A los 15 años emigró a Sao Paulo, Brasil, en busca de inspiración y desarrollo futbolístico. Contradiciendo a sus padres, el joven Kazuyoshi Miura (26-II-1967) que había permitido a su equipo escolar, el Shizuoka de su lugar natal, la conquista de tres títulos, abandonaba los estudios y emigraba buscando un contrato profesional en una de las mecas del balompié mundial, en los tiempos de Zico o Sócrates. Viajaba con el apellido de su madre, ya que, como cuenta Jake Adelstein en su obra Tokyo Vice, Nobu Naiya, padre de la criatura, era un mafioso con estrechos lazos con la yakuza. Miura, de vocación atacante, quería dañar con el balón en lugar de con balas y katanas.

En el país de la samba Miura, que mientras esperaba un sueldo trabajaba de guía o vendedor, lo que fuera necesario para sobrevivir, se probó en las categorías inferiores del Santos y el Palmeiras, pero sin demasiado éxito. De hecho, firmaría su primer contrato profesional en 1986 con el Santos para jugar dos partidos y luego ser cedido a equipos de menor categoría; ya en 1990 regresaría al Santos para disputar otros once partidos marcando tres goles. Nada destacable de no ser por las ilusiones de todo un país que viajaban en la maleta de Miura, espejo para los jóvenes japoneses aspirantes a futbolistas. Contar con un compatriota en Brasil ya tenía su relevancia. Era noticia. Los medios de comunicación del país del sol naciente bendecían a este delantero rápido y habilidoso, máximo exponente de la eclosión de Japón, donde estaban ávidos por conocer los entresijos del fútbol brasileño. “Después de jugar en Brasil, mi precio ha aumentado considerablemente. He aprendido técnicas que pueden resultar de gran valor para el fútbol japonés, carente de cualquier estilo”, declaró para La Vanguardia de Brasil, en 1989. Miura era una suerte de expedicionario captador de ideas que trasvasadas ayudasen a desarrollar el fútbol japonés.

Cuando Kazu, que es su apodo, retornó a su país en 1990 lo hizo como colono que vuelve a casa tras una fructífera campaña. Fue reclutado por el Yomiuri, equipo que pasaría a denominarse Verdy Kawasaki en 1992, el año en que nacía la liga nipona, una creación sobre la que Miura, ya movedor de masas, tuvo gran influencia. Aquel primer campeonato, que captó para su promoción a figuras de la talla de Laudrup, Stoichkov, Zico o Lineker, lo ganó el Verdy, precisamente con dos goles de Kazu en la final. Además, también ganaría la siguiente liga. Esto catapultó la fama de Miura, que ya por aquel entonces era un auténtico showman a quien le ayudó su exportación desde Brasil del baile local para introducirlo entre los japoneses, que vivieron una revolución con Miura, de moda en todas las pista de baile. Kazu, ya elevado a la categoría de Rey Kazu, era un transgresor. Las celebraciones de sus goles, inspiradas en la samba, causaron furor. En 1993 todas las discotecas niponas bailaban el Kazu dance. Japón podía reclutar estrellas, pero necesitaba su propio héroe local, alguien capaz de llevar la genética japonesa a los altares del fútbol.

primer japonés en la champions En 1994 emigró de nuevo. Se instaló en el Génova, siendo el primer japonés en jugar en Italia. En su debut se fracturó la nariz y solo llegó a disputar 21 partidos en los que contabilizó un gol. Después regresaría al Verdy y más adelante, trotamundos, jugaría en Croacia y Australia. Militando en el Croacia de Zagreb, además de ganar la liga, Kazu gozaría del honor de ser el primer japonés en jugar la Liga de Campeones, máxima competición mundial a nivel de clubes.

Ya en 2005 retornó a Japón, al Yokohama F.C. (no confundir con Yokohama Marinos), donde juega hoy en día, club de la Segunda División japonesa desde 2008. Si bien, dada la repercusión mediática de Miura, en 2012 fue cedido para jugar el Mundial de Fútbol Sala, a fin de impulsar este deporte.

desbanca al primer balón de oro El Rey Kazu siempre dijo que jugaría hasta los 50 años. Era, prácticamente, aspirante a la inmortalidad futbolística. Ese empeño le ha permitido ser el jugador profesional más veterano en marcar un gol, a los 49 años -ha batido varias veces la marca-, pero además también ha conseguido superar el récord que ostentaba el primer Balón de Oro, Sir Stanley Matthews, el futbolista profesional de más edad (50 años y 5 días) en jugar un partido. Ayer, en el duelo Nagasaki-Yokohama (1-1), Miura, con 50 años y 7 días, ascendió a la azotea de la veteranía del fútbol profesional.

La figura de Miura fuera de Japón solo puede entenderse con ejemplos. Cuando sucedió el accidente nuclear de Fukushima, se organizó un partido benéfico entre la selección nipona y un combinado de jugadores de la liga japonesa. En la cita se subastaron las botas de Kazu, vendidas por 70.000 dólares; las pujas por el calzado de otras estrellas niponas quedaron congeladas en 5.000 dólares.

Otro caso de la repercusión de Miura es la representada por el dibujante Yoichi Takahashi, que se inspiró en Kazu para crear la popular serie conocida como Super Campeones. No en vano, la trayectoria del futbolista de dibujos animados más célebre del mundo, Oliver Atom, guarda paralelismos con la vida de Miura. Ambos nacieron en Shizuoka y emigraron a Brasil para desarrollarse como futbolistas.

por encima del bien y el mal Kazu se ha fajado en 13 clubes a lo largo de su carrera. Colaboró de forma decisiva en la primera clasificación de Japón para una Copa del Mundo, en 1998, aunque luego no sería incluido en la convocatoria por desavenencias con el seleccionador Takeshi Okada. Si bien, aunque dejó el combinado nacional en el año 2000, ha vestido la camiseta nipona en 89 ocasiones, anotando 55 goles que le convierten en el segundo máximo goleador de la historia de Japón, solo superado por Kunishige Kamamoto (80 goles en 84 partidos). Esta agitada y mediática trayectoria ha permitido a Miura que en el presente haga lo que le viene en gana. Si sus compromisos publicitarios le conceden tiempo, acude a los entrenamientos. Si quiere jugarse el último y decisivo balón en un partido, lo hace. Nadie lo discute. Se acuna por encima del bien y el mal. Miura es el rey del fútbol japonés, como se autodefine. Es el Rey Kazu, que le dice el pueblo.

Seguramente Kazuyoshi Miura no sea el mejor jugador japonés de la historia a tenor de su palmarés, pero es a buen seguro la más relevante figura que ha tenido Japón en el fútbol. Su persona trascendió hace tiempo de los terrenos de juego. Hizo ver a todo un país que los sueños, a veces, se cumplen. Incluso para un japonés en el fútbol. Incluso para quien persigue jugar hasta los 50 años.