ntre tanto control con el rollo higiénico -de ahí el acopio, ahora entiendo- y ejercicios anónimos en reducidos salones y angostos pasillos y otros más aristocráticos en casoplones iluminadísimos, gimnasios particulares que más parecen un spa privado y balcones y terrazas que semejan el USS Enterprise, las redes nos han acercado imágenes de los nuestros. Entre retos y ejercicios de confinamiento, contribuyendo en lo posible para que la pandemia esta de los cojones vaya cediendo ímpetu y pesimistas mensajes de derrota y muerte.

En el nombre de todos traigo a los Martija, pelotaris. Una familia de Gasteiz con la que todos nos identificamos. El padre y la madre y dos chavalotes con la espoleta rabiando para hacer estallar todo, muy fuerte y en mil pedazos. Este, nuevo episodio en mitad de la crisis, ojalá, va de pelotaris, los nuestros, que se han enseñado durante el encierro y la cuarentena vestidos con la camiseta del club y de la escuela. Balkoitik balkoira, de balcón a balcón, Urkiza, Aratz y Naroa en Lapuebla de Labarca. En la habitación de casa, en Amurrio, AmaiurPikatza. Los Garrido, padre e hijo, Ricardo y Jesús, junto al marcador tras un partido bien serio en el salón de casa de Laguardia, de victoria por la mínima para el chaval. Las bellas instantáneas de Eder, Udane, Inhar y Ekhi, Lierni y Gaizka de blanquísimo impoluto y verde Herriaren. Los dibujos de AsierRuizdeGalarreta de Agurain, de EndikaRodríguez de Amurrio y un par de la escuela del Gasteiz Jai Alai. Trabajos y actividad de la campaña Todos en casa: pilotakadak etxean, que padres e hijos, nosotros en la distancia, disfrutamos mientras dure este destierro voluntario.

Hay historias como las que nos muestran CarlosBaezaFraile, palista de estirpe, 200 cantonazos de seguido con la pala. Los desafíos de otro veterano ilustre, nuestro RobertoCrespo y sus míticos palos con los que juguetea en el jardín de casa junto al polideportivo. Las secuencias de la maravillosa relación con la pelota de los Arriba, de Rubén y familia, de Manistas BCN que una semana antes de encerrarse en casa pasó por el torneo de Zaramaga y disfrutó de nuestras plazas y calles, esas que echamos tanto de menos. Recordamos las viejas historias del Jai Alai junto a JoséLuisMartínezArgote. Repasamos música y recuerdos con ElíasAngulo, de blanco riguroso. Se nos ha mostrado el trabajo físico, pie sobre pala y tierra, de IkerLarrazabal, de entrenamiento personal y preparación de terreno, supongo, para cuando la primavera explote. La paciencia y voluntad para repartir los minutos entre listas de ríos y montes, cálculos y dictados, con sesiones demasiado cortas de pelota y pared, sin romper a sudar, que la mano no pierda, y salidas para que la perra mee a gusto, ¿eh MikelRafael? A GorkaGonzález le pilla en La Puebla de Arganzón, con el abuelo y el móvil, atento al nonagenario, FranciscoGonzález, Quico, y a los chavales de la escuela de Lakua, con el manual de entrenos que OlatzArrizabalaga nos regaló en las redes. Richar, padre del primero e hijo del segundo, presidente del club Txukun y canchero en el frontón, cumple a la baja en el recinto recién habilitado para medio centenar de sin techo, que aquí andamos, todos con todos y todos en casa.

LeireGarai sufre alejada de la rutina. Sin frontón no vive -“es lo que hay”, dice- mientras mantiene el tipo y la forma en el gimnasio/sala que junto a su hermano Ander han levantado en casa. Con frontis, claro. MaríaSáezArzamendi, deportista integral, se reparte entre sentadillas, abdominales y yincanas y manualidades caseras, meditación e introspección donde la solidaridad y la unión “nos harán más fuertes”. Las cosas de familia le han acercado un par de veces al hospital. Y anda con miedo. De verde, con mascarilla y guantes, nos cuida la vida, a su cuenta, valiente, en la zona cero de la enfermedad, la UCI de Txagorritxu, AneIbáñez, heroína, un nombre entre cientos de anónimos cuyo protagonismo merece el Oscar y su abnegación gratitud eterna. Como en la cancha: decidida, impetuosa y determinante. Bravo Ibáñez.

El temor, la preocupación, la solidaridad y la obligación nos han elevado el rango. Desde casa contribuimos para que esto pare. Poco a poco. Evitar el contagio es nuestro trabajo. Nos han encomendado una tarea: permanecer en casa, encerrados, separados pero muy juntos, con tos seca o sin ella, con más o menos hambre, y necesitados o no de actividad extraordinaria.

En esta comunidad, casa común en la Rue del Percebe en la que la gente de la pelota vasca convive a cada cual más loco, raro, en sus historias, en sus cabales o sin ellos, comparte no sólo paredes y amores parejos. De un tiempo para aquí, también, la obligación de sabernos cerca pero no vernos. Vivir apartados para empezar de nuevo.

Vaya como homenaje al maestro Francisco Ibáñez, del 36, dibujante y genio. Creador de historias y de personajes. Me hubiera encantado ver de qué manera dibujaba esta parcela con toda esta gente y en este momento. Con los Martija, los personajes que ligan texto y foto, en el salón de su casa. Disfrazados. JosebaMartija, el padre, de periodista. Y los niños, Luken, de blanco pelotari y Txomin, de azulado juez. En un frontón improvisado pero perfecto. Con OihanaPlazaola espectadora y doblada de la risa. Una familia guipuzcoana, de Mutriku, con dos niños alaveses, pelotaris y futbolistas. Activos y explosivos. Joseba hizo sus pinitos, de crío, junto al hermano Aitor pero los chavales, que reparten tiempo entre el campo del Ariznabarra y el frontón de Lakua, donde juegan al fútbol y a pelota -Luken es de Illarra y Txomin de Pacheco- empezaron en esto “por la relación con Oier Zearra y su hijo”, dice Joseba.

El número 13, el de los pelotaris, sería un buen sitio para vivir. Hoy, más que nunca. Cuidaos todos. Y nos vemos a la vuelta.