- Hace siete años, en 2009, todo era perfección en la vida de Tiger Woods, al menos en apariencia. Era el jugador de golf perfecto -llevaba una década de dominio dictatorial y acumulaba ya 14 Majors en su palmarés, solo por detrás de los 18 de Jack Nicklaus-; formaba la familia perfecta con la bella sueca Elin Nordegren y sus dos hijos, la pequeña de dos años Sam Alexis y el recién nacido Charlie Axel; y era el soporte publicitario ideal para infinidad de marcas, lo que disparaba sus ingresos a límites jamás vistos en el mundo del deporte. En su vida y en su carrera profesional solo aparecía un lunar, enorme eso sí; mucho más trascedente de lo que podía pensarse, incluso, como se comprobó a posteriori cuando se fueron destapando pasajes de su existencia: la muerte, en mayo de 2006, de su padre, Earl, el hombre que le hacía de guía tanto dentro como fuera de los campos de golf y por quien mantuvo un duelo de nueve semanas alejado del circuito antes de regresar en el U. S. Open, que se convirtió en el primer Major de su carrera en el que se quedaba sin pasar el corte.

Para la opinión pública, su imagen impoluta se hizo añicos aquella madrugada del 27 de noviembre en la que un accidente de tráfico a la salida de su mansión se convirtió en noticia mundial y desencadenó una espiral de informaciones sobre sus infidelidades y su adicción al sexo que finalmente no tuvo más remedio que confirmar. Sin embargo, años después se supo que el descenso a los infiernos de Woods había comenzado con la muerte de su progenitor, un episodio que incluso le hizo plantearse la retirada del golf para unirse a los Navy SEALs, un cuerpo militar de élite estadounidense, con los que llegó a realizar entrenamientos intensivos que a la larga castigaron su cuerpo. También fue en aquella época, según diversos medios, cuando empezaron, o al menos se dispararon, sus aventuras extramatrimoniales.

Desde aquel 2009, Tiger no ha vuelto a ganar un Major. Solo ha añadido ocho triunfos más a su palmarés -tres en 2012 y cinco en 2013- y en los últimos años sus operaciones de espalda le han impedido no ya destacar, sino jugar con regularidad. A sus 41 años, sus ausencias en los grandes torneos han dejado de ser noticia, aunque esta semana el golfista californiano ha vuelto a acaparar focos por otro suceso extradeportivo: su detención el pasado lunes en Florida tras quedarse dormido al volante. En primera instancia se extendió el rumor de que Woods había sido cazado conduciendo bajo los efectos del alcohol, algo que el jugador negó mediante un comunicado, atribuyendo el suceso a “una inesperada reacción a unos medicamentos recetados” tras su reciente paso por el quirófano. La Policía confirmó posteriormente que el golfista había dado negativo en los dos controles de alcoholemia que se le realizaron, aunque el vídeo de la detención, difundido ayer, vuelve a dejar su imagen por los suelos. En él se ve a Woods, descalzo, absolutamente desorientado y prácticamente incapaz de moverse. Apenas balbucea ante las preguntas que le efectúa uno de los agentes y no es capaz de caminar sobre la línea del borde de la carretera.

El hombre de los mil millones Sin fecha para su regreso a los campos de golf y con cada vez menos esperanzas de que pueda incrementar su botín de 14 Majors y 79 títulos del PGA Tour, una de las incógnitas a su alrededor radica en el efecto que pueda tener este último suceso en su todavía extraordinaria capacidad para ingresar dinero. Porque Tiger Woods sigue siendo un tremendo imán para los dólares, no a los estratosféricos niveles de 2009 pero sí lo suficiente como para haber sido en 2016 el 12º deportista mejor pagado del planeta, según Forbes, con unos ingresos de 40,3 millones de euros, meritorio si se tiene en cuenta que apenas pisó los campos de golf por sus problemas de espalda. Nike, empresa de la que es imagen desde que se hizo profesional en 1996 y que no le dejó en la estacada tras los acontecimientos de 2009, ya ha anunciado que no moverá ni una coma del último contrato firmado por ambas partes, que data de 2013, aunque se desconoce su duración -podría estar muy próximo a su fin, según algunas publicaciones- y sus emolumentos. Otras firmas como Rolex, Bridgestone Golf, TaylorMade, Kowa, Upper Deck o Hero Motor Group no se han manifestado públicamente.

Los acontecimientos de 2009 sí que supusieron una merma importante en los ingresos de Woods. Justo un mes antes de destaparse sus escándalos sexuales, Forbes oficializó que el golfista se acababa de convertir en el primer deportista de la historia en superar los mil millones de dólares en ganancias, pero de un año a otro sus ingresos publicitarios bajaron de los 82 a los 62,4 millones de euros. Empresas como AT&T, General Motors, Accenture o Gatorade cortaron de raíz sus contratos con el golfista, algunas como Gillette suspendieron sus campañas publicitarias y otras como TAG Heuer esperaron a la finalización de los contratos para no renovarlos. Por aquel entonces, la Universidad de California realizó un estudio sobre el impacto que los escándalos extradeportivos del deportista habían tenido en el valor de las acciones de las empresas de las que era imagen y el resultado fue demoledor, pues sus pérdidas se estimaban en unos 12.000 millones de dólares.

Con sus ingresos publicitarios reducidos en un 50,5% en los últimos ocho años pero todavía sobresalientes, las mayores incógnitas en el horizonte de Woods se concentran en los campos de golf, con su maltrecho físico impidiéndole acercarse ni siquiera a la explosividad y precisión que le llevaron a revolucionar el golf hace ya 20 años. La caída de Tiger fue tan abrupta como inesperada y después de ver el vídeo de su detención el pasado lunes es muy improbable que se produzca una resurrección.