El gráfico que acompaña estas líneas es la carta de tiro de los Houston Rockets en un partido reciente ante los Minnesota Timberwolves en los que los texanos anotaron 142. Como se ve, el equipo de Mike D’Antoni no anotó un tiro desde lo que se ha llamado siempre la media distancia: todo fueron triples o canastas dentro de la zona. Los puristas pueden hacer cola para rasgarse las vestiduras, pero esto no es más que la constatación de que el baloncesto está cambiando. Ya lo dijo Stephen Curry, el jugador que más triples lanza y anota por partido en la NBA, cuando le preguntaron por su estilo de juego: “Es algo que hago desde joven y que me ha permitido triunfar. Porque en esta liga, cada vez más, está claro que hay que ser capaz de tirar y meter desde muy lejos”.
Los Rockets han llevado al límite este estilo, impuesto por Daryl Morey, su general manager y un obseso de la estadística avanzada, esa que repara en la eficiencia de las acciones y no en su valor real para el marcador. Su conclusión es que el tiro de media distancia no merece la pena si no es un mate y, por eso, vale la pena arriesgar en busca de un punto más. Intentan 40,6 triples por partido y anotan 14,6. Esto obliga al rival a sumar 22 tiros de dos para superar a los de D’Antoni.
En Houston juegan ahora mismo cuatro de los 16 jugadores que más triples intentan tras el reciente fichaje de Lou Williams, un anotador compulsivo. Ya que la cancha no se puede hacer más grande, se trata de crear espacio para Harden y su facilidad de desborde. Por la misma línea van los Cavaliers, que quieren rodear de tiradores a LeBron y Irving y hace unos días batieron el récord de triples anotados en un partido con 25, o los Celtics de ese genio de 1,75 llamado Isaiah Thomas, aspirantes todos al anillo que quieren combatir y derrotar a los Warriors con sus mismas armas.
Incluso, los pívots se ven devorados por esta tendencia imparable que les aleja de poste bajo. Marc Gasol anotó hace poco cinco de cinco en triples. El de Sant Boi, quizás el jugador más completo de la NBA en su puesto, han lanzado ya esta temporada 228 triples cuando en las ocho campañas anteriores solo lo había hecho 66. Es adaptarse o morir en una competición que mira hacia el small-ball, el baloncesto sin centímetros, el de las fórmulas matemáticas que están arrinconando los cánones clásicos en todas las posiciones. Ahora lo mismo los grandes tiran triples y conducen el balón que los pequeños juegan al poste y se hartan de sumar triples-dobles.
Y en la Liga Endesa las cosas apuntan en la misma línea, mal que les pese a aquellos que se escandalizan cuando ven a su equipo, según ellos, abusar del triple. Ya se lanzan más que cuando la línea de tres puntos estaba medio metro más cerca de la canasta, casi 40 por partido. El actual líder, el Iberostar Tenerife, es el equipo que más uso hace de ese lanzamiento: un 45% de sus tiros de campo son triples. Los de Txus Vidorreta lanzan 27 por partido para anotar 10, unas cifras muy similares, décima arriba o abajo, a las del Bilbao Basket o el UCAM Murcia. En concreto, los hombres de negro tiran 27 triples por partido (un 44,3% de sus tiros de campo) para anotar 9,5. Gustará o no, pero el futuro es esto.