- Sifan Hassan ha acudido a los Juegos Olímpicos de Tokio con un reto extraordinario entre ceja y ceja que a punto estuvo de irse ayer al traste por un inoportuno traspiés. La neerlandesa oposita a una gesta histórica: ganar el oro en 1.500, 5.000 y 10.000 metros. Una aventura de 24,5 kilómetros en seis carreras repartidas en nueve días para una atleta que en los Mundiales de Doha 2019 ya hizo historia en el atletismo al subir a lo más alto del podio en el 1.500 y en el 10.000, algo jamás visto con anterioridad ni en unos Juegos ni en un Mundial, ni en la categoría femenina ni en la masculina. Sin embargo, su singladura hacia la gloria estuvo cerca de naufragar prácticamente a las primeras de cambio, demostrando que muchas veces entre el éxito absoluto y el fracaso a la hora de conseguir un objetivo puede mediar algo tan incontrolable como una caída ajena. Antes de afrontar su gran reto de ayer, la final de 5.000, Hassan debía cumplir con las series de 1.5000. ¡Quién iba a decirle que iba a colgarse al cuello su primera medalla dorada sin mayores problemas y que el verdadero sofocón iba a pasarlo en la cita que estaba llamada a ser un puro trámite!
Hassan, que llegó a los 15 años a los Países Bajos como refugiada de guerra procedente de Etiopía, compitió en la segunda de las tres series del 1.500. La prueba transcurría sin mayores sobresaltos para sus intereses cuando justo en el arranque de la última vuelta la keniata Edinah Jebitok se cayó justo delante suyo. Hassan trato de saltarla, pero tropezó, cayendo sobre el tartán y perdiendo unos metros preciosos con respecto a sus rivales. La neerlandesa se levantó rápidamente y emprendió enérgicamente las labores de caza. A falta de unos 350 metros, tenía a once corredoras por delante, a las que fue superando sin prisa pero sin pausa en una enorme demostración de dominio hasta conseguir la proeza de acabar ganando la prueba con un registro de 4:05,17, corriendo los 300 metros finales en 43,7 segundos.
Y algo menos de doce horas después, le tocó afrontar su gran reto de la jornada, en el que a tenor del resultado final y las sensaciones que transmitió el inesperado desgaste matinal no le pasó factura. Y eso que en la línea de salida de la final de 5.000 metros había rivales de enorme nivel y currículum como Hellen Obiri, Gudaf Tsegay, Ejgayehu Taye, Senbere Teferi o Agnes Tirop, todas ellas entre las diez más rápidas de la historia en la distancia. La neerlandesa corrió cómodamente insertada en el gran grupo y no avanzó posiciones hasta que faltaron únicamente tres giros para el final. Ya en la última vuelta, pasó a comandar la carrera cuando faltaban aproximadamente 250 metros. A su cambio de ritmo final solo le pudo dar respuesta, y en primera instancia, Obiri, quien en la recta final tuvo que rendirse ante la evidente superioridad de Sifan Hassan, que acabó ganando con solvencia (14:36,79). La plata fue para la keniata Obiri (14:38,36), mientras que el podio lo cerró la etíope Tsegay (14:38,87).
Con el primero de los tres oros a los que aspira en los Juegos Olímpicos de Tokio ya a buen recaudo y tras superar un primer gran susto, la neerlandesa volverá a la acción mañana con motivo de las semifinales del 1.500. Si hace buenos los pronósticos y consigue clasificarse, correrá la final el viernes. El tríptico que puede concederle un lugar de privilegio en la historia del atletismo lo cerrará el sábado con la prueba de 10.000.
El final de un monopolio. El marroquí Soufiane El Bakkali pasará a la historia del atletismo como el atleta que consiguió romper la racha de títulos olímpicos de Kenia -un total de nueve consecutivos- en 3.000 metros obstáculos con un imparable esprint final de 200 metros que le entregó el triunfo con un tiempo de 8:08,90 y un kilómetro final en 2:33. El etíope Lamecha Girma consiguió la medalla de plata con 8:10,38 y Kenia, la superpotencia mundial que históricamente avasalló en la disciplina, tuvo que conformarse con el bronce de Benjamin Kigen (8:11,45), evidenciando la pérdida de dominio en esta distancia que se venía manifestando en los últimos tiempos. Desde que el polaco Bronislaw Malonowski se proclamó campeón en Moscú’80, los nueve títulos de obstáculos habían tenido un solo destino, Kenia, siempre con atletas diferentes excepto dos victorias de Ezekiel Kemboi (Atenas’04 y Londres’12).