El día en que el Deportivo Alavés perdió la final de la Copa de la UEFA en Dortmund, Manu García tenía 15 años, jugaba al fútbol en las categorías inferiores de la Real Sociedad y lloró mucho, a raudales, solo en su habitación porque ese día, su Glorioso del alma, el mismo que había aprendido a amar desde la antigua grada de La General, perdía de la forma más cruel posible la final ante el Liverpool. Lo que ocurrió después sobre el césped del Westfallen Stadium quedó grabado a fuego en la memoria del vitoriano, aún hoy emocionado, y dolido, al recordar las imágenes de los jugadores tendidos sobre el terreno de juego, al recordar al difunto doctor Juan Luis Zunzunegui consolando a cuantos jugadores encontraba a su paso, al rememorar a la afición destrozada en las gradas por el mazazo después de tanta ilusión... Y, sobre todo, al venirle de nuevo a la memoria la bucólica estampa de los ojos de Hermes Desio humedecidos por las lágrimas mientras su compañero Karmona trataba de aguantar el derrumbe del argentino.
Quizá por imágenes tan emotivas el centrocampista albiazul juró entonces venganza y se prometió a sí mismo que si algún era él quien protagonizaría una historia tan triste, lo único que haría sería levantar a todos sus compañeros para evitar ser recordados de una forma tan dramática. “Estaba preparado para sufrir, para pasarlo mal, para luchar, porque sentía que al final, saldríamos campeones. Sin embargo llegó el final. Y levanté a todos los que estaban en el suelo porque no quería ni una foto como la de Desio en Dortmund. No podíamos ser recordados con ese dolor”, reconoció ayer el jugador a través de una emotiva carta publicada en su web personal y titulada Mi final, en la que se sinceró además con algunos detalles hasta entonces desconocidos de lo ocurrido en el vestuario antes y después del partido, así como sensaciones y anécdotas sucedidas en la preparación de la final en los días previos. Una de las más llamativas se centró en el convencimiento casi absoluto que tenía el equipo de que al final terminaría ganando la final al Barça, entre otras cosas, por la capacidad de persuasión que siempre tuvo Mauricio Pellegrino. “Cuando el mister, bajo la lluvia de Ibaia, me explicó unos días antes su plan para la final, me fui a casa convencido de que íbamos a ser campeones”, explicó Manu en su carta, donde abundó después con más detalles sobre la puesta a punto de cara al partido en el Calderón. “Pasé dos semanas extrañamente tranquilo, cuidando todos los detalles, preparándome, descansando, escuchando consejos, juntándome con la gente que más quiero, acudiendo a decenas de actos promocionales, ruedas de prensas, entrevistas, cenas... Pero todas las noches dormía con el sentimiento de que seríamos campeones”, insiste el vitoriano en su carta al alavesismo.
En esta mismas misiva, Manu García también relata algunos pasajes del equipo antes de embarcar desde Foronda “a la gloria” y ahonda en algunos momentos en el hotel donde se hospedó el equipo, el vanguardista Puerta América, en el que compartió su último “Cola Cao” con otro vitoriano como Gaizka Toquero sobre la camilla de los fisioterapeutas y donde realizó una videollamada con Víctor Laguardia -operado de su lesión en barcelona días antes de la final-, además de reír con Deyverson, cantar y hacerse fotos. “Nos fuimos a la cama y le dije a Gaizka (Toquero) que ganaríamos”, apunta el capitán.
“no pude echarme la siesta” El día del partido, Manu García sostiene que durmió “genial” y descansó mucho mejor de los esperado ante la dimensión de una cita de estas características. “Me levanté con ganas de comerme el mundo”, añadió. Sus padres fueron a darle su bendición antes de que Pellegrino apurara los últimos detalles del partido en una también emotiva charla técnica, pero no pudo dormir después de comer. Así que en ese momento llamó a Borja y Jon para repasar los vídeos que había preparado para analizar el seguimiento de jugadores como Messi, Busquets, Iniesta y Rakitic. “Quería hacer todo lo que estuviera en mi mano para ganar ese partido”, escribe el vitoriano en su web, donde también confiesa que “después fotos, vídeos, llamadas y mensajes”, vio Madrid en azul y blanco. En la parte final de su sincera misiva, el capitán del Glorioso recuerda que compartió la última hora con Gaizka Toquero, Sergio Llamas y Einar Galilea, los jugadores vitorianos del equipo y con los que poco después se fotografiaría para los restos en el césped del Vicente Calderón. “Estaba preparado para sufrir, para pasarlo mal, para luchar, porque sentía que al final, saldríamos campeones”, incidió el protagonista, quien rememora que después de la derrota disfrutó, se emocionó, miró a la grada y guardó momentos que jamás olvidará. “Pensé en Segunda División B, Raúl (García) me recordó Jaén -donde el equipo evitó el descenso a Segunda B-, crucé miradas con mi novia, mis padres, mis amigos, mis hermanas, y vi a toda una afición orgullosa de su equipo”, concluyó el capitán babazorro.