Dice Usain St. Leo Bolt que ya no quiere correr más, que ya no le resulta divertido, que ya no quiere seguir haciendo los esfuerzos y sacrificios que requiere el deporte de alta competición. Por eso, el Mundial de atletismo que comienza mañana en Londres será la ultima aparición de la leyenda de Trelawny. El Relámpago se extingue, ya no habrá más explosiones de velocidad en la recta y la curva de ningún estadio, ni más shows al final de las mismas tras entrar vencedor, como ocurrió hace poco cuando ganó en Mónaco y se puso a bailar con las animadores, ni flechas imaginarias disparadas al aire, ni más medallas. Bolt lo deja para hacerse humano, para poder contar a sus hijos que durante unos años fue el más rápido del mundo y lo será para siempre, probablemente: “Forever fastest”. Entonces, el deporte perderá a una de sus grandes estrellas de este siglo, un atleta excepcional que tratará de añadir dos medallas de oro más a su impresionante palmarés.
En el Estadio Olímpico, correrá solo los 100 metros, cuya final está prevista para este sábado a las 22.45 horas de Euskadi, y el relevo 4x100 en un último servicio a Jamaica, que se ha convertido gracias a Bolt en cuna de velocistas. Quizás sea cierto que ya no le apetece correr, llevar su cuerpo al límite, porque el ocho veces campeón olímpico llega a Londres con solo tres carreras este año y con una marca de 9,95 que para él resulta mediocre. Por eso, ha preferido no arriesgar y prescindir de los 200 metros, la carrera en la que mejor puede expresarse como atleta y que no ha disputado este año. Pero a decir de muchos también es en la que ahora mismo está más expuesto a la derrota por la consolidación de Wayde van Niekerk y la irrupción de Isaac Makwala, que han corrido muy rápido este año, aunque lejos del sideral récord mundial del jamaicano en el doble hectómetro.
“Retirado, invencible, imparable”. Estos son los titulares que le gustaría leer a Bolt al acabar el Mundial, aunque durante la presentación de las zapatillas que le impulsarán en sus últimas carreras aseguró que si pierde no pasará nada porque “simplemente eso no va a ocurrir”. “Si no esperara un buen rendimiento no competiría”, insistió. Su seguridad viene dada por el hecho de que este año solo ha habido en los 100 metros once marcas por debajo de los diez segundos. La mejor de todas, el 9,82 del jovencito estadounidense Christian Coleman, es peor que cualquiera de las que sirvieron a Bolt para ganar el oro en Londres 2012, Moscú 2013, Pekín 2015 y Río 2016. El jamaicano sabe que en el momento de la verdad podrá correr más, como ha hecho siempre, así que sus rivales tendrán que mejorar sus marcas para superarle. Y ni Justin Gatlin ni André De Grasse, los otros dos medallistas en la última cita olímpica, han superado los registros de Bolt este año.
“Me parece genial ser tú el que decides que te retiras, y que no sea el deporte quien te retire a ti, porque quiere decir que te sientes satisfecho con lo que has hecho”, comentó en un acto en el que quedó claro que su poder de convocatoria sigue intacto, precisamente porque cada vez se prodiga menos. Por ese motivo, hay quien piensa que Usain Bolt, como hizo en su día Michael Phelps, podría reconsiderar su decisión de retirarse, tomarse como mucho un año sabático para llegar hasta los Juegos de Tokio, y que quizás tras correr el relevo del Mundial de Londres solo haga un punto y aparte. “Todo el mundo sabe lo que me motiva la competición”, señaló ahora que el objetivo sigue siendo “ganar, dejar un legado mayor. Por eso quiero que se me recuerde”.
BUSCANDO UN RELEVO A lo mejor, después del sábado Usain Bolt se aburre mientras busca nuevas alicientes a su vida como se aburrirán los aficionados al atletismo y al deporte en general que desde hace diez años fijan su atención durante menos de diez segundos en lo que sucede en la recta de los hombres más rápidos del mundo. Y cuando el Relámpago deje de brillar habrá que buscarle un sustituto, lo que no será sencillo no solo por el nivel atlético del astro de Jamaica, sino porque su influencia ha trascendido el deporte. No lo va a ser, desde luego, Justin Gatlin, que ya ha cumplido los 35 años de edad. Tendrán que ser Van Niekerk, al que Bolt ha acogido en su grupo de trabajo y que es el favorito para vencer en los 200 metros de Londres con permiso de Makwala, o De Grasse, que solo tiene 22 años y ya ha sido captado por Puma, la misma marca a la que Usain Bolt dejará huérfana de su tirón comercial.
No hay mucho más donde elegir ahora mismo. Christian Coleman o Christopher Belcher, dos jóvenes representantes de la velocidad estadounidense; Akani Simbine y Thando Roto, los otros dos surafricanos; quizás el galo Jimmy Vicaut o Yohan Blake, el jamaicano que ganó en Daegu cuando Bolt hizo salida nula en su único desliz en estos años... Todos ellos han corrido por debajo de los diez segundos este año, pero las marcas de Usain Bolt les quedan muy lejos. Por eso, el mejor velocista de todos los tiempos ya advierte al final de su retirada un cartel en letras bien luminosas, tanto como las zapatillas que lucirá en sus últimas carreras: Fastest forever, el más rápido para siempre.