Zierbena - Ibai Pérez (Sestao, 1989) es un constructor de sueños. Lo hizo de joven con la pelota a mano y acabó debutando en Aspe con la conciencia de ser un pelotari distinto, zurdo en el frontón y diestro en el resto de situaciones. Los problemas de manos, que aún arrastra y por ello tiene que poner grip de raqueta de tenis a la pala -“si no lo hiciera, no podría jugar”, esgrime-, acabaron por cerrarle las puertas de la modalidad. Después, se planeó un futuro a corto plazo en torneos con pelota de tenis. Finalmente, el reencuentro con Xabier Sainz de la Maza, entrenador de Lagun Artea, fundamental para que volviera a la pala federada, le hizo trazar sueños en Innpala, donde debutó, se armó y el viernes pasado se proclamó campeón del mundo Individual, cetro solo al alcance de los elegidos. Ibai es arquitecto de sueños.
Frente al puerto de Zierbena, donde reside el sestaoarra desde hace varios años, le centellean los ojos cuando habla del título. “Poco a poco estoy intentando asimilar esta txapela. Aunque no es fácil, hay que dejarla de lado para pensar en el Mundial de Parejas”, desvela el zaguero, quien agrega que “ganar el Individual es increíble. Es una especialidad que siempre me ha gustado, porque estás tú solo, le tienes que dar a todas las pelotas y es complicado. Me gustan estos retos”. Tal era el anhelo del sestaoarra, de muñeca prodigiosa y pulso de cirujano, que “el hueco para la txapela estaba preparado desde el año pasado. Ya pensaba en ella”. Y es que, según admite, “este curso tenía que ser el de la victoria. Era la tercera edición en la que jugaba contra Pablo Fusto. Dicen que a la tercera va la vencida, ¿no? Y salió. Las otras dos veces no lo hice mal, pero no llegué al nivel de Fusto, que es supercomplicado. Este año salí a por todas, me veía bien y si hacía mi juego, podía dar un susto”. Fue así. Primero, al bonaerense, con seis títulos en la modalidad; después, a Xabier Ibargarai, pura fiabilidad.
Si bien Ibai Pérez considera la “suerte” como algo vital para las victorias, hay una circunstancia sobre el que orbita su carrera: la cancha. Su juego es fruto de horas y horas de ensayo. El mejor amigo del duende es el reloj. El sestaoarra pasó las hojas del almanaque en Las Llanas. “Me gusta mucho el frontón. Ahora, además, tengo la oportunidad de entrenar a chavales en Zalla. Así que, cuando tengo un hueco libre, me paso el tiempo ensayando: ya sea sacando, reboteando? Siempre me llevo la pala y una pelota por si acaso”, dice el vizcaino. También, Josu Urkijo, director técnico de Innpala, tiene que frenarle para que no se cargue de entrenamientos. “Entonces, voy por mi cuenta”, añade. Reconoce Ibai que todos los días toca la pala: “No puedo vivir sin ella”. Es la fiebre del campeón. “El tiempo en el frontón es fundamental. Las horas en la cancha son necesarias, tanto ensayando como viendo. Tienes que moverte para observar al rival, cómo juega, dónde se coloca y comprobar dónde puedes hacer daño. Eso hace mucho”, desgrana el sestaoarra, quien goza de una zurda impresionante: “No me puedo quejar de las muñecas que tengo, pongo la pelota donde quiero. Tengo fuerza y no me cuesta moverla”.
Los espaguetis del campeón Cuenta el sestaoarra que “el saque es fundamental en mi juego y hay que ser valiente en los partidos”. Así le dio la vuelta a la segunda manga ante Ibargarai. Ibai parecía un témpano de hielo. “No me pongo nervioso, pero sí que llevo tensión en este tipo de compromisos. Sobre todo, los días antes de jugar”, desbroza el campeón, quien agrega que “ese día fue tranquilo”. Repitió la misma rutina que en la victoria ante Fusto y comió “espaguetis con gulas y gambas”. Después, “estuve en casa tranquilo y me fui a Zalla a trabajar hasta las 19.00 horas”.
Con el colorado, su situación puede cambiar. Sin embargo, Pérez considera que “las cosas seguirán igual”: “Yo me exijo mucho a mí mismo y toca seguir hacia adelante. Tengo dos Ligas, un Open, el Individual y ahora voy a por el Parejas. Este es el año. Hay que aprovechar la racha”, advierte. Ibai se está construyendo otro sueño. “Mi rol en la empresa será el mismo. No me creo más por ganar. Tengo que seguir trabajando igual, en la misma dirección”, remacha el sestaoarra, que apunta al cielo.