Bilbao - Aquel día a Mitch Holeve, un tipo duro que de joven probó suerte en el boxeo, se le hizo un nudo en el gaznate cuando miró a sus tres hijos. Estaban pasando la tarde en familia, viendo en la televisión una pelea de Artes Marciales Mixtas (MMA), y se le ocurrió avivar aquella pequeña fiesta preguntando a su prole quién de ellos querría ser luchador profesional de esa disciplina. Al padre se le secó la garganta al comprobar que su hijo mediano, Garrett, levantaba la mano. “Yo quiero ser luchador”. Mitch supo al instante que su hijo hablaba en serio. Siempre lo hace y, cuando se le mete algo entre ceja y ceja, no hay quién le haga cambiar de opinión. Su hijo iba a ser luchador de MMA, pero cumplir aquel sueño no iba a ser fácil: Garrett Holeve había nacido con síndrome de Down.
Aquello sucedió en 2010. A partir de entonces, la familia Holeve se dedicó a buscar por toda Florida, Estado en el que viven, un gimnasio en el que aceptaran entrenar a Garrett. Finalmente apareció Rodrigo Ramos, un luchador profesional de MMA que se comprometió a introducir al joven en este deporte con todas las garantías. Con el paso de los meses Garrett, que se rebautizó a sí mismo como G-Money, demostró que su pasión por el octógono no era el capricho de un día. Disciplinado y sacrificado, entrenó tan duro como cualquier otro luchador del gimnasio, pero él necesitaba más: quería participar en una pelea oficial. Fue entonces cuando se empezaron a mover los hilos para organizar en agosto de 2013 una pelea contra David ‘Asesino Cerebral’ Steffen, un chico que sufre parálisis cerebral y que ya contaba con experiencia internacional en diferentes deportes. Fue entonces cuando los medios de comunicación pusieron sus focos sobre el asunto y se abrió el debate: ¿era la pelea un ejemplo de integración o un riesgo innecesario?
La Comisión de Boxeo del Estado de Florida emitió una orden en el último momento para que los organizadores renunciaran a la pelea. Aquella decisión le dolió a Garrett más que cualquier puñetazo. Junto a su familia y amigos puso en marcha una petición en Change.org para que le dejasen pelear. La iniciativa acumuló más de 125.000 firmas. El mensaje de Garrett Holeve era claro y conciso: “Soy un luchador. Es lo que soy. Y lo único que quiero ser es un luchador”. Hubo quien cargó contra su padre por entender que ponía en riesgo la salud de su hijo, que bastante tenía ya con sufrir el síndrome de Down. “Tienes que estar mal de la cabeza para pensar que quiero que a mi hijo le den un puñetazo en la cara”, se defendía Mitch Holeve, “él tiene derecho a hacer lo que quiera. La gente no debería discriminarle solo porque tiene un cromosoma de más”.
Mientras el asunto se discutía en diferentes tribunales de Florida, apareció en escena Brian Higginbotham, un promotor que organizó el combate en Missouri. La pelea se celebró en noviembre de 2014. Garrett festejó su doble victoria: por fin tuvo su deseada oportunidad y, además, se impuso dentro de la jaula. Pero aún había más. La presión social hizo que las autoridades de Florida reculasen y dieran luz verde para que Garrett Holeve pudiese pelear en su estado natal. Para entonces, el joven de 26 años se había convertido ya en un icono de la lucha por la igualdad y la integración de personas discapacitadas y la Sociedad Americana de Síndrome de Down le concedió un premio honorífico en 2014 por su lucha.
En agosto de 2015 Garrett y Steffen volvieron a pelear, esta vez en Florida. En la revancha los jueces dieron la victoria a David Steffen. Desde entonces Holeve no ha vuelto a tomar parte en una pelea oficial, pero sigue entrenando duro y sigue empeñado en conseguir un contrato profesional como luchador de UFC: “Se trata de habilidad”, explicaba a The Guardian en octubre de este año, “el entrenamiento te ayuda a llegar donde necesites ir. Estoy mostrando a la gente lo que tengo, soy una inspiración. Cuando no me dejaron pelear, estaba un poco muerto por dentro. Creo que la lucha contra la injusticia me hace más fuerte, más poderoso”. Paralelamente a su lucha, Garrett ha creado una fundación a favor de los deportistas con discapacidades, da charlas motivacionales junto a su padre y en su gimnasio entrena de forma gratuita a niños y jóvenes que tienen algún tipo de discapacidad.
UN EJEMPLO En Euskadi, desde la distancia, se ve el caso de Garrett Holeve como un “ejemplo de inclusión”. Es lo que dice Laura Fernández, directora técnica de la Fundación Síndrome de Down del País Vasco: “Es positivo porque entendemos que las personas con discapacidad intelectual han de ocupar su espacio en la sociedad en las mismas condiciones que el resto”. Al sacar a relucir el debate sobre la peligrosidad de la MMA, Laura explica que “muchas veces, en nombre de la protección y aunque sea con buena intención, acabamos cayendo en discriminación o tomando decisiones equivocadas o discriminatorias para una persona”.
Desde esta plataforma vasca entienden que la polémica no salta cuando alguien practica fútbol o baloncesto. “Si fuese un chico que estuviera practicando otro deporte de manera profesional, lo estaríamos viendo en positivo y no tendríamos dudas”, matiza Laura Fernández: “Es verdad que es un tema delicado que precisa también de la ética del entrenador y de todos aquellos que rodean a este chico, para asegurarse de que está ahí porque realmente ha llevado unos entrenamientos de una manera cuidada, que se le hacen unos controles médicos, etcétera”.
En la Fundación Síndrome de Down del País Vasco cuentan con el referente de Francisco Javier Martínez, un joven que en 2009 participó en el Campeonato de Euskadi de taekwondo junto a deportistas sin discapacidades: “Hay que cuidar que las personas con discapacidad intelectual no vean vulnerados sus derechos de participar en todos los estamentos de la vida. Si nos vamos al texto de la Convención de Nueva York, sabemos que las personas con discapacidad tienen que tener todos los apoyos que precisen para poder desarrollar su vida con igualdad de oportunidades respecto al resto. Discriminar o no permitir participar a alguien en un deporte solamente por tener síndrome de Down, a día de hoy, no se puede sostener. Otra cosa es que no pueda participar porque no cumple con unas condiciones físicas, porque no tenga una calidad, etcétera”.
El punto de vista de Laura Fernández lo entiende perfectamente Aratz Garmendia, pero su experiencia profesional le obliga a tener una opinión que juega en contra de los intereses de Garrett Holeve. Este basauritarra de 32 años es luchador profesional de MMA, la misma disciplina que practica el joven de Florida, y cuenta además con el conocimiento que desprende de su trabajo con personas con síndrome de Down y otras necesidades especiales en un gimnasio de la Fundación ONCE. Por un lado, Garmendia destaca los beneficios que la práctica deportiva tiene para este colectivo, pero señala que hay que actuar con cautela: “A cualquier persona con cualquier discapacidad le veo la capacidad de entrenar en cualquier disciplina deportiva. Pero hay que tener un poco de cuidado viendo qué grado de afección tiene dentro de cada patología. El problema está cuando lo quieres llevar al tema competitivo. No es lo mismo competir en bádminton que en MMA”.
El luchador vizcaíno reconoce que todos en el mundillo conocen desde hace tiempo la historia de Garrett Holeve: “Que a una persona se le corten sus sueños por el mero hecho de sufrir una discapacidad no lo veo. Lo primero es que tenga la posibilidad, por lo menos, de hacerlo”. A partir de ahí, Aratz encuentra grandes inconvenientes dentro de su deporte como para tomárselos a la ligera: “Veo que dentro del síndrome de Down hay unas afectaciones, normalmente comunes, que para hacer MMA son fatales: tienen la cavidad bucal más pequeña, la mandíbula la tienen más pronunciada, suelen tener afecciones cardíacas, afecciones digestivas?”. Es más, Aratz Garmendia pone la diana sobre las cualidades que debe tener un luchador para practicar MMA de manera competitiva con todas las garantías: “La toma de decisión en una pelea es lo más importante. Fuera de la técnica que puedas tener, la toma de decisiones es lo que va a marcar la diferencia. Estoy hablando de análisis de la situación y reacción a la misma. En las personas con síndrome de Down su análisis y su reacción siempre son algo más lentas”. Por todo ello, y atendiendo a su experiencia dentro de la lucha profesional y al trabajo que realiza con personas como Garrett Holeve, sus conclusiones son rotundas: “Que un chico con síndrome de Down compita con personas que no sean discapacitadas, lo veo fuera de lugar. Pero si crearan una categoría para personas con síndrome de Down también lo vería injusto, porque la afectación que tienen unos y otros es muy diferente. Si ya es complicado hacer peleas igualadas entre personas que no sufren discapacidades, hacerlo con las variables que hay dentro del síndrome de Down sería imposible”.
Según Garmendia, con el entrenamiento las personas con síndrome de Down “pueden conseguir un desarrollo motor por encima de sus límites, romper las barreras de la discapacidad y pueden tener unas mejoras increíbles, pero no van a llegar al físico y a las cualidades necesarias para competir en MMA de manera oficial”. Señala una de las características físicas del síndrome de Down, la hipotonía muscular, como una barrera insalvable: “Contra eso no se puede luchar por mucho que practiquen la tracción temprana. Por mucho que se les estimule desde pequeños, van a sufrir la hipotonía. Por mucho que hablemos de la integración, que yo comparto, no es justo que tenga que pegarse con una persona que no sufre discapacidades. Caemos en la misma dinámica que cuando se habla de que un chico compita con una chica. No es justo”.
negativa de los rivales Otro obstáculo que se ha encontrado Garrett Holeve en su lucha por la integración es que los luchadores profesionales parecen no estar dispuestos a enfrentarse de manera oficial contra él. Aratz Garmendia lo tiene claro: “Yo no competiría contra una persona con síndrome de Down, pero sí entrenaría duro con ella. Es por el tema de las protecciones. De hecho, las peleas de este chico han sido con mucha protección y, por lo que tengo entendido, con mucho control del comité internacional de olimpiadas especiales. Pero sí entrenaría realmente duro con él. No tendría ningún problema en pegarle, siempre que estemos los dos debidamente protegidos. A mí me da igual perder contra alguien con síndrome de Down o contra una chica. Pero no podría pelear contra él”.