De la Ermita de San Pedro cuelgan las llaves del cielo. Las que abren la Itzulia. Un rampa llevaba a las puertas de ese paraíso, o del averno. “Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”. Allí, en una onerosa rampa, similar el perfil al muro interminable de Huy, una trampa de esas que exuda la Itzulia, tocó la gloria Remco Evenepoel y se clavó Roglic, crucificado en Mallabia, el pórtico hacia el Santuario de Arrate, donde espera el altar del campeón de la Itzulia.
El esloveno, el líder imperturbable, se resquebrajó del todo en Karabieta. Evenepoel le quitó la careta. Estalló en mil pedazos el esloveno. Lo imposible. Lo inopinado. De repente, el monarca Roglic se hizo pequeño en dos actos. Plebeyo. Una rareza. El hombre que siempre estaba ahí, dejó de estarlo. Cayó el coloso. El gigante esloveno tenía piernas de barro. Se diluyó bajo la lluvia. La Itzulia no sería suya. No le pertenecía. Tendrá otro dueño. Se dejó más un minuto con el resto de favoritos, retorcidos en el muro de Mallabia, que ordenó la nueva general. Solo Carlos Rodríguez, a gatas, pudo llegar antes que los nobles. Se estrenó el andaluz a lo grande en medio de la penitencia.
En esa subida infernal, Vlasov y Vingegaard se engancharon. Se dejaron una decena de segundos. Llegaron andando y discutiendo. Evenepoel es el nuevo líder con dos segundos de renta sobre Daniel Martínez, segundo en la etapa. La Itzulia se la jugarán un puñado de ciclistas, todos en menos de 40 segundos. Entre Evenepoel y Pello Bilbao, quinto, se escalan Daniel Martínez, a dos segundos, Ion Izagirre, Vlasov y el gernikarra. Vingegaard cede 29 segundos y Mas, 37. Roglic, perdido, centellea a 1:05. Demasiado lejos. No solo la Ermita de San Pedro configuró un final en el combatían el cielo y el infierno. El día fue un castigo.
En Mallabia el ciclismo es religión. Igor Astarloa, campeón del Mundo en 2003, se alistó al equipo del pueblo, creado por los padres y madres de la localidad. Allí se criaron los exciclistas Mikel Pradera y Gorka Arrizabalaga. En 1975 se instaló en Mallabia la fábrica de bicicletas Orbea. Nacida en Eibar como un taller para la fabricación de armas en 1840, el periodo de paz a la conclusión de la Primera Guerra Mundial le cambió el destino a la factoría que fundaron Juan Manuel, Mateo y Casimiro Orbea. Los tubos que empleaban para los cañones de las pistolas se convirtieron en coches de niños y bicicletas. Las bicis ganaron la guerra del futuro. El acero que luego fue aluminio es ahora carbono. Al lado de Orbea, a palmo y medio del nido de bicicletas, la carretera se retuerce y estira el cuello. Allí triunfó Carlos Rodríguez y cambió la Itzulia.
MOVIMIENTO DE PELLO BILBAO
Pello Bilbao lleva impresa en sus piernas la palabra ambición. En su vecindario, en los lugares por los que entrena, lo que recorren su infancia y los kilómetros de su juventud, el gernikarra decidió explorar los confines de la Itzulia. En Bedarona revoloteó el vizcaino. Una caída en el descenso de Paresi, una de esas cimas que se asemejan al salón de su casa, le concedió la opción. Se reunió con un sexteto. Pello Bilbao, que también es muy cerebral, calculó las distancias y el empuje del pelotón, que no lo quería ahí delante. Restaban más de 85 kilómetros para el paredón que vigilaba la Ermita de San Pedro y decidió levantar el pie después de charlar con Neil Stephens. “No me interesaban los compañeros de fuga que tenía”, apuntó el gernikarra.
Kuss, mayordomo de Roglic, Soler, Samitier, Carlos Rodríguez, Hamilton y Elissonde tomaron otra alternativa. A Hamilton se le acabó cuando voló por encima del guardarraíl en el descenso de Gontzagaraigana. El australiano tuvo muchísima suerte. Un ángel de la guarda le amortiguó. Aterrizó en un zona mullida, al lado de las ramas de un árbol derribado. La bicicleta avanzó varios metros hacia abajo. Se quedó enredada en la maleza. Hamilton gritó su caída, quejoso. Tuvo que abandonar. No llegó al alto de Trabakua, donde los fugados se lanzaban puyas.
SUBLIME MARC SOLER
Marc Soler y Carlos Rodríguez se destacaron. Confraternizaron el Quick-Step y el Jumbo antes de ser enemigos íntimos. Eso sería más tarde, cuando la Ermita de San Pedro, su escalera hacia el cielo tras escalar por el averno, eligiera. El viento sur azotaba con ráfagas furiosas, atrayendo las nubes oscuras, los techos grises con el estuco de la lluvia amenazante. Soler, que estaba a 1:05 de Roglic, disfrutaba delante. Crecía en la general. Rodríguez no le auxiliaba ni un metro. El velcro del Ineos. Los favoritos se acomodaban en el ritmo del Jumbo, que alzó la voz cuando las gotas de lluvia asomaron con timidez. Pello Bilbao también movilizó alguno de sus peones. Cofidis y Bora, pensando en Izagirre y Vlasov, afilaron las tijeras. Soler era el líder virtual. Un Quijote al que nada le asustaba.
Se olvidó de Carlos Rodríguez, al que arrastraba. No se perturbó Soler, que se aisló en su burbuja. Iba acompañado, pero en soledad. “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, dijo Arquímedes de Siracusa. Ese pensamiento movilizó al catalán. Soler hacía palanca sobre los pedales para mover la montaña de la general.
Elgeta, con su sacudida abrupta, salvaje, casi tres kilómetros penduleando al 9%, midió la Itzulia. Escogió. Karabieta apretó los gaznates. Baile de hombros y bocas abiertas. Carlos Rodríguez descontó a Soler. El andaluz le dedicó el triunfo. “Me sabe muy mal por él”, apuntó cuando recuperó el resuello. Soler le impulsó.
ROGLIC SE QUEDA
En esa pausa, Evenepoel, flamígero, se encendió como otras veces. Fogonazo. Ion Izagirre, Vlasov, Vingegaard, Enric Mas y Daniel Martínez se le ajustaron de inmediato. Pello Bilbao se impulsó poco después. Cerró el hueco. Cirugía de urgencia. Estaban los mejores salvo el líder. Algo no cuadraba. Roglic se quedó cortado, ausente. En fuera de fuego. No salió al primer disparo. Tampoco a su eco. Muy extraño en el esloveno, un ciclista siempre presente cuando se le inquiere. No reaccionó. En Amurrio dijo que se sintió cansado. Arrastró esa sensación. Quedó atrapado en las dudas. Se alejaron al galope el resto de favoritos, lejos de la dictadura de Roglic. “Nos hemos entendido bien a relevos”, sentenció Ion Izagirre. Roglic se recostó en la derrota. Se le escurrió la carrera como lágrimas en la lluvia. Jaque mate al rey de la Itzulia. Muerto el rey, ¡viva el rey! Evenepoel desenmascara a Roglic en la Itzulia.