E l 2019 pasará a la historia como uno de los años más negros del ochomilismo, principalmente por la trascendencia que tuvo la avalancha de muertes en el Everest. No tanto por el número de fallecidos -el riesgo va implícito en el alpinismo- en la montaña más alta del planeta, que han sido diez -solo en un día de 2015 hubo 19 víctimas mortales, la mayor tragedia en La frente del cielo-, sino por las causas que provocaron la mayoría de las defunciones: los atascos propiciados por el número de permisos de ascensión expedidos y la coincidencia de la mayoría de estos escaladores en una ventana de apenas tres días óptimos que ofreció la climatología para aquella masificación de alpinistas, además de la inexperiencia; muchos de ellos quizá solamente merezcan la condición de turistas.
La relevancia de los hechos la concedía la cifra en sí misma, pero las imágenes difundidas dimensionaron globalmente el problema. Nunca se habló tanto de la proliferación del ochomilismo.
Las manos del nepalí Nirmal Nims Purja fueron las que dispararon su cámara para obtener la fotografía más famosa de aquella marea humana que alimentó el debate sobre la multiplicación de las ascensiones y sus metodologías. Purja, por aquel entonces uno más de la muchedumbre, se encontraba entonces inmerso en una carrera por la historia del ochomilismo que le ha convertido de nuevo en protagonista tras alcanzar un hito para la historia del ser humano, pero que recupera el debate sobre el espíritu de la escalada.
A sus 36 años, Purja ha transformado las cordilleras del Himalaya y del Karakórum, que acogen a los catorce ochomiles, en pistas de tartán. Los crampones han sido sus clavos y los campamentos base, sus tacos de salida. Cada cima, su meta. Purja es el hombre que menos tiempo ha empeñado en hollar las catorce cumbres más altas del planeta: 190 días. Cada jornada contaba para elevar el reto en la posterioridad. Y eso que Purja ha batido la anterior marca con la holgura de más de siete años; el difunto surcoreano Kim Chang-ho -falleció en 2018 por una ventisca en el campo base del monte nepalí Gurja- empeñó siete años, diez meses y seis días para en 2013 ser la persona más rápida en coronar los catorce techos de la Tierra. En su caso, lo consiguió sin la ayuda de oxígeno artificial. El purismo no ha sido óbice para Purja; el nepalí ha hecho uso de diferentes ayudas externas, entre ellas, el oxígeno embotellado.
Lejos queda el precedente del polaco Jerzy Kukuczka, que en 1987 fue pionero al completar la ascensión a los catorce ochomiles en siete años, once meses y catorce días.
“Hoy ha completado su misión en 190 días”, comunicó el presidente de la agencia de escalada Seven Summit Treaks, Mingma Sherpa. La terminología bélica prolongaba de algún modo la condición militar de Purja, integrado en la Brigada de los Gurkhas, la unidad de élite del Ejército Británico conformada por nepalíes. De hecho, en 2018 fue nombrado Miembro de la Orden del Imperio Británico por la reina Isabel II al llevar a 13 gurkhas a la cima del Everest a fin de conmemorar los 200 años de existencia del cuerpo.
El Proyecto Posible 14/7 de Purja, que consistía en lograr la hazaña de pisar los catorce picos en siete meses, comenzó el 23 de abril para tachar el Annapurna. En mayo restó otros cinco ochomiles: Dhaulagiri (día 12), Kanchenjunga (15), Everest (22), Lotshe (22) -sí, encadenó el mismo día estas dos montañas- y Makalu (24). La segunda fase arrancó en julio, con otros cinco ochomiles: Nanga Parbat (día 3), Gasherbrum I (15), Gasherbrum II (18), K2 (24) y Broad Peak (26). La tercera y última fase, contemplada para acometer entre septiembre y noviembre, cerró ayer el esprint: Cho Oyu (23 de septiembre), Manaslu (27 del mismo mes) y Shisha Pangma (29 de octubre). 190 días. Plusmarca mundial.
El telón de fondo de esta carrera por las alturas era una campaña de micromecenazgo que pretendía recaudar 750.000 dólares para niños nepalíes en precariedad de condiciones. Era el apartado moral de un proyecto dotado de una ética encadenada a muchas críticas.
Purja ha recibido ayudas externas como oxígeno embotellado, el montaje de las cordadas previo a su paso -con el ahorro del tiempo y el peso del material que ello implica- o helicópteros que le han trasladado de campo base en campo base para ahorrar en los procesos de aclimatación.