PAU - Esto podría ser una bonita historia de ficción, pero es la realidad. Cuando se cumple medio siglo de que el hombre llegara a la Luna - ya saben, de aquella frase mítica de Neil Armstrong cuando la pisó: “Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad”-, en Pau cayó del cielo el maillot amarillo del Tour. Una paracaidista se posó con la prenda dedicada a Eugène Christophe, el primer hombre en lucirlo cien años atrás. La prenda la recogió Julian Alaphilippe, que se proyectó hasta el infinito y más allá en una crono sideral. “He superado mis límites”, dijo. Alaphilippe, el héroe del hexágono, completó una actuación estratosférica para derrotar a Thomas, el gran favorito y al que todos temen, por 14 segundos y reforzar con el tacto de los sueños su reinado en el trono de Francia. “Es algo increíble, estoy muy contento. Sin querer ser pretencioso, pensaba que podría mantener el maillot amarillo, pero no ganar la etapa ante especialistas como Geraint Thomas”, aseveró el francés. En el imaginario colectivo, los extraterrestres visten de verde. En Pau, el extraterrestre vistió de amarillo. ¿De qué planeta viniste, Alaphilippe?

El festejo del galo después de una descomunal exhibición en un terreno, el de las cronos, que no es el suyo, encerró el remate a una jornada increíble que dejó el Tour en estado de shock. No había ganado un francés una contrarreloj de la ronda gala desde 2001. Lo hizo Christophe Moureau. El líder, extasiado, eufórico, puro frenesí, alzó el brazo para la celebración y como si fuera un muchacho travieso derrapó con la bici y sacó la lengua antes de completar el cuadro con una pose orgullosa. Ni un jadeo de fatiga. Ni un gesto de esfuerzo. Ni un latido desbocado en Alaphilippe, que voló como nunca antes. El francés se agarró al mantra de que el amarillo da alas. En realidad, le debieron atornillar unos cohetes. Después de abrazarse a Francia, que le venera porque el último vencedor fue Bernard Hinault y eso ocurrió en 1985, el líder se sentó en el suelo, sereno, relajado, y tomó agua. El baño de champán le esperaba en el podio en una jornada histórica en la que la Grande Boucle recordaba a los héroes que han portado la prenda sagrada. La grandeur era Alaphilippe, al que sus compañeros lloraron el triunfo por la emoción en el autobús del equipo. Mosqueteros. Uno para todos y todos para el D’Artacan francés.

En medio de la exaltación, de la levitación del galo en los 27 kilómetros de quebrado recorrido, Landa se sintió bien. El alavés marcó un registro decoroso, a 1:45 del líder. Acumula seis minutos de retraso en la general. “Vistas las diferencias con los hombres que han llegado justo antes que yo a meta, parecen buenas señales. Me he encontrado bien. Ha sido una crono muy dura. He ido un poquito de menos a más”, argumentó el murgiarra en un día en el que Alaphilippe no dejó títere con cabeza. El francés guillotinó a todos en la fiesta de su dominio. El sol de Alaphilippe lo eclipsó todo en una etapa que gobernó De Gendt hasta que asomó Thomas. Después, ocurrió Alaphilippe, que dejó al galés sin sonrisa. Además, el líder metió 36 segundos a Urán, 45 a Porte y Kruijswijk, 49 a Pinot, 58 a Enric Mas, 1:07 a Fuglsang, 1:36 a Bernal y 1:51 a Quintana. Salvo Thomas, que persigue al francés a 1:26, el resto de competidores penaliza más de dos minutos en la general. Kruijswijk pierde 2:12, Mas, su compañero, 2:44, Bernal, 2:52, Pinot, 3:22, Urán 3:54, Quintana 3:55, lo mismo que Adam Yates, Fuglsang, 4:29, Porte, 4:44 y Bardet, 5:46. “Mañana (por hoy) es un día completamente diferente, será duro mantenerlo. Pero hemos firmado una buena operación, con la victoria y con Mas, que también ha ganado puestos en la general”, concluyó el líder, que ve el Tour desde un plano cenital.

thomas, sorprendido Alaphilippe pintó Pau de amarillo chillón en una demostración para el memorándum del Tour. Nadie pensaba en lo imposible. Bueno, sí, su primo y entrenador, Frank. Él le susurró antes de subirse a la rampa de despegue que podía ganar la crono. “El recorrido no me iba mal, sobre todo en la primera parte, donde lo he dado todo, pero en la segunda creo que me he superado. No tenía nada que perder”. Alaphilippe, que según la lógica salía a defenderse, no solo sostuvo el liderato, sino que batió a Thomas, el campeón en curso y el principal candidato a continuar con la tradición del Ineos en el julio francés. “No me esperaba esto de su parte. Está increíblemente bien y claro que es un favorito o, al menos, uno de los que habrá que vigilar”, apuntó, sorprendido, el galés.

Ese era el pronóstico hasta que Alaphilippe retumbó como un trueno en la crono de su vida y estremeció los cimientos de la carrera. El líder derrotó a todos. Los fusiló. Lastró con 14 segundos a Thomas, que pierde 1:26 respecto al francés, pero mostró su jeraquía ante Bernal, lejos de lo que se esperaba. Lo tendrá complicado el galés si el líder continúa con semejante estado de forma. “Tiene opciones de mantener el maillot amarillo hasta el final por la forma en la que compite. Si sigue así, va a ganar”, radiografió Thomas, al que se le indigestó el tramo definitivo. “No es una excusa. Al final, además, ya no lo sentía. Pero tenía que controlar y cuando trataba de dar el máximo notaba que me faltaba un poco”, se sinceró el galés. Nada que ver con el alado Alaphilippe, arengado por el griterío de Francia. “En la segunda parte ni siquiera escuchaba lo que me decía mi director por el gentío que gritaba. Pero no quería dejarme nada de energía”, estableció un tipo que en este curso ha sido capaz de conquistar la Flecha Valona, la Strade Bianche o la Milán-San Remo. Despiezado medio Tour es el líder tras vencer dos etapas. ¿Alguien da más? Alaphilippe llega a la Luna.