eñoras y señores, bienvenidos a la etapa final de la Itzulia. Bienvenidos a la locura. La organización de la carrera lleva ya tres ediciones consecutivas, cuatro con la actual, apostando por una última jornada en línea (y no en contrarreloj) cuyo recorrido apenas depara un kilómetro llano. Hablamos de trazados cortos, nerviosos, en los que los precedentes, por muy escasos que resulten, nos recuerdan zafarranchos importantes. Desde el sufrimiento de Roglic en 2018 para conservar el maillot tras caerse de salida hasta el vuelco del año pasado con el esloveno de nuevo como protagonista, pasando por la también remontada de Ion Izagirre hace tres años.

Para esta tarde podemos esperar un espectáculo parecido. Y no precisamente por lo visto en otras ediciones, que también, sino porque la situación de carrera apunta a ello. Con las piernas que ha traído Daniel Felipe Martínez, supongo que en el Ineos apostarán por intentar controlar la carrera, marcar un ritmo sostenido, lograr que la victoria de etapa se juegue entre los gallos y confiar en que el colombiano remate a Evenepoel. Quizás no necesite ni picarle tiempo, bonficaciones mediante. Sucede, sin embargo, que esto no es una batalla de dos y que los cinco primeros de la general figuran en solo 22 segundos. Entre ellos están Ion Izagirre y Pello Bilbao, dos estupendos bajadores que, si cae agua como pronostican, pueden llevarse la prueba en los descensos.

Gane quien gane, lo normal es que la clasificación experimente un vuelco, porque el líder, quien deberá confirmar hoy su aparente mejoría cuesta abajo, encara el sábado en situación complicada. Y es que la etapa debería significar, más pronto que tarde, un cuerpo a cuerpo entre capos dentro del que le lloverán ataques a mansalva. Plantarse en la salida de Eibar con el amarillo no es lo más recomendable: cuesta defenderse de todos.