vitoria - El escritor y orador estadounidense Zig Ziglar en una de sus conferencias respecto a la superación personal del individuo dijo: “No es lo que te pasa lo que determina lo lejos que llegarás en la vida sino la forma de manejar lo que te sucede lo que te hará llegar a donde te propongas”. Este sentimiento de lucha fue el que siguieron Leyre Retuerto y Julián Mora cuando a punto de dar a luz a su primera hija, Janire Mora, les comunicaron que la niña iba a nacer con un retraso madurativo, nombre que le dan antes de investigar lo que le sucede. Poco después les confirmaron el diagnóstico. Janire sufría una tetraparexia espástica asociada a la parálisis cerebral, que afecta al lado izquierdo de su cuerpo.
Tuvieron que pasar dos meses desde su nacimiento para lograr un resultado. Dos meses de incertidumbre para saber qué le sucedía a Janire. Dos meses en los que a la joven pareja se le comunicó que su hija tenía que aguardar ingresada a la espera de resultados. Todo por una infección durante el embarazo, no detectada a su debido momento, que con un antibiótico se hubiera curado. Aun así, nunca han querido culpabilizar a nadie de lo ocurrido y lo único que hicieron fue ponerse el objetivo de hacer a Janire la vida más fácil. “Nuestra hija para nosotros es un regalo”, indica la madre mientras que el padre asegura que lo más complicado es para Janire “porque no vive” y ellos lo único que quieren es “hacerle la vida más llevadera”.
La joven vitoriana de 19 años, cumplidos el 31 de marzo, devuelve con una sonrisa cada gesto de cariño que recibe de la gente a su alrededor. Siendo esto, quizá, el gesto mediante el cual Janire intenta transmitir agradecimiento. A su lado siempre está su inseparable hermana Haizene, de ocho años. La pequeña ayuda a la mayor, la apoya, cuida, defiende ante todos y quiere con locura. Ella no ve a Janire diferente a nadie y por ello no comprende cuando por la calle les miran raro. “La gente no se da cuenta del daño que puede hacer una mirada, incluso más que una palabra. Duele cuando nos miran con lástima”, asegura Leyre. Haizene desde que nació se ha convertido en su mano derecha y su fiel escudera. En definitiva, en la pieza del puzle que le faltaba a la familia en todo el camino ya andado junto a Janire. “Nos ha dado la fuerza necesaria y alegría que necesitábamos. Estoy muy orgulloso de las dos”, confiesa Julián.
Janire tiene que ir en silla de ruedas. Una eléctrica con la que supera todas las trabas del camino y que maneja ella gracias a un joystick colocado en el apoyabrazos derecho de su silla. El problema es que con el paso del tiempo la silla que un día le valió se le ha quedado pequeña. En la actualidad y desde que cumplió los 18 años no tiene una silla acorde a sus medidas. La nueva vale alrededor de 15.000 euros y todo el coste corre a cargo de la familia, sin ayudas de ningún tipo. Por ello, todo este tiempo han intentado recaudar dinero mediante la recogida de tapones, venta de camisetas -12 euros cada una y se pueden conseguir contactando con Leyre Retuerto a través de Whatsapp, 697792849-, donaciones o a través de su página de Facebook, Una tarta por Janire, vendiendo tartas de pañales o chuches. Gracias a estas donaciones llevan 4.000 euros recaudados. Cifra muy lejana del total necesario para comprar la silla eléctrica.
La última acción solidaria será subir el Gorbea, desde las canteras, once veces el fin de semana del 15 y 16 de junio de este año. El reto lo realizará Aitor Costa y Janire lo subirá una vez con la ayuda de Montes Solidarios, que se ofrecieron a subir junto a ella ayudados de una silla especial siempre que el tiempo lo permita. Costa mensualmente hace retos personales en los que intenta superarse cada vez, pero este año quiso darle un color solidario a uno de ellos. Enseguida recordó el caso de Janire y tras presentarse a la familia con la propuesta no ha hecho otra cosa que prepararse para el reto. Aunque reconoce que le da igual no lograrlo si consiguen el dinero para la nueva silla eléctrica.
Janire, mientras tanto, aguarda con una sonrisa la llegada del reto. Sonrisa imborrable y regalo que dedica a cada persona que se acerca a ella. Los padres, por su parte, estarán eternamente agradecidos a Aitor por su ofrecimiento a realizar el reto así como a la repercusión pública que está teniendo todo. Por último está Haizene. La pequeña de la casa y alegría de la misma que subirá una vez el Gorbea junto a su hermana, a la que seguirá defendiendo siempre y ayudando a tener una vida digna.