estas alturas, deberíamos estar hablándose de expectativas, de favoritos y favoritas a ganar el Abierto de Australia, de la pelea por desempatar y lograr el 21º grande, de cómo volverá Rafa Nadal, de las posibilidades de los sucesores del Big Three de consolidar el relevo en la cima del tenis o de si la número 1 del mundo Ashleigh Barty, al fin, podrá ser profeta en su tierra. Pero el primer Grand Slam del año, conocido como el Happy Slam por las condiciones de juego, la actitud de los aficionados y las facilidades que ofrece Melbourne, es menos happy que nunca y espera su comienzo marcado por la polémica que rodea a Novak Djokovic.

Hace un año el torneo se retrasó a febrero y se disputó en medio de severas restricciones y cuarentenas y sin público para poner a prueba la resistencia mental de todos los involucrados en él. Ahora es la figura del serbio la que monopoliza toda la atención y obliga a pronunciarse a gente del tenis y de otros deportes porque el asunto va más allá de que un tipo no quiera vacunarse. Están en cuestión todos los protocolos diseñados hasta la fecha para que las competiciones deportivas sigan adelante y también la propia trayectoria del número 1 del mundo, metido en un circuito global que toca muchos países que exigen la pauta de vacunación para entrar en ellos.

Este serial que comenzó la semana pasada alcanzó su capítulo más esperado ayer cuando el ministro australiano de Inmigración, Alex Hawke, decidió retirar el visado a Djokovic por “motivos de salud y buen orden, basándome en el interés público”. Pero el tenista permanece en el país, oficialmente detenido, y hoy será interrogado por última vez antes de la vista definitiva que tendrá lugar mañana. La organización ya ha incluido al defensor del título en el orden de juego del lunes en lo que parece otro agravio comparativo que perjudica a otros competidores. “Lo que había que hacer era vacunarse y si no, no venir”, afirmó ayer con contundencia el asturiano Pablo Carreño, que recordó también que todo lo que rodea al Abierto de Australia ha mejorado sensiblemente respecto a la edición anterior “y lo que está claro es que todo esto que está pasando no ayuda al tenis”.

Todo el mundo sigue pendiente de esa batalla judicial entre las autoridades australianas y el jugador, cuyos abogados creen que dar la razón a su representado podría generar “un sentimiento antivacunas” en la población y “eso es lo que quiere evitar el gobierno de Australia”, donde hay una corriente favorable a que Djokovic sea devuelto a su país. “Nuestras sólidas políticas de protección fronteriza han mantenido seguros a los australianos, antes de la covid y ahora durante la pandemia”, presumió el primer ministro Scott Morrison. El juicio definitivo tendrá lugar y no será Anthony Kelley, el juez que revocó la primera decisión de retirar el visado al tenista de Belgrado, quien tenga la última palabra.

Y en medio del ruido, los jugadores y las jugadoras siguen afinando su preparación para un torneo que suele ser imprevisible porque las fuerzas están muy igualadas. Si se confirma la ausencia del gran dominador de los últimos años, las opciones de todos los demás suben y la condición de gran favorito pasa a manos de Daniil Medvedev, el ruso que quebró en Nueva York el sueño de Djokovic de completar el Grand Slam anual. Nadal llega sin más expectativas que ir mejorando con el paso de los partidos para tratar de romper su maleficio con un torneo en el que ha sufrido duros golpes del destino.

Entre las mujeres, los movimientos del ranking al final del año pasado propiciarán duelos muy atractivos en rondas tempranos. Regresan Barty y Naomi Osaka, que defiende el título desde la posición de decimotercera cabeza de serie. Garbiñe Muguruza espera, pese a su derrota en Sydney, desplegar el buen juego que le hizo ganar las Finales WTA en noviembre y que le llevó a la final en Melbourne en 2020. Entonces, la pandemia parecía solo un mal augurio. Dos años después, el encontronazo entre las dos maneras de afrontarla compromete el Grand Slam de la alegría, del buen rollo.

El ministro de Inmigración retira el visado al tenista serbio, que debe declarar hoy de nuevo antes de la vista definitiva de mañana

Que Djokovic no quiera vacunarse pone en cuestión los protocolos diseñados para que las competiciones sigan adelante