- El viento de otoño, cálido, asfixiante, enloquecedor, se personó al final del verano para reanimar al Tour, que corría apenado, con la cabeza gacha, sin apenas alegría. El viento, caprichoso y selectivo, siempre arbitrario lo alteró todo. Para Landa sopló cruel. Aire de derrota. El viento arrastró la memoria de Albi a Lavaur. Espectros del pasado. Donde perdió Landa, ganó Van Aert. Historia repetida. El Tour de Landa quedó a merced del viento. Entre las corrientes de aire y un trazado enmadejado se desató la pasión que ejecutó a Landa, crucificado por el viento, guillotinado por la espada de los abanicos, que le trocearon el ánimo, le achicaron el alma y le desangraron en el reloj del Tour. El viento de otoño no espera a nadie. A Landa del borró, barrido por la desesperanza. El alavés arrastra el surco de una cruz demasiado pesada. En la era de los segundos y las bonificaciones, Landa perdió 1:21 respecto al grupo de elegidos, donde danzaban Roglic, Dumoulin, Bernal, Quintana, Yates, Pinot, o López. El viento les puso alas. A Landa se las cortó. En la penuria le acompañó Pogacar, fuera de foco el mejor joven de la carrera cuando el viento, burlón y pendenciero, le atrapó en la misma habitación ciega. Ambos compartieron celda de castigo. Es el sino del alavés, zarandeando, maltratado y gafado en el Tour, la carrera que le esquiva, que le rechaza, como si no le amara. "Landa estaba en el momento equivocado en el lugar equivocado", señaló Gorazd Stangelj, director del Bahrain.
En ese hábitat, Landa está obligado a correr al asalto desde hoy en los Pirineos. Amortizado un tercio del Tour, no le queda otra al alavés que el ciclismo de rompe y rasga. Rebelde con causa. En Castres, cuando las ráfagas ululaban, Landa, que es líder del Bahrain, se quedó solo ante el peligro. Su equipo se desintegró en una caída anterior. La carrera volaba y a Landa se le apagaron las turbinas. "Ha sido una pena, después de haber estado alerta, bien situados, ha habido un frenazo en el pelotón y nos hemos quedado tres compañeros cortados entre coches", aclaró Pello Bilbao, lugarteniente de Landa. Sin tiempo para reaccionar, la guardia pretoriana del alavés, su parapeto contra el viento, se deshilachó. A Landa le quedó el consuelo de la hebra de Colbrelli. Apenas un hilo de esperanza cuando el Ineos, eléctrico, dispuesto a agitar el Tour, pulsó el botón del ventilador para cortar cualquier lazo. Las tijeras de la escuadra británica las afiló después el Jumbo y les sacó chispas el Astana. Landa no tenía donde agarrarse. Se le cortó el cordón umbilical con el Tour en un día donde triunfó el implacable Wout van Aert, heredero de Sagan.
El eslovaco es un tipo con estrella y tres arcoíris que no acaba de tirar del sedal de la victoria. Batido repetidamente en los esprints anteriores, Sagan fantaseó con la idea de derrotar a los velocistas en el preámbulo del día. La muchachada del Bora se dejó llevar por el viento. Aire a la cometa. Con ese movimiento de ajedrez retrató a los esprinters que jugaban a las damas. No intuyeron el jaque mate. Se quedaron mudos ante la inopinada propuesta del Bora. A los más rápidos les faltó el reprís que reservan para medirse en los finales. No cayeron en la cuenta que el ocaso estaba en el amanecer. El Bora bailó sobre sus tumbas en una cota de tercera. Terreno para los locos apasionados. Sagan responde a ese arquetipo. También Thomas de Gendt, un Quijote, un tipo a una escapada pegada. Ambos son un regalo para un ciclismo que idolatra a los contables con tirantes y lápiz sobre la oreja.
Alborotada la etapa, afiló su figura De Gendt, un tipo delicioso por su forma de entender el ciclismo. El belga, un aventurero convencido, se escapó. Probablemente no era la mejor opción estadística, pero, qué demonios, se largó y provocó la sensación de bienestar en todos los que aprecian su atrevimiento, cabezonería. Insistió De Gendt, que nunca llegó al minuto de ventaja. A un dedo de que se agotara el viaje del belga, se inició el efecto mariposa. La teoría del caos. Devastadora para Landa. Pello Bilbao, Mohoric y Caruso enzarzaron sus bicis, anudadas tras un frenazo. Fue el nudo corredizo del drama de Landa, desubicado. Esa fue su soga. "Justo en la zona en la que debíamos permanecer más atentos, no estuvimos en la posición que nos correspondía. Una mala colocación nos llevó a perder más de un minuto", sentenció Stangelj, director del Bahrain.
Con medio equipo enredado entre coches, Landa se quedó cojo. Cuando el viento giró virulento en la salida de Castres guillotinó sin piedad al de Murgia, atrapado en el torbellino que provocó el Ineos. Los abanicos. Malditos. Otra vez. Malévolo, el viento también cuarteó a Pogacar, hermanado con Landa en la desventura y a Carapaz, que pinchó. Con la desventaja bordeando el 1:30, la posterior llegada de Bilbao, Mohoric y Caruso alivió la tristeza del inconsolable Landa, otra vez de bruces contra el Tour. Sonreían Bernal, Roglic, Dumoulin y el resto de pretendientes al trono de París, todos ellos compartiendo suite con vistas a los Pirineos. Para el alavés quedaba la pensión amarga de la derrota. El viento se lleva el Tour de Landa.