en escena. Si el esloveno se paseó por Andalucía, Vingegaard se subrayó en Galicia. Ambos son vasos comunicantes en la distancia hasta que colisionen en la París-Niza, donde confluirán los dos antes de la gran batalla que aguarda en julio.

Ion Izagirre, tercero en meta

El camino hacia la reconquista del Tour que nace en Bilbao lo inició el danés en O Gran Camiño. Se exhibió enérgico y poderoso Vingegaard, que colocó 21 segundos sobre Ruben Guerreiro y 24 respecto a Ion Izagirre después de desatarse a más de dos kilómetros de la cumbre que cerró la jornada. Con las bonificaciones, Vingegaard saca 28 segundos al portugués y 31 al guipuzcoano.

Se ha visto que Vingegaard tiene otro nivel, parece difícil que se le pueda escapar la victoria final tanto por su estado de forma como por el nivel de su equipo. Se ha visto que tanto el equipo Jumbo como Jonas tienen uno o dos puntos más. Parece muy difícil que se le puede escapar la victoria"

Después de la fuga de Unai Cuadrado, Josu Etxeberria, Angulo, Konychev, Schönberger, Bais y Ropero, en el Alto da Cruz de Portela, en la antesala del calvario, la mar meciendo la ascensión, Vingegaard dispuso a sus sherpas.

Plegada la Cruz de Portela, el danés que echó pie a tierra entre el la nieve, el frío y la polémica en la primera jornada de O Gran Camiño, cancelada por el pésimo tiempo y la presión de los ciclistas, reía feliz bajo el sol de invierno. Hombre Tour. Le gusta el amarillo.

Vingegaard, demoledor

Sus mejores recuerdos son de ese color. Con el cielo abierto y alguna nube perezosa trazando garabatos, la aproximación a la cumbre de Santa Trega puso en guardia a los favoritos. El puerto, corto pero hosco, de mirada torva, invocó a la aceleración. A tope.

En ese hábitat se disparó Vingegaard, un cohete. Pleno de exuberancia. El danés tímido fue puro descaro. Chasqueó los dedos a un más de dos kilómetros de la cumbre y a su espalda se atornilló el resto, tachonados, balbuceantes. Estatuas de sal.

Vingegaard, con su máscara inescrutable, el rostro nacarado y las piernas aún blanquecinas, quemó a los demás de un fogonazo. Lanzallamas. Palideció el resto, que no puedo vertebrar una respuesta al directo del danés, duro y al mentón. En la lona sus rivales. Comenzó la cuenta. Una veintena de segundos a la saca.

Tramo de losas de piedra

Vingegaard, en un puerto bello, era velocidad y ambición, un bólido que apuraba las curvas para aplanar el puerto. Por detrás, Langellotti se estiró. Un brindis al sol del monegasco, que partió persiguiendo una sombra. Al puerto, amortizado, le restaba un tramo de piedra de 300 metros. Grandes losas rejuntadas con hierba. Una trampa.

A Vingegaard le costó adaptarse, por momentos en precario equilibrio en el mosaico de piedras. Fue capaz de superarlas. El danés no tiene una buena relación con las piedras. En el Tour, Van Aert tuvo que rescatarle. Pero bajo los adoquines, en el mayo del 68 encontraron la playa. Vingegaard halló la felicidad.

A Langellotti, a punto estuvieron de desbancarle las piedras, en la que se manejaron con destreza Guerreiro y Ion Izagirre, que supo esperar para ser tercero en meta. El de Ormaiztegi concedió 24 segundos respecto a Vingegaard, que reinó en Santa Trega, asomado al Miño, al Atlántico y a Portugal. La mirada del danés llega hasta París. Allí quiere volver a reinar. Vingegaard cruza otra frontera.