Me lo imagino en su juventud como el típico estudiante ideal, discreto, callado, pelín empollón, comedido siempre en sus acciones? Un lujo para cualquier profesor. Me lo imagino haciendo cumplidamente los deberes, sacando buenas notas, con su pequeño cuerpo pero amueblada cabeza. Me lo imagino esperando la hora del recreo con impaciencia, mirando el reloj una y otra vez a la espera de salir disparado hacia el patio. De hecho, es lo que hacíamos todos? Qué mayores somos? Me imagino al pequeño Andrés llegando el primero al campo de futbito, veloz como una culebrilla, dispuesto a mimar el balón, a adorarlo con sus aún pequeños pies, dejando boquiabiertos al resto de sus compañeros. Me lo imagino ya entonces como un buen chaval y una joya en potencia. Con ocho años se incorporó a las categorías inferiores del Albacete Balompié aunque él, en su más tierna niñez, era seguidor merengue. Las vueltas que da la vida? Con 12 años tomó parte en el torneo nacional alevín de Fútbol 7 de Brunete y, como es lógico, comenzó a deslumbrar. Real Madrid y Barcelona fijaron sus ojos en él y el padre de Andrés se decantó por la entidad culé. La Masía le esperaba y en La Masía se formó como un genio de los buenos, no de los excéntricos, sino de los que sólo hablan en el campo, con el balón en los pies y el juego en la cabeza. Tras dos temporadas en el filial blaugrana, la élite del primer equipo de Louis Van Gaal le llamó a filas, privilegio que ha mantenido las últimas 16 campañas. El número 8 ha lucido en su zamarra durante la mayor parte de estas temporadas, un dorsal propio de un organizador, de un cerebro privilegiado con capacidad de visión extraperiférica, como los superhéroes, con facilidad para girar 180º sin caerse, de acelerar, frenar, todo con la elegancia de un calzoncillo con pata, mimando el cuero de forma alternativa con izquierda y derecha, dibujando croquetas con bechamel delicatesen, haciendo fácil lo difícil? Con lo difícil que es eso? Durante muchos años tuvo a su lado a su Sancho Panza, o a su Quijote, según se vea, a su Xavi Hernández del alma. Juntos compusieron las más bellas sinfonías de un Barça de leyenda, de un equipo mágico que hizo del fútbol una obra maravillosa. Ambos, pequeños pero gigantes, engrandecieron el resplandor de un deporte extraordinario cuando prima el buen gusto, el talento y las sutilezas. Xavi, su fiel compañero, decidió emigrar para buscar otras experiencias, menos presión, más dinero si cabe, y un final de su carrera pausado tras una trayectoria al sprint. Ahora, Andrés Iniesta, ese genio sin broncear, ese sutil pianista difícil de imaginar vociferando al frente de una manifestación, parece a punto de decir adiós al Barça. Su destino, el Chongqing Dangdai Lifan chino, de nombre más largo que tradición futbolística, pero con Gerard Piqué en el accionariado y con un acuerdo para la comercialización del vino propiedad de la familia Iniesta. El de Fuentealbilla ha decidido virar su trayectoria y emigrar, no como nuestros jóvenes necesitados de un futuro, sino como vía de escape a toda una vida de presión y máxima exigencia. Iniesta ha sido un triunfador, un hombre idolatrado en todo el mundo -menos en San Mamés- que prefiere pasar a un segundo plano. Y si tenía alguna duda, la humillación y enorme decepción vividas en la eliminatoria de cuartos de la Champions frente a la Roma supusieron la puntilla a su futuro culé. Su rostro de tremendo sufrimiento en el banquillo en los últimos minutos del choque de vuelta lo decía todo. El pasado sábado, en el Metropolitano, el fútbol volvió a presenciar su enésima exhibición de romanticismo, como un torero en su faena más bella, con indulto del morlaco y del propio balón. Iniesta parece a punto de decir adiós a la Liga para desgracia de los amantes del fútbol, de Oliver y Benji, del lujo para los ojos pero, sobre todo, para desgracia del Barça. Nadie resulta imprescindible pero algunos más que otros. Se va el genio sin broncear, el jugador que amansaba a los rivales. Eterno, Iniesta.
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