río de janeiro - Estados Unidos descubrió ante Australia que su participación en los Juegos Olímpicos no va a ser un paseo de rosas. Para lograr el oro también hay que sudar. A diferencia de los dos primeros partidos, en las filas estadounidenses no se buscó el lucimiento extremo en pos de la diversión, ni hubo juegos entre los jugadores, como el piedra, papel o tijera para tirar las técnicas. Tuvieron que apretar los dientes para derrotar a una selección australiana capaz de competirles en ritmo de juego y sacar a relucir un movimiento de balón vistoso y eficaz. Ambos equipos estuvieron igualados hasta los últimos diez minutos, incluso con ventajas para los australianos, y solo un excelso Carmelo Anthony evitó la primera derrota del combinado norteamericano. El alero de los New York Knicks anotó 31 puntos y con sus cuatro triples en el último cuarto decantó la balanza a favor de los suyos (88-98).
Esta actuación no solo le sirvió para salvar a los suyos de la que habría sido una inesperada derrota, también entró en los libros de historia del baloncesto olímpico estadounidense al convertirse en su máximo anotador, superando a nombres como Michael Jordan, David Robinson o el actual poseedor del récord, LeBron James. Además, también se convirtió en el primero en anotar nueve triples durante un encuentro en dos Juegos Olímpicos. Récords y más récords que pueden seguir creciendo si Estados Unidos se hace con el oro ya que en ese caso Anthony sería el primer jugador de baloncesto con tres preseas doradas en su haber. Melo disfruta en las citas olímpicas. Le motivan y su juego se adapta a la perfección al baloncesto FIBA, donde su tiro preferido, demasiado corto para la NBA, se convierte en el arma perfecta. “Me encanta estar en unos Juegos, siempre me gustó. Y cada uno de ellos ha sido para mí una experiencia diferente”, relató el jugador de los Knicks.
Anthony se convirtió en el protagonista del día con su actuación individual, sin embargo, el juego coral de Australia estuvo cerca de dejar en mera anécdota su hazaña. Australia salió valiente y no dudó en jugar de tú a tú a los estadounidenses. El balón se movió a toda velocidad, los pases se sucedieron uno tras otro en busca de la mejor opción y los australianos lograron ir por delante en el marcador durante muchos minutos. Las dudas del combinado norteamericano cada vez eran mayores, la derrota era posible y solo el talento de sus jugadores exteriores, liderados por Melo, les mantuvo vivos en el electrónico antes de unos últimos diez minutos de infarto.
Anthony toma el mando El último cuarto arrancó con el 67-70 favorable al cuadro norteamericano. Estados Unidos se puso las pilas y empezó a desplegar todo su arsenal. Pero ni con esas. Australia quiso seguir en el partido a toda costa y supo responder a cada mazazo estadounidense. El eléctrico Patty Mills siguió siendo la pesadilla que había desnortado a los estadounidenses en los tres periodos anteriores y los pívots boomers siguieron haciendo gala de su buena capacidad de pase para desbaratar la defensa rival. Aunque todo lo bueno realizado por los australianos quedó en nada cuando Anthony se puso serio. Dos triples consecutivos pusieron el 80-88 en el marcador y casi seguido anotó otros dos para abrir la brecha más todavía. Australia trató de responder, pero el destino quiso ser cruel y quiso que uno de los suyos, Kyrie Irving, nacido en Melbourne, acabara con sus esperanzas calcando el lanzamiento que le dio el anillo a los Cleveland Cavaliers. “Ha sido un triple demasiado familiar”, reconoció Draymond Green, jugador de los Golden State Warrior y víctima aquel día de Irving.