Final de plazas y sagas
Oinatz Bengoetxea y Jokin Altuna se juegan hoy la txapela del Cuatro y Medio de Primera en el Ogueta de Gasteiz. profetas del espectáculo, los dos esperan un encuentro espídico
GASTEIZ - La pelota nació en la calle. En la plaza. Oinatz Bengoetxea y Jokin Altuna son esclavos de esa raíz. Manistas de plaza. Pelotaris con el sello del espectáculo. Hombres del showtime. Profetas del espectáculo, la final del Cuatro y Medio de Primera que se disputa hoy, en un festival que comienza a las 17.00 horas en el frontón Ogueta de Gasteiz, se erige como el centro neurálgico de una forma de entender el deporte de forma distinta. En el ADN de los dos, que durante las últimas semanas han estado lanzándose flores y calificándose como competidores “parecidos”, surge el aroma a pueblo. Casualmente, los dos provienen de localidades en las que el frontón es el pilar sobre el que orbita parte de la sociedad y de sagas de importancia en la pelota. Vidas paralelas en muchas cosas.
Leitza es cuna de deportistas. Lei-tza huele a piedra, a hierba, a rampa y a cuero. Leitza se abre al mundo verde de las alturas desde un frontón gris y luminoso de plaza libre en el que los chavales desarrollan su actividad física, sus juegos y su vida de niños. De allí salió Oinatz Bengoetxea, pelotari desde la cuna. El delantero de 32 años vio que la pelota a mano era un leitmotiv en su familia, de la que acabó siendo el cuarto profesional. Y es que, a pesar de ser el sexto de su nombre, los dos primeros Bengoetxea no tenían parentesco. Juan Mari Bengoetxea, el tercero, es tío de Oinatz y ganó las txapelas del Manomanista del 78 y el 79 y el Parejas del 79. El otro tío del leitzarra, Mikel, también rindió con buen tino en la modalidad de duetos y se llevó las ediciones de 1983 y 1984 junto a Antton Maiz. El quinto de la saga, Aitor, es primo de Oinatz y estuvo en las filas de Asegarce durante unos cursos, actuando como zaguero. Otro primo, Ibai Bengoetxea estuvo jugando con Frontis hace unos cursos. Es el séptimo. A Oinatz le venía de familia. De hecho, su propio botillero, Asier García, jugó a pelota en aficionados y fue ciclista.
Leitza tiene muy arraigada la pelota y entre sus vecinos está el también ilustre Abel Barriola, el más veterano del cuadro profesional y que continúa rayando a gran nivel como zaguero. El guardaespaldas, referente como competidor total, tiene la Triple Corona -Cuatro y Medio, Manomanista y Parejas- y Bengoetxea VI puede emularle. Muchas veces recuerda el zaguero que, cuando Oinatz era aún chaval, se oía que “podía llegar”.
Lo hizo con una forma de jugar muy particular, en la que la ganancia física conseguida con la madurez le ha convertido en un fijo en las quinielas por los títulos. Oinatz debutó joven, con 18 años recién cumplidos, un 5 de octubre de hace catorce años, y entonces le sobraba camiseta por todos los lados. Le faltaba físico. Fue un filón por dotado y por conocedor del juego, cuestión que viene impresa en la sangre. A Bengoetxea VI le salieron los dientes en la cancha y era el motor de la vida de un muchacho soñador, pizpireto y que metía salsilla siempre en el vestuario. Su modo de ser, alegre, veloz, siempre se ha plasmado en su patrón de juego: un bendito caos. El delantero es capaz de adaptarse a todo: a jugar defendiendo, buscando las contradejadas y acortando la cancha; o a disparar a favor de corriente, acelerando con el sotamano -golpe complicadísimo sobre el que tiene fe ciega-, para acabar terminando con pelota en la mano. El navarro es un delantero nacido para destacar en el mundo pelotazale por sus increíbles dotes técnicas. Además, la velocidad que imprime en el aire se transforma en un potro de tortura.
Un camino similar Jokin Altuna es de Amezketa. A apenas cincuenta metros de la casa de sus padres hay un frontón al que le pusieron Altuna Anaiak por sus tíos, Imanol y Garikoitz, que fueron profesionales en la disciplina del remonte. El mayor estuvo disfrutando de la modalidad durante veinte años y se despidió de la cátedra en el frontón Galarreta en 2008. El delantero se mantuvo en una carrera regular en la que destaca el Parejas de 2002 junto a Eizagirre. También consiguió siete subcampeonatos. Garikoitz, por su parte, se tuvo que retirar en 2011 por un accidente deportivo. Un pelotazo en el ojo izquierdo en la función de Nochebuena de 2009 le arrebató el 70% de la visión de ese lado. En ese instante, Altuna II disfrutaba de un momento de juego muy bueno, siendo uno de los puntilleros más destacados. Solamente Koteto Ezkurra y Patxi Zeberio eran superiores. Además, Joakin, bisabuelo de Jokin, jugó a pelota. Su hermano también, al igual que el abuelo de Jokin, Joxe. De casta le viene al galgo.
Altuna III creció pelotari en Amezketa, donde en 1980 puso a andar el club Zazpi Iturri Xalton Zabala y la emoción pelotazale se congregó alrededor de un club en el que se vivieron grandes épocas. Quizás, el momento más recordado sea la txapela del Manomanista de Joxan Tolosa en 1989. La última guipuzcoana antes de la estampida de Irribarria.
Jokin salió pelotari de los pies a la cabeza. No había otra posibilidad. Al igual que su contrincante, su juventud se marca por un amor incondicional al cuero, una pasión desmedida. De él decían que iba a llegar lejos. Lo está haciendo. En el campo aficionado siempre fue un fenómeno. Al tener un andamiaje de potencia media, no podía romper los encuentros por fuerza, así que se crio en la pelota ratonera y aprendió de cada uno de los vistazos que echaba a los mayores del pueblo. Creció y ganó confianza. El duende la apareció a base de experimentos, errores y ensayos. Y se le quedó dentro.
Como le pasó a Oinatz, Aspe le mandó debutar con 18 años recién cumplidos, porque ya era un diablo en aficionados, etapa en la que pese a su corta edad mandaba. Dada su facilidad a la hora de aprender, técnico hasta el tuétano porque el físico aun no había cuajado, se le asemejó con Titín, pero él ha admirado siempre a Martínez de Irujo. De él posee el gancho eléctrico. De sí mismo tiene el dominio en todas las posturas, el desparpajo, la cara y el gen ganador.