oan Crespo (Donostia, 1988) lleva casi dos décadas enfrascado en el piragüismo. Con apenas 16 años se mudó al centro de tecnificación de La Seu d’Urgell para dedicarse seriamente al deporte de su vida. Para ser profesional. Y ahora, con 33, tiene a sus espaldas una dilatada trayectoria y una vitrina llena de recompensas a su esfuerzo. Por eso, tras más de media vida entregada en cuerpo y alma a la piragua, el deportista de Basque Team se planteó parar. Salir del agua, pisar tierra firme y continuar con su vida. “Llevo un par de años buscando el momento adecuado para retirarme porque físicamente me encuentro bien, pero la limitación es mental. He estado muchos años dedicándome a lo mismo y, aunque este es un deporte bastante dinámico y poco monótono, siento que es el momento de hacer otras cosas y no depender 100% del deporte”, explica el propio Crespo. Es decir, el donostiarra lo tenía decidido. Lo dejaba. Sin embargo, un espectacular fin de temporada le hizo replantearse su adiós. Y es que el pasado mes de septiembre, el palista de Basque Team se colgó el bronce del Mundial de piragüismo en la modalidad de K1, un buenísimo resultado que le clasificó automáticamente para el equipo estatal del año que viene. Pero es que, además, Crespo se proclamó campeón de la Copa del Mundo de eslalon extremo, una nueva categoría de piragüismo que será olímpica en París 2024. Por lo que el donostiarra decidió estirar su epílogo, al menos, un año más.

“Siento que es un momento de transición, que ya va siendo hora de cambiar; pero un año más voy a estar”, afirma Crespo. De hecho, el palista de Basque Team estuvo apunto de anunciar su marcha del deporte profesional cuando su nombre no estuvo entre los elegidos para los pasados Juegos Olímpicos de Tokio. En su lugar fue David Llorente. “Aunque pensaba que legítimamente tenía el derecho de poder optar a ello, no de ir, sino simplemente de poder optar a ir, finalmente acabé asumiendo que no iba a estar en Tokio. No me ha cambiado nada, aunque puede que después de ello sí que haya competido con un poco más de rabia para demostrar que sí tenía el nivel para unos Juegos”, reconoce. Así pues, la relación de Crespo con la cita olímpica está más que zanjada. Así pues, ni el hecho de que el eslalon extremo, modalidad en la que acaba de despuntar, vaya a debutar en París 2024 hace que el donostiarra mire a la capital francesa con otros ojos: “Los Juegos ya no me motivan como hace años, quizá porque llevo tanto intentando ir sin conseguirlo... que he perdido la motivación. Es probable que no me anime a continuar hasta París, voy pensando año a año a ver cómo progreso, pero no tiene pinta”.

Así como el break dance, el skate o la escalada, el eslalon extremo entra dentro de los deportes que el Comité Olímpico Internacional decidió integrar en su programa para atraer a las nuevas generaciones. Y es que esta modalidad de piragüismo resulta más espectacular para el espectador. “El eslalon extremo es parecido al boardercross de snowboard, en donde salen cuatro deportistas a la vez haciendo el mismo recorrido y los dos primeros que antes lleguen abajo pasan a la siguiente ronda”, explica Crespo. El donostiarra no se atreve a cuantificar “la importancia que adquirirá en el futuro respecto al eslalon”, pero sí que anima a sus compañeros a “aceptar” esta nueva categoría: “Al principio quizá cuesta un poco porque las sensaciones son diferentes, la piragua es más pesada; pero una vez que aceptas eso, el eslalon extremo puede ser una buena opción para tener nuevos retos y poder conseguir nuevos títulos”, concluyó el último campeón de la Copa del Mundo.