2 Eduardo Oyarzabal
teruel ? “El año pasado (al visitar Motorland) necesitaba 5 puntos; este año estoy con 67 por encima; si me recuperan 5, 9 u 11 puntos, no pasa nada”. Amanecía el Gran Premio de Aragón con estas declaraciones. El estratega de éxito no desnuda sus planes, no ofrece información más que la convenida. Incluso trata de despistar recurriendo a la argucia, a las mentiras piadosas, esas que no hacen mal a nadie. Marc Márquez es un bribón. “Tenemos que mesurar el riesgo”, anunciaba a los cuatro vientos, al equipo Ducati, su némesis. Después de 23 vueltas al circuito de Motorland, rectificaba Márquez: “Llevaba carreras arriesgando pero no llegaba. Me he dicho: ‘Me la juego’”. Ese “me la juego” es la antítesis de su discurso previo al gran premio, en el de la moderación, el del conservadurismo, el del temor a una caída en carrera ?en los entrenamientos se ha ido al suelo en dos ocasiones este fin de semana: el sábado y en el warm up?.
Márquez se jugó el pellejo en Alcañiz. Corrió con la necesidad del que está arruinado. Se cansó de ver sucederse las oportunidades de enriquecer su opulento palmarés.
Motorland era todo simbología. Es el primer circuito que alberga una curva bautizada con su nombre; a Márquez, legendario en activo, no le hace falta jubilarse para cobrar honores. En Aragón, Ducati, que únicamente ha vencido allí en 2010 ?con el espléndido de Stoner?, acechaba desde las dos primeras posiciones de la parrilla de salida la ocasión de trenzar la racha más fructífera de su historia: cuatro victorias consecutivas. Cabe sumar a estos alicientes el hastío de Márquez tras un páramo de tres carreras sin ganar, voraz como es él. ¡Ideal! ¡Pues hala! ¡Acción!, que diría el canijo, esa angelical sonrisa andante con mezcla de picardía, satisfacción y felicidad. Un pequeño gran diablo.
Después de tres pruebas alojado en la sombra del éxito, regresó el monstruo de las carreras. El “mesurar el riesgo” se lo pasó por el forro de su Honda. ¡Ay si hablase su carenado! La conversación de ayer hubiese sido: “Hola, Dovizioso”; “bienvenido de nuevo, Dovi”; “¿qué hay de nuevo, viejo?”. Así hasta hermanarse la japonesa Honda y la italiana Ducati. Se entendían porque hablaban el mismo idioma, el del riesgo. Márquez y Dovi, en ardoroso debate por la victoria, brindaron por el deleite.
Agazapado Márquez, dejó sobrepasar el ecuador de la prueba, estudiando entretanto a su futuro rival, Dovi, la única Ducati en pie, porque Jorge Lorenzo fue tumbado por su ansiedad en la primera curva. En las lides de los primeros acelerones, el mallorquín suele ser piloto aventajado, el primero de la fila, pero ayer Márquez fue precoz. El catalán inauguró el primer ángulo en Motorland; Lorenzo no lo asumió y abrió gas antes de tiempo en plena inclinación. Plegado, derrapó la goma trasera y... ¡batacazo! Salió escupido por su máquina, por orejas. Abandonó la pista en camilla. Factura: luxación y fractura de dos dedos del pie. Un accidente con muy mala pinta. Segunda caída seguida para Lorenzo, abatido por la codicia.
petición de disculpas “Espero que Marc me pida perdón y no me lo vuelva a hacer”, protestó, ofreciendo su debatible versión de los hechos: “La entrada de Marc me ha impedido entrar en la curva e ir largo, y para intentar que no me pasaran cuatro o cinco pilotos he abierto gas inclinado y por la zona sucia, y se me ha ido de atrás. Me ha arruinado la carrera y, sin ninguna duda, la próxima”. Su verso fue propio de la frustración, porque Márquez no actuó de forma reprochable. Ganó con limpieza la primera plaza. Frótense las manos; ya hay leña para el fuego de la rivalidad de 2019 entre compañeros.
Abatido el ímpetu de Lorenzo y su eterna estrategia de fuga en las primeras vueltas, Márquez se tomó un respiro. El “mesurar el riesgo” azotaría la mente del público entonces. El catalán cedió el liderato a Dovi. A estos dos se sujetaron las Suzuki de Iannone y Rins. Tras ellos, una brecha incurable. Reinaba la paz y la armonía. Así, se fueron consumiendo las vueltas en Alcañiz. El guionista de esta prueba parecía como quien degusta un plato combinado. Lo bueno, para el final. Alcanzado el ombligo de la carrera, la monotonía se hizo hostilidad. Agotada la Guerra Fría, llegó lo bueno. Guerra Mundial. Márquez sacó a pasear todo su arsenal. l