LONDRES - Entre el cielo de Wimbledon y Garbiñe Muguruza, solo queda Venus. La mayor de las Williams será la rival de la vasco-venezolana en su segunda final en la hierba londinense, como lo fue Serena en la anterior de hace dos años o en la de Roland Garros en junio del año pasado. Con 23 años, la de Caracas buscará su segundo título de Grand Slam en la que será solo la séptima final de su carrera, que avanza con más autoridad por los grandes escenarios que por los caminos secundarios. Ayer jugó por primera vez este año en la Pista Central de Wimbledon y eso la motivó aún más para mantenerse imbatida cada vez que llega a la semifinal de un grande.
Muguruza, que en su último partido antes de llegar al All England Club perdió por 6-1 y 6-0 ante Barbora Strycova en Eastbourne, buscará su primer Wimbledon ante la jugadora más veterana del circuito que, tras acabar con el sueño de Johanna Konta y el público local (6-4 y 6-2), estará en su segunda final grande del año y en su novena en Londres, en la que aspirará a su sexto título. Es su torneo favorito y el de su familia porque las tres finales que perdió fueron ante su hermana.
El caso es que el apellido Williams está ligado a la senda del éxito de Garbiñe Muguruza, que en estas dos semanas ha vuelto a alcanzar su mejor nivel de tenis. Y cuando eso ocurre es imparable, más en hierba donde su bola corre mucho y desborda a sus rivales. Valiente, agresiva, intensa y centrada solo en su raqueta y la pelota, la vasco-venezolana sacó de la pista a Magdalena Rybarikova, que entregó un doble 6-1 en poco más de una hora porque fue incapaz de frenar la avalancha de golpes que le llegó del otro lado. La eslovaca tiene recursos y quiso ponerlos en práctica, pero no pudo ligar esos ocho o diez puntos seguidos que pudieran inquietar a Muguruza que, firmemente instalada en la línea de fondo, repartió a uno y otro lado para ganar el punto de forma directa o en la red.
La tenista nacida en Caracas volvió a contar con una gran arma en su servicio, con el que solo cedió una bola de ruptura, se anotó 22 golpes ganadores y 31 puntos al resto. Se adelantó por 5-0 y a partir de ahí anuló cualquier opción de la de Bratislava, a quien le pesó el partido porque nunca antes había llegado tan lejos y en algunos momentos pareció que se conformaba con no encajar un rosco en su marcador de pura impotencia. Mientras tanto, Garbiñe Muguruza planeaba sobre la pista, desprendida de esa presión, muchas veces más interna que externa, que suele lastrar su juego en otras ocasiones.
Lejos de aflojar, la vasco-venezolana arrancó el segundo set de la misma manera, con un 4-0 que le ponía el partido muy cerca. No había que complicarse y no lo hizo porque Magdalena Rybarikova tampoco encontró la manera de provocar los nervios de una jugadora que iba con el acelerador a fondo y que no frenó hasta que el último punto subió a su marcador, pese a que jugó con un vendaje compresivo en su muslo izquierdo. Celebró el triunfo con moderación, saludó a su palco y al público y salió de la pista sabiendo que mañana volverá al mismo lugar en el que estuvo hace dos años.
venus rejuvenecida En la otra semifinal, Venus Williams también impuso el peso de la experiencia ante Johanna Konta, que en los momentos de la verdad acusó el peso del escenario. El punto de inflexión fue el octavo juego del primer set. La británica tuvo dos oportunidades de ponerse 5-4 sobre el saque de Venus, pero no las aprovechó y en el juego siguiente, la estadounidense no perdonó y se hizo con el parcial para poner una losa encima de Konta, que falló cada vez que quiso asumir riesgos y facilitó el camino a la mayor de las Williams, que tiene la misma edad que Martina Navratilova cuando disputó la final en 1994.
Entonces, la estadounidense fue derrotada por Conchita Martínez, que en este Wimbledon ha colaborado con Garbiñe Muguruza. “Ella ya ha ganado aquí y me puede ayudar”, reconoce la vasco-venezolana a la que quizás el destino le está haciendo un guiño. Su talento da para mucho, como ha quedado demostrado, y de ahí que se espere de ella lo mejor casi siempre. Pero no hay muchas jugadoras que hayan logrado en este siglo encadenar tres años con, al menos, una final de Grand Slam. Muguruza ya las tiene y enfrente, siempre el mismo apellido: Williams. Ese es el territorio de las leyendas.