piancavallo - No hay camisa de fuerza capaz de contener el talento de Mikel Landa. Tampoco correas que le sostengan su idea de ciclismo atacante. Menos aún bridas que le frenen las emociones. Todo esa combinación se agitó sobre la cima de Piancavallo, donde el de Murgia, alcanzó el laurel. Vencedor a la tercera, después de que en Bormio y Ortisei se le negara la victoria por centímetros. Landa ganó como lo hizo en el Giro de 2015, cuando explotó en Madonna di Campiglio y Aprica. Aquella edición, Mikel Landa cerró el podio del Giro, la carrera que ama por encima del resto, tras exhibir su caballaje. En la corsa rosa Landa también lo vio negro. En 2016 tuvo que abandonar por un virus estomacal. En esta edición, camino del Blockhaus, una moto que provocó una caída a punto estuvo de acabar con su Giro. Landa, que no se rinde, se reinventó para brillar en el Giro. Los que le conocen dicen que no hubiera cambiado nada de lo ocurrido porque en estos días de montaña se lo ha pasado de fábula. “Durante el último mes he pasado por momentos muy difíciles en este Giro. Empezamos muy bien, pero luego llegó esa caída y tuvimos que rearmarnos”, expuso Landa, visiblemente emocionado tras el rotundo triunfo en la cima de Piancavallo, otra montaña que recordar. “Me siento muy feliz y emocionado, especialmente porque mi familia estaba hoy (por ayer) aquí”.

“He visto como todo el mundo me vigilaba a mí, pero afortunadamente tenía conmigo a Sebastián Henao, que hizo un gran trabajo en los primeros cinco kilómetros de ascensión para controlar a los rivales”, disertó el alavés cuando realizó la autopsia de una etapa que certificó su inapelable reinado en la montaña. El triunfo de Landa llegó después de haber “estado luchando los últimos tres días junto a mis compañeros, que han hecho un gran trabajo y, finalmente, hemos conseguido el triunfo”.