s uno de mis favoritos, por modelo y forma de ser, como pelotari y como persona. El hombre de Bridgend -29 de junio de 1996- es un vasco de pura cepa que vino al mundo en el Reino Unido. La empresa Envases Metalúrgicos de Álava envió a su padre a Gales en 1993. Juanjo se llevó a Estíbaliz y, tres años después nacería Gareth. Se desentrañó el misterio.

De ahí viene el nombrecito, Gareth Arregi Galende, que el martes cumplía 29 años, el príncipe de la pelota en Amurrio, un chaval apuesto que desdice los acentos tan marcados del heredero a la corona británica y de quien fichó para el Real y luego priorizó Gales y golf por encima del club que tan bien le paga y tan poco de provecho sacó de su fichaje desde el punto de vista humano y de imagen. Gareth, el nuestro, sí que vale. Gareth es nuestro principito, uno de los hombres de la pelota vasca en Amurrio.

Por protocolo, el príncipe, cada vez que jugaba recibía la visita del lehendakari. Era protocolo familiar. Juanjo Ibarretxe es tío de Gareth, un tipo próximo y natural que procuraba disfrutar en el frontón cada vez que su sobrino jugaba. Y luego, el príncipe, como un junco, delgado y discreto, que más que de blanco parece jugar siempre embellecido con el clásico de rayas y cuadros que pusiera de moda el duque de Winsor cuando era Príncipe De gales, de quien tomara el nombre, nos deleitaba con su juego sobrio, elegante y un comportamiento siempre acorde a su alcurnia y apellidos.

Gareth ha sido el último compañero de Iker Larrazabal antes del debut de éste con Baiko. “Tiene potencia y clase”, nos dice de Iker. Ganaron juntos el Virgen Blanca del año pasado, el marcado por la pandemia. Le entrenó de pequeño y todavía hoy, muchos viernes y los sábados con la goxua, coinciden en la cancha del municipal de Amurrio; “es que es un tío de frontón, le gusta”.

Arregi vive en la calle Iturralde, al lado del frontón. Siendo un niño, uno de sus amigos, Asier Robina, decidió apuntarse a jugar a pelota. Como casi siempre andaban juntos lo hicieron a la vez. Tenían 6 años. Repartían el tiempo de ocio jugando a la pelota y dándole patadas al balón. Hasta que Asier dejó la pelota y Gareth el fútbol. Aitor Landaluze, Murga, Egiguren y Mikel Jiménez formaban el grupo de chavales en el que se movía de chaval. Nombra a sus por entonces rivales en Gasteiz: Kandela, Sevilla y Díaz de Heredia, todos compañeros, y los un año mayores Aitor Aguirre, Isasi y Larrañaga. La crema de la pelota alavesa años después.

El primer triunfo en el Casco Viejo junto a Robina, su primera victoria, “fue la leche”, dice “éramos muy pequeños y nos hizo mucha ilusión”. Algunos años después celebraría un ascenso como una gran victoria. Era el partido decisivo en el que estaba en juego subir a primera categoría. Los rivales eran Jauregi y Velasco, de Maeztu, a priori claros favoritos, pelotaris de largo y jugoso historial. “Desde el calentamiento”, recuerda Gareth, “sentimos que nuestras manos no iban”; hace aquí un paréntesis que aprovecha para regalarle unos elogios a su compañero Landaluze: “le han dolido siempre, cualquier otro en su lugar lo hubiera dejado pero él todavía sigue dale que te pego. Tiene mucho mérito lo de Aitor”. Y continúa: “nos salió todo perfecto, jugamos muy bien”. El partido acabó 22-11.

Un resultado adverso y peor recuerdo le vienen de cuando debutó en Liga Vasca siendo un cadete de primer año. Le tocó un mocetón apellidado Irribarria que le dejó en dos “y ni me enteré. Me pasó una apisonadora por encima”. Dice que se preguntó: “¿dónde me he metido?”. Lo mejor de la pelota, para Gareth, es el grupo, el equipo, “por eso procuramos estar pendientes de los chavales, acompañarles, que nunca estén solos, hacer de botillero si toca, echar una mano con los de pala”, resumiendo: el club de Amurrio se mueve al unísono y se acompaña en los éxitos y en las otras ocasiones. Aquí, Arregi, recupera otro buen recuerdo, “cuando viajamos en grupo hasta Hernani para ver ganar a Landaluze e Iriarte. No lo esperábamos. A la vuelta nos paramos a cenar todos juntos. Éramos una cuadrilla”. Koldo Iriarte, veterano y aglutinador, destaca “la disposición de Gareth para jugar a todo y con todos. Nunca falta al frontón y, si es necesario, ahí le tenemos de botillero... aunque la bici le roba tiempo” desliza en un sin querer. Cierto, hace tres años, al junco de la calle Iturralde le ha dado por la bicicleta y no para; “he cogido vicio”, se defiende. Y subido en ella aún mejor.

Este chaval, joven todavía, es solidario en la vida como lo es en el frontón. El trabajo en equipo hace grupo y el grupo, produce resultados. “La base en el club nos ha dado el triunfo varios años, muchos de los últimos, en el Interpueblos”, hace constar, “aunque en 2018, en La Puebla de Arganzon, fuimos los senior, Gerrero y yo, quienes sumamos el punto decisivo contra los hermanos Pagazaurtundua”. En aquella ocasión, Larrazabal y Jiménez jugaban en categoría cadete y Álava y González defendían sin fortuna el punto de los juveniles.

Arregi ha estado presente en este torneo como pelotari, como técnico y como botillero. Ha hecho de todo. Es su carácter, un hombre solidario y comprometido, trabajador con personas con enfermedad mental “con las que estoy muy a gusto”. Es lo que le gusta; la gente, las personas, “las asociaciones donde echar una mano y poner algo de mí”. Hizo Trabajo Social en Gasteiz y Educación Social, más tarde, en Leioa. Esa es su vocación. El único antecedente familiar “fue un tío de mi madre”. Al padre, lo que le iba, “era el baloncesto”. Vivir cerca del frontón le ganó para la causa. Un gentleman de la cancha. Un tipo elegante por dentro y por fuera. El Príncipe de Gales es uno de esos imprescindibles que todos queremos al lado toda la vida.