Cuenta la leyenda que al portador del maillot arcoríris, el que simboliza al campeón del Mundo, le persigue una maldición desde el momento en el que luce una de las prendas más codiciadas del ciclismo. Es la penitencia por la gloria eterna. El maillot multicolor condesa muchos lugares comunes y el gafe no siempre funciona, pero como narración posee buena prensa y un sonoro titular que sirve para nutrir su historial de desafecto con los campeones. Lo maldito atrae por su condición. El final de la Lieja-Bastoña-Lieja cumplió punto por punto todos y cada uno de preceptos necesarios que sirven para articular las leyendas y que estas perduren en el tiempo. La fundamental, que su portador, Julian Alaphilippe, que estrenaba tan distinguido honor en uno de los Monumentos del año, salió malparado.

Su imagen, festejando un triunfo que finalmente le arrancó Roglic sobre la línea de meta, le perseguirá siempre. Alaphilippe celebraba su conquista con ese deje teatral, pelín condescendiente, abriendo los brazos y sonriendo su victoria cuando Roglic, el ciclista lacónico, refractario a las muecas y a la autopromoción, le superó en los estertores. El esloveno, derrotado cruelmente en el Tour por Pogacar en la crono de cierre, dejó con un palmo de narices al campeón del Mundo, que festejaba algo que no ganó. Se le atragantó el champán a la burbuja dorada del ciclismo francés.

Los últimos 500 metros de la Lieja-Bastoña-Lieja revelaron todos los vicios y tics desmesurados de Alaphilippe, un ciclista genial pero que, en ocasiones, peca de soberbia. El francés se sentía cómodo en el cuarteto que se iba a jugar la gloria después de que en la última y definitiva ascensión se filtrara la clásica. Además del campeón del Mundo y Roglic, Hirschi, bronce Mundial y ganador de la Flecha Valona, y Pogacar, vencedor del Tour, convirtieron el desenlace de La Decana en una reunión sin parangón. Los cuatro fantásticos.

Gran actuación de Elosegui

En esas, Alaphilippe, orgulloso, sobrado, comenzó con su danza de espasmos, a toquetear en el sistema nervioso de sus rivales. Para empezar pegó un bandazo repleto de peligro que sobresaltó la tensa calma de los esprints que se dirimen en petit comité. Se frenó la Lieja de repente después de la espectacular cabalgada que tuvo en Iñigo Elosegui a uno de los grandes protagonistas. El ciclista de Zierbena completó una clásica fantástica y demostró su capacidad de rodador en un escenario de lo más exigente. Elosegui se insertó en la fuga que completó 200 kilómetros en cabeza.

Engullida la escapada y con el cuarteto de elegidos revoloteando, se personó Mohoric. En cuanto llegó al rebufo del póquer de ases, el esloveno arrancó. Era su única opción. Alaphilippe le quitó la ilusión. El francés se adueñó de las vallas. Hirschi se puso a su cola e inició el despegue. El suizo estaba rebasando al francés, cuando Alaphilippe, que vio la maniobra de Hirschi, soltó un bandazo que desestabilizó al Suizo, al que se le salió la zapatilla del pedal. Pogacar, en el bolsillo de Hirschi, también perdió cuerda.

Con Hirschi descalzado y Pogacar desactivado, Alaphilippe inició su repertorio para posar para la historia. Abrió los brazos de este a oeste, desplegó su sonrisa de ganador. En esas estaba cuando por el costado le atravesó el rayo de Roglic, del que se había olvidado. El esloveno no cedió. Esprintó hasta el final, sin levantar la cabeza del manillar, y guillotinó al francés, que se quedó con la pose pero sin el Monumento (los jueces le relegaron más tarde a la quinta plaza) después de un monumental error de cálculo. La maldición del arcoirís era esto.

Clasificación

Primoz Roglic (Jumbo) 6h32:02

2º Marc Hirschi (Sunweb) m.t.

3º Tadej Pogacar (Emirates) m.t.

4º Matej Mohoric (Bahrain) m.t.

5º Julian Alaphilippe (Deceuninck) m.t.