En la era de los ciclistas precoces, esos que ganan un Tour de Francia a los 22 años, pisan el podio de la Vuelta a España con 20 o se exhiben a los 19 en la Clásica San Sebastián, reconforta dar con trayectorias cocidas a fuego lento, carreras deportivas forjadas en la carretera en paralelo a vidas personales con los estudios como sustento. Iker Ballarin (Vitoria, 1997) reconoce que le ha costado. Que cuando era juvenil miraba a la bici solo de refilón. Y que en su primera temporada como amateur sufría hasta demasiado. Sin embargo, concluida con éxito la última campaña como sub-23, hoy es el día en que puede encarar el futuro con tranquilidad e ilusión a partes iguales.

El domingo en Zaldibia certificó su victoria en la clasificación general del Torneo Lehendakari. Solo le faltan dos asignaturas para terminar la carrera, Ingeniería de Energías Renovables. Y desde la Fundación Euskadi ya le han comunicado que cuentan con él para que dé el salto al pelotón profesional en 2020. “Tengo comprobado que, yendo poco a poco, con tiempo, uno puede progresar mucho. Y, además, a partir de ahora voy a contar con esa tranquilidad mental de haber terminado unos estudios. Se me presenta la oportunidad de dedicarme solo a la bicicleta, entrenando a tope pero sin presión, sabiendo que hay otras salidas ahí, preparadas para cuando se acabe el ciclismo”.

El discurso de Ballarin no está reñido con la ambición deportiva. Para comprobarlo, nada mejor que un repaso a su trayectoria reciente. “Quizás me cueste ganar. Pero este año, al margen de las victorias, he estado muy cerca en varias ocasiones. En líneas generales, me he mostrado bastante regular, sobre todo a partir del mes de junio”, repasa el alavés, que ha levantado los brazos en dos ocasiones durante 2019: venció la prueba del Euskaldun que concluyó en el Santuario de Nuestra Señora de Oro en Murgia, y también el Campeonato de Euskadi en Markina. Se considera un ciclista que principalmente funciona cuesta arriba, aunque puntualiza que los puertos largos pueden llegar a atragantársele. “Menos mal que por aquí no los tenemos así”.

Se deduce de sus palabras que los casi nueve kilómetros del Picón Blanco se le harían eternos, durante la pasada Vuelta a Burgos. Aunque al ciclista del Goierriko guipuzcoano, equipo esponsorizado por Laboral Kutxa, le ha quedado un fenomenal recuerdo de la carrera, que disputó como staggiare con la propia Fundación Euskadi. “Disfruté un montón, principalmente el día de la fuga”. Y es que esa es otra. Durante la segunda etapa, solo su tercer día entre profesionales (había disputado también el Circuito de Getxo), logró meterse en una escapada. “Sufrí pero también la gocé, sobre todo con el ambiente que había a nuestro paso por los pueblos. Resguardado en el pelotón no te das cuenta de todo el público que mueve una carrera de la elite. Si vas delante, lo percibes mejor”.

La experiencia burgalesa, eso sí, puso sobre aviso a Ballarin. “Correr con los pros es otra cosa. Cambia todo. De salida se va muy rápido y te comes un látigo por curva. No hace falta que sean cerradas. Luego se forma la escapada y hay un parón que en aficionados no existe. Y finalmente llega el momento de apretar. Van arrancando poco a poco y terminan llevándote con el gancho. Parece que eso no se acaba nunca”. Iker acredita nivel y cabeza para adaptarse. “No espero andar desde un principio. Pero pienso que podré ir a más con el paso de los meses”. Que así sea.

Nombre. Iker Ballarin Manso.

Edad. 22 años. Nació en Vitoria el 4 de mayo de 1997.

Equipo. Goierriko Laboral Kutxa.

Trayectoria como amateur

2016Infisport-Araba

2017Quick-Step Telcom

2018Goierriko Ampo

2019Goierriko Laboral Kutxa

Cuatro victorias. En 2018, ganó el Memorial José M. Anza (Tolosa). Este año ha ganado en Murgia (Euskaldun), Markina (Cto. de Euskadi) y la clasificación general del Torneo Lehendakari.