REVEL - Se estrelló el cielo en Revel, iluminado por un frontispicio de luminarias en un día en el que se alineraron los astros. Diamantes esparcidos por el asfalto el día después del barbecho, en el que sestearon los favoritos porque la semana viene cargada con el plomo del respeto. Con el despiadado Mont Ventoux y el juicio del reloj respirando a un palmo, nadie quiere irse al fondo. En las alturas, en el baile de estrellas, el tintineo enmarcó a Matthews, un rayo. Fugaz su aparición, fulgurante en una reunión sideral, el australiano agarró por la pechera un triunfo en el planetario en el que se engarzó una constelación de estrellas: Mikel Landa, Gorka Izagirre, Vincenzo Nibali, Peter Sagan, Boasson Hagen, Van Avermaet, Dumoulin, Rui Costa, Chavanel, Impey, Durbridge, Matthews... Una pléyade de luminarias se congregaron para iluminar un día de capota gris, de niebla, viento y lluvia. El Babel de estrellas se entendió sin necesidad de intérpretes. Ocurre cuando Peter Sagan está en el reparto, siempre dispuesto a la diplomacia y el entendimiento, a un cierto aire lúdico de la competición. El campeón del mundo nunca racanea. Generoso incluso en un ecosistema repleto de depredadores dispuestos a robarle la alegría. La manada reunía a excelsos francotiradores, tipos de gatillo fácil y mejor puntería que habían colocado una diana sobre Revel, un pueblo conocido por el mercado de los sábados, los trabajos de marquetería y un museo de aviación ligera hasta que apareció un cometa. Matthews.

En la fuga el vuelo no era de aparatos a hélices. Al escuadrón lo empujaban las turbinas surgidas del cielo de Envalira, la cima que abrió el muelle de Rui Costa. El portugués revolvió el hormiguero y se creó una cooperativa para reinar. Atestado de lingotes de oro, ciclistas con enorme currículo, el valor del convoy disparó su cotización en el parqué bursátil. Dorsales con purpurina. El talento y la calidad reunida en la fuga anestesiaron al pelotón. Los favoritos, protegidos del viento, no corrían peligro y al Direct Energie y el IAM, que pretendían derribar a la patrulla aérea, no les alcanzaba la energía ni la potencia. Si alguien coleccionara cromos sin necesidad de atender al presupuesto, probablemente seleccionaría a muchos de los ciclistas que tejieron la escapada con hilos de oro.

Fuera de plano los grandes jerarcas, más pendientes de lo que reserva la semana con el Ventoux, mañana, y la primera crono, el viernes, tomó aire la escapada, que no tardó en abrir una zanja de tiempo. Bien prensados en los relevos, decidieron que no sería hasta los aledeños de Revel cuando se rompiera la tregua. La cota de Saint Ferréol, un tercera a una decena de kilómetros de la llegada, era el punto incadescente, la señal para la ofensiva. Sucedía que en el selecto grupo había especialistas de todo pelaje e invitados como Mikel Landa y Gorka Izagirre, prestos a cualquier oscilación, a zambullirse en cuanto la veleta se moviera. Los dos se mostr aron ágiles para agarrar el expreso hacia Revel y no quedarse en el andén, pero una vez ensillados en el convoy, el murgiarra y el de Ormaiztegi, peones de Froome y Quintana, sabían que en ese hábitat eran más cebras que leones. Su situación estratégica era la ideal para cualquier sobresalto que se produjera, pero con semejante nómina de ganadores, díficilmete tendrían acceso al gran salón de juego. Los boletos de la lotería estaban en otros bolsillos.

siempre al frente Peter Sagan, capaz de conquistar el mundo en Richmond, sin un báculo al que agarrarse, produjo un seismo que eliminó a varios competidores de la ecuación. Se desgajó el grupo. Descartados Landa, Izagirre, Nibali y Rui Costa. Otros tantos se alejaron de la península, quebrados por Sagan. El eslovaco, un Sansón, -se desconce si su fortaleza radica en su melena, que ata en coleta para no enredarse demasiado-, puso el ventilador en marcha cuando el viento soplaba. Rebelde, cortó la armonía. A la estela de su arcoíris brotó el Orica, con Matthews, Impey y Durbridge, Van Avermat, Boasson Hagen y el minúsculo Samuel Dumoulin, nada que ver con el imponente Tom. Australia mandaba en el desagüe de la etapa. Objetivamente la mitad de la victoria se repartía entre los aussies.

En el retrovisor, el viento sacudió la bandera negra del Sky. Thomas y Stannard levantaron un muro para acunar el amarillo de Froome. El Movistar se puso en guardia para amortiguar los puñetazos de Eolo a Nairo Quintana. AG2R también asomó por si a alguien se le ocurría sacar el abanico y afilar la guillotina. Finalmente nadie activó el mecanismo. Todos salvaron el gaznate. Aventuras, las justas.Los expedicionarios revoloteaban alrededor de Sagan, que vigilaba a todos. El eslovaco era el principio y el fin del círculo. Se partía la cara en el frente de ataque y después acudía con un balde de agua para apagar cualquier conato de incendio que pretendiera quemarle. El Orica detonó su primer peón para desatabilizarle. Un sonido seco. Sagan lo extinguió. Todo giraba alrededor del eslovaco, un universo en sí mismo. El Arcoíris y el Sol. Giraba el sistema solar buscando Revel, donde no hubo espacio para los faroles.

Sagan contra el mundo Domado el último kilómetro con los bizqueos y miradas de soslayo de las clásicas, midiendo con los ojos, como esos sastres que saben si va a tirar la sisa o si hay que estrechar las mangas, Van Avermaet, chisposo, pisó a fondo. Lo que era un pasillo de vigilancia se conviritó en un tiovivo. Todos en movimiento. Girando. Jinetes del Gran National recién abiertas las compuertas. Samuel Dumoulin se apresuró, pero las piernas no le daban. Se quedó cortó. Estalló entonces Boasson Hagen y Sagan se activó de inmediato. Fichas de dominó. Matthews, el velocista aussie, saltó de alegría camino de la rendención. En Richmond le derrotó Sagan, que luce el arcoíris. Matthews se quedó con la plata. Al australiano le bastaron cuatro brincos para anunciarse en Revel. Canguro. Subrayó su pechera, la del Orica, y dejó tras de sí una estela de polvo de estrellas. “He ganado una etapa del Tour de Francia después de dos años muy malos en esta carrera. Llegué a pensar que el Tour no es lo mejor para mí y que debía centrarme en otras carreras. Pero hoy mis sueños se han hecho realidad”. Cometa Matthews.