- En busca de El Dorado, Sergio Higuita y Richard Carapaz combinaron lo ojos de la ambición y las piernas de la valentía para completar un etapa tremebunda. Una oda a los campeones que no tuvieron miedo. Un poema de épica para el memorándum de la carrera. El colombiano y el ecuatoriano escalaron a la azotea de la Volta a Catalunya con furia y rabia. De Salou a Cambrils, dos lugares recostados al mar sereno del descanso, Higuita y Carapaz desataron una tempestad de crudeza y ciclismo de alto voltaje. El Ineos tenía un plan. “Teníamos planificado el ataque en el primer puerto, la idea era romper la carrera ah”, certificó Carapaz. Higuita se subió a esa idea febril, a la del ciclismo inesperado, al todo o nada. El equipo británico, el del tren de cremallera en la montaña, el de las ganancias marginales, el de los datos a modo de Biblia, optó por el salvajismo. Una emboscada. Tormenta de fuego. Un canto al ciclismo bravo. Sin temor. Atacaron a 120 kilómetros de meta y voltearon la Volta. Hermanados, desembocaron en Cambrils. En el vis a vis, se impuso Carapaz. Gloria y honor. La general, a falta de la traca final en Barcelona con el bucle de Montjuïc, la gobierna Higuita, que manda con 16 segundos de renta sobre Carapaz. Almeida, el líder saliente, que se dejó 48 segundos, es tercero, a 52 segundos. Quintana, cuarto, pierde 53. Ayuso se deja 1:08.
Se despertó la carrera con la despedida de Valverde, aquejado de las alergias que brotan los primeros días de primavera. Alocado el tiempo, caprichoso y cambiante, la lluvia ametralló la carrera en el Coll de Les Llebres-Mussara. En cuanto apretaron las rampas los gaznates, Quintana giró el pomo del averno. Carapaz, un hombre de fuego, dinamitero, se incorporó de inmediato. Higuita no rechazó la oferta. Escupe fuego. Dragón. Entró la carrera en estado de ebullición a pesar del frío. Agua hirviendo. Ciclismo a borbotones. El puerto se convirtió en un volcán, un río de lava discurrió por las arterias de la carrera. Prendió la carrera. Incendiada. Fumarolas y baile desenfrenado. Quintana tuvo que plegarse. Almeida era una saeta, el canto de la pena. El líder reptaba en medio de la turbación, superado por la situación. Una locura maravillosa. Benditos los días extraños que arden. En el UAE no esperaban ese amanecer frenético. La lluvia alargó la agonía de Almeida, paralizado, y Quintana. Ellos, que se movían en un parpadeo, en apenas un segundo en la general, quedaron al descubierto. Ayuso también padeció. Les desnudaron Carapaz e Higuita, que pensaban a lo grande. El colombiano y el ecuatoriano domaron la cumbre con 50 segundos de renta. La herida, abierta. Plapp se desprendió después. Quedaron en pie Higuita y Carapaz, dos hombres y un destino. Dispuestos a todo, se entendieron con la mirada en una jornada dura, exigente, efervescente.
Enfilado el Coll de Capafonts, el dúo se subrayó. Un neón rojo entre paisajes lluviosos y carreteras quebradas, incómodas. Territorio comanche. Higuita y Carapaz eran dos gigantes, colosal su deseo, centelleantes. Por detrás, trataba de rehabilitarse el UAE, que no lograba encolarse del todo. Soler tuvo que dimitir en medio del tremendismo de Higuita y Carapaz. La persecución descascarilló al UAE, lívido ante la afrenta del colombiano y el campeón olímpico de ruta. Trémulas las piernas, la manos tiritando, antes de encarar el Coll de la Teixeta, un segunda, el Uno X, los costaleros de Johannessen, acudió alimentar a la muchachada de Almeida. Higuita y Carapaz querían el jaque mate al rey entre bosques y montañas verdes. Los aerogeneradores saludaron en la cima a los dos Quijotes. Rui Costa arrió la bandera de la persecución. Almeida se quedó con Ayuso, pleno de rebeldía y potencia, como sherpa.
El descenso, burlón, revirado y peligroso tensionó el final. Ayuso, kamikaze, se lanzó a la búsqueda del dúo. Personalidad. Piel de campeón. La bajada reventó el orden. Se alteró todo. Ayuso pegó un bocado a Higuita y Carapaz, al que el gesto le dolía. Quintana les rastreaba en un grupo con varios senadores. Almeida colgaba del retrovisor, a un puñado de segundos. Ayuso, a medio camino, de puente, decidió esperar mientras trataba de arreglar la radio. No la necesitó porque se le sumaron Quintana, Carlos Rodríguez, Poels. Ciccone, Poels... A Almeida le pesó el plomo en los bolsillos. Las balas de plata no llegaron a alcanzar a Higuita y Carapaz. Ambos pelearon el triunfo, que entró en el zurrón de Carapaz en el último golpe de riñón. Después, Higuita, el nuevo líder, y Carapaz, segundo en la general, se dieron la mano en la Costa Dorada. Los chicos de oro descubrieron el tesoro.
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