Bilbao - Aitzol Atutxa firmó el domingo una semana redonda. El jueves ganó el Campeonato de Bizkaia por parejas junto a Julen Larrea -su decimotercera txapela seguida de la modalidad- y en el Gasca de Donostia se llevó el Campeonato de Euskadi de aizkolaris, el cuarto consecutivo. La era Atutxa II es una realidad. 18 segundos le separaron del navarro Iker Vicente y bien valen la lana.
En los días previos a la disputa de la final del Campeonato de Euskadi de aizkolaris vaticinó que la txapela iba a estar en un puño...
-¡En un puño cerrado! Ya se veía en las eliminatorias y en las previas, en las que nos vemos todos los rivales, que se manejaban esas pequeñas diferencias. En el Josean Gasca todo se determinó en muy poco tiempo.
18 segundos que valen una eternidad y valen para colocarle entre los mejores aizkolaris de la historia.
-Sirve para estar arriba, para continuar otro año más. A ver si es posible seguir detrás de aizkolaris como Mindegia, Arrospide, Olasagasti o Nazabal. Eso es lo máximo. He empatado con Arria II y Astibia, a los que ni siquiera vi cortar.
Comentó al término de la final que no se había encontrado cómodo.
-No disfruté. En otros campeonatos, aunque no haya ganado, sí que he disfrutado. El domingo no lo hice. Estuve con molestias y con dificultades. Al final, lo que vale es la txapela. Conseguí un triunfo bien sudado. Lo que no disfruté en la cancha, lo disfruté después.
¿A qué se debió esa incomodidad?
-Sabía que el cuerpo no estaba del todo bien. La labor del verano fue dura y notaba esa saturación. No empecé mal, pero después no estuve bien. Había viento sur y eso influye al deportista, porque el calor afecta. Hubo distintos cambios de temperatura que no ayudan.
¿Esta es la txapela del sufrimiento?
-Sí. Es el título de Euskadi más sufrido. También es la txapela del sueño. Es la que te coloca en el Olimpo. Es la cuarta. La primera puede ser de casualidad; la segunda, la confirmación; la tercera, la autoridad, y la cuarta, el sueño. Es la que te pone en lo alto.
¿Le ha dado vueltas a todo lo conseguido hasta el momento? ¿Es consciente de que está situado entre los mejores de la historia?
-Son cuatro txapelas de Euskadi y, además, consecutivas. Ni me lo creo. Cuando empecé, conseguir una txapela ya era el sumun para mí. Ganar dos, tres o cuatro es algo que se te va de las manos.
¿El sacrificio diario merece la pena por jornadas como la del domingo?
-Sí. Quitamos horas al ocio para entrenar todo el tiempo que se puede. Merece la pena seguir adelante y seguir con esta ilusión.
Iker Vicente acabó a apenas 18 segundos de usted. ¿Cómo vivió esa competencia?
-Sabía que no estaba físicamente del mejor modo, notaba esas rarezas en el cuerpo y tomé la decisión de comenzar fuerte para intentar encontrarme más cómodo y coger una diferencia. No pudo ser así. A mitad de prueba, no sé ni quién venía cerca. Sé que Mugertza II estaba con nosotros, que Otaegi iba remontando... La verdad es que lo viví así. La suerte quiso que Iker estuviera en la calle de al lado y sí que le vigilaba. A mitad de tajo, fuimos cerca. Es difícil llevar eso, porque, si está por detrás, piensas que te va a pasar, y si no, que no vas a llegar. No me pasó y me di cuenta de que no tenía mucho más que dar. Me escapé cincuenta segundos, pero volvió a acercarse. Hubo un mar de momentos.
¿Una victoria basada en la fortaleza mental?
-Sí. Son deportes individuales y en los cuarenta minutos de trabajo me vi ganador, retirado, exhausto, en cuarta posición... Me vi en tantas situaciones que no sabía ni qué sentía. Lo único que me quedaba era seguir hacia adelante.
Trabajo, trabajo y trabajo. La receta del éxito.
-Está claro. Parece que cuarenta minutos se pasan rápidos, pero cuando estás sufriendo son muy largos. Hay que intentar seguir y pelear hasta el final. Se me hicieron muy largos. Tienes que seguir trabajando. Ese tiempo se hace eterno.
El año pasado en el frontón Bizkaia de Bilbao terminó la final en 44:47 minutos, mientras que en Donostia acabó la labor en 40:53. ¿Cómo lo valora?
-Lo que influye es la madera. Creo que la primera mitad fue más rápida que la segunda, en la que había troncos más duros. Ese tiempo no significa nada. No le doy importancia. Cada año cambia el material.
Lo que está claro es que el espectador y el aficionado quedaron encantados por cómo se desarrolló la prueba.
-Sin duda. Al que le gusta este deporte disfrutó. El que estuvo en el Gasca el domingo garantizo que volverá el año que viene. Eso es bueno.
¿Su siguiente objetivo?
-El domingo disputaré en Getxo la final de la Liga de Campeones con Rekondo y Vicente, a partir de las 12.00 horas. Después, me gustaría descansar. Coger oxígeno.