GASTEIZ - Cuando Gorka Gerrikagoitia piensa en el paraíso, se le cruzan un puñado de ciclistas correteando por Euskal Herria, por esas carreteras reviradas, erizadas, el paisaje verde, frondoso, el lugar idóneo para macerar como ciclista al calor de la cuneta. Dice el director de la Fundación Euskadi-EDP, uno de los ejes del ciclismo aficionado, que el escenario, los lugares no dejan de ser la fantástica postal que enmarca una competición exigente, numerosa, que cubre todo el almanaque, desde los pies de febrero hasta la cabeza de septiembre subidos a la grupa del Torneo Euskaldun, el Lehendakari, las vueltas y las clásicas, una manada extraordinaria. Euskal Herria es El Dorado, un reclamo inequívoco, el territorio en el que aprender a ser ciclista. “Euskadi es un paraíso para ser ciclista”, resuelve Gorka Gerrikagoitia. Hacia ese edén se dispara la nueva campaña aficionada vasca que estira el cuello en Zumaia y que salpicará medio centenar de carreras, una rampa de despegue ideal para los ciclistas que sueñan con trepar las escarpadas laderas que hacen cumbre en el profesionalismo, una compleja expedición.

Una mole que el pasado curso alcanzaron una decena de corredores vascos, una cifra importante que ha barnizado de verde esperanza el planeta amateur después del apagón de Euskaltel, que provocó un efecto rebote inmediato en las categorías inferiores, un socavón frío y sombrío. Afortunadamente, la aparición de Euskadi-Murias, que ha reclutado a cinco aficionados, la mitad del grueso de los neoprofesionales, y el cambio de paradigma en el ciclismo globalizado, -salir al extranjero como alternativa-, contribuyen a una radiografía más amable del universo amateur. “Sin duda, el hecho de que hayan pasado bastantes corredores a profesionales genera más ilusión y esperanza en los chavales.

La aparición de Euskadi-Murias ha sido “muy buena”, desgrana Álex García, director del Café Baqué-Campos, el equipo infinito, casi cuatro décadas apadrinando generaciones de ciclistas. “Tener la sensación de que puedes ser profesional, ese horizonte, es muy importante para los chavales. En ese sentido el año pasado fue muy bueno”, estima Iñaki Telleria, director de Ampo. Gorka Beloki, que lleva las riendas del Infisport-Araba, también cree que “tener salida” es un “gran aliciente” para los ciclistas, más si cabe en una categoría que se asemeja a un taller de alfarería, donde se moldea a los jóvenes para que puedan desenvolverse en los estantes del profesionalismo.

“Lo fundamental aquí es la formación”, coinciden todos las voces sobre el plan de estudios de la universidad del ciclismo. “A nosotros el patrocinador no nos presiona para que logremos victorias. Si ganas, perfecto, pero ese no es el objetivo que tenemos a priori”, subraya Iñaki Telleria, convencido de que la educación “tanto en el sentido competitivo como en el de personas” debe anteponerse a los resultados deportivos. “A todos nos gusta ganar, pero sabemos dónde estamos y nosotros tenemos que servir como trampolín y lugar de aprendizaje para los chavales”, agrega Gorka Beloki. “Se trata de ser una escuela de ciclismo, de ayudarles enseñándoles. Esta categoría es, sobre todo, de aprendizaje. Lo que intentamos a través de la Fundación Euskadi es sacar profesionales y que aprendan a trabajar, a ser ciclistas”, expone Gorka Gerrikagoitia. En Seguros Bilbao, que ha atado su destino al de la Sociedad Ciclista Punta Galea para cubrir todo el espectro de aprendizaje, desde escuelas hasta aficionados, no se despegan del mantra que encola el ciclismo amateur. “Si bien queremos ganar carreras, tenemos claro que nosotros miramos a la formación y al medio plazo. Siempre apostamos por la formación de los jóvenes. Tenemos muchas incorporaciones del campo juvenil”, apuntala Barranco. “Nuestra función es la de formar corredores que pueden pasar a profesionales”, desliza Manolo Azcona, al volante del Lizarte, la cantera del Movistar.

alto nivel Aunque en pleno proceso formativo, la colonia de jóvenes ciclistas, -muchos de ellos recién incorporados a la categoría desde juveniles-, acceden a un peldaño, el aficionado, “cada vez más profesionalizado”, destacan los directores a este periódico. La exigencia crece en todos los ámbitos del ciclismo amateur: desde la preparación, pasando por la nutrición o el cuidado de los detalles. “En eso creo que tenemos mucho que aportar. Una buena metodología es imprescindible para poder progresar y aprender”, alimenta Gorka Gerrikagoitia sobre la tendencia que impera en el amateurismo. La constante mejora eleva el nivel de la categoría, que concentra a un puñado de buenos corredores con futuro abierto de par en par. En la presente campaña, equipos como la Fundación Euskadi-EDP, Café Baqué Campos, Caja Rural, Lizarte o Seguros Bilbao se postulan como las cabeceras más potentes, aunque no las únicas capaces de dar salida a corredores con opciones. Caja Rural y Lizarte, filiales del Caja Rural y Movistar, respectivamente, están llamados a surtir a sus respectivas naves nodrizas.

Se esperan varios tripulantes. En las voces de los directores resuenan los nombres de Xabier San Sebastián, Egoitz Fernández, Jon Irisarri, Mikel Alonso o Iker Azkarate, entre otros, como dorsales importantes, ciclistas con capacidad para filtrarse en el profesionalismo si la corriente del río discurre con normalidad. “Hay mucho nivel en aficionados y hay muchos corredores a los que prestarles atención. Es una categoría con calidad”, relata Manolo Azcona, uno de los grandes clásicos entre los volantes aficionados. “Hay chavales que destacan más que otros, que se les ve que están a punto, que si tienen suerte estarán en profesionales”, calcula Álex García del Café Baqué-Campos. “Siempre se tapan los huecos, salen unos, pero llegan otros. Esto no para”, exponen a este diario los expertos. Matrioskas. Muñecas rusas. El reemplazo que no cesa. Abran paso.