e l ser humano tiene una preciosa capacidad de criticar y juzgar todo lo que tiene a su alrededor. No me gusta esto, no me gusta aquello? Quejas, críticas y energía desgastada en ser víctima de la situación y no protagonista.

Acostumbramos muy a poco a hacer reconocimientos sinceros a cosas que se hacen bien. Y si no me crees, ahí va mi pregunta:

¿Cuál es la ultima vez que le has dicho a un compañero o compañera de trabajo su gran labor en la empresa?

¿Cuál es la ultima vez que le has agradecido a un amigo el simple hecho de estar ahí y escucharte?

Es por ello que quiero aprovechar la ocasión para hacer un reconocimiento a esta hinchada de fútbol que jornada sí y jornada también, se dejan la voz para animar al Glorioso. Y es que, si me permitís el reconocimiento, hacen muchas cosas bien.

Hablaba el otro día con un entrenador de fútbol sobre lo retador de su profesión. Desde infantiles hasta juveniles, pasando por profesionales, todo el mundo critica su labor y aporta su opinión sobre cómo debería jugar el equipo, qué jugador habría que cambiar o qué tácticas tendría que llevar el entrenador. Todos y todas llevamos un entrenador dentro que entendemos sabe mejor que nadie como gestionar un equipo y hacerlo jugar.

En los campos de fútbol observo que siempre pasa lo mismo. Qué fácil es silbar a ese jugador que no corre lo suficiente o criticar a ese entrenador que no es valiente y juega de manera defensiva. La pregunta del millón es: ¿Para que utilizamos la crítica?

Si el objetivo real es que tu equipo gane, la critica y el abucheo no parece la mejor forma de conseguirlo, ¿no?

Y es que os voy a poner un ejemplo muy sencillo. Lunes por la mañana. El fin de semana ha sido duro y estás en tu oficina tratando de hacer bien tu trabajo. La mente no responde y cometes un par de errores que cuestan a tu empresa un par de pedidos. De repente, viene el jefe y empieza a silbarte. Tú no entiendes nada. Realmente lo que necesitas es ánimo para ser capaz de levantar el día y afrontarlo de la mejor manera posible y, sin embargo, escuchas el siguiente comentario: “A ver si te pones a trabajar ya, que estás ganando 1.800 euros al mes, vago”.

Tras este comentario, decides ni siquiera esforzarte. ¿Para qué, si me van a pagar lo mismo? El jefe acaba enfadado y tu no alcanzas ni siquiera el 20% de tu capacidad.

¿Qué pasaría si ese día tu jefe se sienta a tu lado y te pregunta por tu situación?

¿Qué pasaría si te da un par de palmadas y te dice que pase lo que pase, estará ahí para lo que necesites?

Y es que tenemos un precioso entendimiento de lo que es amor en esta sociedad. “Te quiero mucho, pero se te olvidó el regalo de San Valentín”. Un amor con condiciones, en el cual la línea entre el amor y el odio es muy fina. Trasladado al fútbol, “te quiero mucho, pero como este año no ganes te silbaré seguro”.

¿Qué me sorprende de Iraultza 1921? Que como ellos mismos dicen: “Dale, dale, dale o enamorado del Glorioso, desde la cuna hasta el cajón, toda una vida caminando por esta pasión”.

Es un amor incondicional, un amor sin condiciones. Y es que “no me importan esos malos resultados, al Glorioso lo llevo en el corazón”. Ahora que va todo viento en popa, qué sencillo es estar ahí. ¿Pero os acordáis cuando pululábamos por los campos de Segunda B? ¿O cuando el año pasado el equipo no ganaba ni un partido? Seguían animando incondicionalmente. Ahí es donde realmente se ven las hinchadas y estoy convencido que gracias a que “la Primera División es mi obsesión” hoy en día podemos “ver a la hinchada del Deportivo enloquecer”.

Desde este pequeño espacio, ¡mi más sincera enhorabuena por el gran trabajo que estáis realizando! Para alguien que no es muy entendido de fútbol, el simple hecho de poder ir algún fin de semana a disfrutar de vuestro amor incondicional es aprendizaje suficiente para poder aplicarlo en el día a día de este bonito camino llamado vida.