Aquella noche de finales de abril de 2013, después de un buen mate sobre Kevin Durant en el cuarto duelo de la primera ronda del play-off de la NBA entre sus Houston Rockets y Oklahoma City, Carlos Delfino (29-VIII-1982, Santa Fe) acabó con su pie derecho dolorido. Gajes del oficio, pensó. Aunque las molestias fueron a más, el alero decidió jugar el quinto choque, pero con solo diez minutos de juego tuvo que rendirse a la evidencia. La temporada había acabado para él (días después le diagnosticaron fractura de escafoide en el pie derecho), pero lo que no podía imaginar era que iba a tener que permanecer en el dique seco durante más de tres años hasta protagonizar un regreso por todo lo alto con la selección argentina. 1.171 días y siete operaciones después, en un amistoso contra Estados Unidos el pasado 23 de julio, Delfino volvió a sentirse jugador y ahora disfruta en Río de una experiencia olímpica que ya no figuraba en sus planes.
Componente de la generación dorada albiceleste que amasó numerosos éxitos internacionales, sobre todo el oro olímpico en Atenas’04, Delfino fue el primer argentino en ser elegido en primera ronda del draft (2003, puesto 25 por Detroit), aunque antes ya había dado que hablar en Europa tras desembarcar en Calabria a los 18 años y pasar después por Bolonia, brillando en la Euroliga. En 2004 dio el salto a la NBA y acabó jugando tres cursos en Detroit, uno en Toronto, otros tres en Milwaukee, los mejores a nivel individual, y el último en Houston.
Delfino ya había sufrido graves percances físicos, sobre todo una conmoción cerebral en noviembre de 2010 que le obligó a estar casi tres meses de baja -durante las primeras semanas sufrió vértigos y mareos, era incapaz de leer y el mero hecho de mantener una conversación le provocaba intensos dolores de cabeza, por lo que se recluía día y noche en una habitación a oscuras-, pero nada comparable a lo de su pie. En la primera operación, en New York, el hueso se partió; en la segunda, en Viena, no se soldó el metatarso; en la tercera, en Buenos Aires, surgió una necrosis... El alero había firmado por tres campañas con Milwaukee, pero seguía sin ver la luz al final del túnel. En septiembre de 2014 ya había perdido la esperanza de regresar a las canchas. Volvió a Santa Fe, recurrió a un médico de confianza y lo único que le pidió fue “poder jugar con mis hijos y hacer vida normal, no quedarme cojo”, como él mismo relató en el diario La Nación.
Aquella intervención, en la que le implantaron porciones de hueso de su cadera, salió bien, en marzo de 2015 ya podía correr y el gusanillo del baloncesto regresó. Intentó disputar el Preolímpico, pero a finales de julio tuvo que ser operado de nuevo por un quiste en su pie y ahí acabó su sueño. Un mes después, Milwaukee le traspasó a los Clippers, que le cortaron. Mientras su selección luchaba por un billete para Río, Delfino se marchó de viaje a Italia sintiéndose exjugador. En Bolonia visitó a un podólogo amigo suyo y este le preguntó si había consultado su caso con Sandro Giannini, un traumatólogo de 78 años que apenas operaba ya. Pero el médico le atendió y dio en el clavo: “Acá no hay que poner, hay que sacar huesos”.
Delfino decidió jugársela. Tres semanas después de la operación, que tuvo lugar el 11 de noviembre, Giannini le ordenó caminar. Poco después le obligó a dejar las muletas en un proceso que relató en Basquetplus.com: “Antes de Año Nuevo me consultó si había empezado a correr y yo no entendía nada. Me explicó que me había sacado lo que debía sacar y que ahora tenía que mover el pie. De hecho, me desperté en la operación y vi huesos que eran como ceniza, estaban muertos. Solo en febrero me animé a caminar largas distancias y, en abril, a correr. Debo recuperar musculatura porque durante tres años la pierna estuvo parada, pero no tengo dolor”.
Así, Delfino, que recurrió a la brujería en su peores momentos, recuperó el sueño de regresar a las canchas a sus 33 años. Entró en la preselección de cara a los Juegos, en Río de Janeiro promedia casi 20 minutos de presencia en cancha y piensa ya en encontrar equipo para dar continuidad a su trayectoria profesional.