mañón - En el punto más septentrional de la península, en el Faro de Estaca de Bares, donde acaba la tierra y se enerva la mar, que horada la roca y llena de aristas los acantilados, los nobles de la Vuelta, los aristrócratas que exigen servidumbre, se asomaron al abismo. Allí donde las aguas del Sor se juntan con el Atlántico y el Cantábrico, con vista a todo, Jesús Herrada se vistió de líder en medio de la guerra dialéctica que mantienen el Movistar y el Mitchelton. Enmarañados en su ajuste de cuentas de quién tira y quién deja de tirar, Herrada agarró el liderato con una ventaja de 3:23 sobre Simon Yates y un segundo más sobre Valverde, que el día anterior se quejó de que el equipo del inglés no era capaz de coger las responsabilidad. Entonces comentó el del Movistar que al Mitchelton le gustaba ir “de gratis”. Camino de Estaca de Bares ambos pagaron con intereses su indolencia, la racanería, ante un escapada que llegó a meta con 11:40 de ventaja. Un mundo. Alexander Geniez, alumbrado por el faro que cuida la costa, una luciérnaga para los marinos, conquistó la jornada en un apretado mano a mano con Van Baaerle en un hilo de asfalto tan estrecho que ambos acabaron el pulso en el suelo al chocarse con un miembro de la organización que corría en medio de la carretera una vez atravesada la meta. “Es inaceptable que después de un mes de trabajo que ha implicado a todas las partes para hablar sobre cómo mejorar la seguridad en las carreras, aún nos encontremos con episodios como la caída que se ha producido en la llegada”, dijo indignado Gianni Bugno, presidente de la Asociación de Ciclistas Profesionales. “No estamos dispuestos a aceptar las explicaciones a posteriori por accidentes previsibles. Los organizadores deben cumplir con su deber y deberían ser sancionados si no respetan los reglamentos”, expuso Bugno sobre un accidente en una llegada sin sitio para respirar. “No me caí porque me agarró un policía. No entiendo cómo había tanta gente en la meta. Si llega a haber 100 corredores no hubiesen podido pasar”, analizó Van Baarle, víctima de la torpeza de la organización.

Herrada, que no pudo agarrarse al zapatazo de los más fuertes de los fugados, se mostró feliz desde lo más alto. “Es un sueño”, enmarcó el conquense. De Cuenca también era Luis Ocaña, que venció la Vuelta en 1970. Lo que le dure la felicidad a Herrada es un misterio que se resolverá desde la subida a La Camperona. “La idea es mantener el maillot todo lo posible y defenderlo. No tengo nada que perder”, estableció el nuevo líder. Lo que no tuvo secreto alguno fue la apatía y el abandono que protagonizaron desde el Mitchelton y el Movistar. Ambos equipos quieren la carrera, pero a su manera. Gastando lo menos posible. El maillot rojo es un marrón. Nadie quiere darse por aludido en la defensa por el liderato. “Para nosotros que Herrada se ponga de líder es perfecto”, dibujó Alejandro Valverde, portavoz del Movistar, que decidió perseguir la fuga cuando restaban 35 kilómetros para el final y la renta era de más de once minutos, el tiempo con el que se presentaron los más fuertes en meta. Herrada no pudo entrar en la selección definitiva. De lo contrario dispondría de casi seis minutos de ventaja. “Al final hemos tirado nosotros para que la escapada no pillara demasiado tiempo”, expuso Valverde.

La fuga apiló una renta enorme en cuanto se colaron 18 corredores, fotocopiando lo sucedido un día atrás. Movistar y Mitchleton tropezaron en la misma piedra. De Pinot a Herrada. La misma historia. Herrada flotaba a 5:45 en la general. De Gendt, Teuns, Padun, Nibali, Campenaerts, Lluis Mas, Jonathan Lastra, Mikel Bizkarra, el propio Herrada, Torres, Machado, Conti, Formolo, Van Baarle, Brambilla, Geniez y Devenyns conformaron un grupo de enorme calidad. Se entendieron con la mirada. No necesitaron cruzar ni un sola palabra mientras el Mitchelton continuaba con la cháchara, al igual que el Movistar. En una carrera tan prieta, en la que no se defiende una ventaja, porque solamente se honra una prenda, el maillot rojo continúa en alquiler.

caída tras la meta Entre los escapados, con montones de vatios que expresar, se solidarizaron. Herrada era el más interesado mirando al escaparate de la general, pero el premio de la etapa era muy apetecible para el resto. En un terreno donde la persecución era compleja, los fugitivos corrieron sin retrovisor, con la única ambición de la victoria. Cuando restaban menos de cuarenta kilómetros se repartieron los ataques y los contraataques. Sufrieron Bizkarra y Lastra con sus enjutos armazones. Herrada, fortalecido por el liderato, rastreó todos los palos que pudo hasta que se le agotó la batería. En cabeza quedaron Campenaerts, Brambilla, Formolo, Padun, Geniez, Teuns, Devenyns y Van Baarle, los elegidos que entraron en un embudo, a donde llevaba una carretera ideal para un anuncio de coches que vende que uno conduce su destino hacia el fin del mundo, pero estrechísima para un pelotón. Tras la disputa cerrada entre Geniez y Van Baarle ambos chocaron con un señor que se encontraba en la carretera después de la meta. Los ciclistas, lanzados, no pudieron esquivarle. Por detrás, el Mitchelton y el Movistar, al trote, fintaron la responsabilidad. Se la quedó Jesús Herrada, que pegó el estacazo. Líder de la Vuelta. La roja es un marrón.