vitoria - Lleva ya más de la mitad de su vida viviendo en el Principado pero ese poso alavés con el que nació hace 44 años continúa teniendo un peso específico en todas y cada una de sus decisiones diarias, tanto las que afectan a su ámbito profesional como al personal. Probablemente sea Koldo Álvarez de Eulate (Vitoria, 1970) el exjugador y entrenador más internacional de la historia alavesa. Por ahí pululan casos como el de Aitor Karanka en la Championship británica, Roberto Olabe en la Academia Aspire de Catar y algún que otro técnico esporádico en el exótico fútbol asiático pero ninguno cuenta con la experiencia de este exportero que en su día formó parte del Aurrera sub’19, probablemente el mejor equipo juvenil que ha dado el la provincia, y donde compartió vestuario con una generación inolvidable. De aquellos tiempos, en cambio, solo queda el recuerdo, “una experiencia que marcó nuestras vidas”, como relata el propio Koldo estos días en Vitoria, donde apura parte de sus vacaciones antes de regresar a Andorra para reanudar su labor como selección del singular combinado nacional.

¿Cómo acaba un vitoriano entrenando a la selección de Andorra?

-Todo empezó con Peio Bengoetxea, entrenador que había tenido en el Aurrera y que firmó allí cuando yo tenía 23 años y jugaba en el Salamanca. Recuerdo que antes de comenzar el play off de ascenso a Segunda División con Juanma Lillo en el banquillo me llamó, firmé con él y me fui para allí. Justo Ruiz, también vitoriano, llegó al mismo tiempo procedente del Amurrio. Aquel primer año jugábamos en Segunda B y fue muy bueno, pero en la siguiente temporada se torcieron las cosas y a mitad de año le cesaron. A mí, en cambio, me ofrecieron renovar y me quedé. Luego ya me lesioné el cruzado anterior con la mala suerte de que mientras me recuperaba el presupuesto del club bajó y el equipo fue descendiendo de categorías... Era el momento de salir pero ya me había casado y hecho a la vida de allí, así que no tuve escapatoria (risas).

¿Fue fácil conseguir la nacionalidad andorrana?

-No, no lo es. Tienes que estar 20 años de residencia en el país o tres años ininterrumpidos además de casarte con una andorrana. Creo que estas normas son una manera de salvaguardar la identidad del Principado, un país, por cierto, que merece mucho la pena descubrir.

¿Antes de Andorra qué paradas futbolísticas hubo?

-Del Aurrera de Vitoria me marché con 18 años al Atlético de Madrid, que entonces presidía Jesús Gil. Aquella temporada estuve medio año cedido en el Toledo y luego en Salamanca. Pero en aquellos primeros meses en El Calderón... Había que ver a un chaval de 18 años como yo parando los golpeos de Shuster o aguantando a Paolo Futre, que corría como una bestia. Me acuerdo que el alemán le decía siempre en los entrenos: “Paolo, no corras tanto, vente suave, suave...”.

Se hizo profesional en el Vicente Calderón recién cumplida la mayoría de edad y se retiró a los 39 en la catedral del fútbol europeo...

-Así es. Fue en el 2009, tras 21 años de carrera y después de casi 80 partidos oficiales con Andorra. Y fue en Wembley (Londres), una de esas experiencias que te marcan. Fue ver aquel año el calendario, la coincidencia y parecía que estaba todo escrito... ¿Qué mejor final para colgar los guantes que en aquel estadio, no? Entendí que era el momento, en un partido oficial de clasificación para el Mundial de Sudáfrica, y además ya por entonces me picaba el gusanillo de entrenar.

La trasición fue de vértigo porque al año siguiente, en 2010, comenzó a dirigir ya a la selección...

-Durante los años anteriores ya me había sacado los títulos y había dirigido a las selecciones sub’17, sub’19 y sub’21, así que entendimos que era el rodaje perfecto. Además tenía ventaja porque conocía la base y las limitaciones de una selección como la de Andorra.

¿De todos sus partidos oficiales, hubo alguno especialmente significativo para usted?

-Quedarme con uno sería muy difícil, pero ahí están las veces que jugamos, por ejemplo, contra aquella Francia campeona del Mundo de Zidane, Deschamps o Barthez en Sant Dennis (80.000 espectadores). O la Brasil de Ronaldo, Roberto Carlos, Giovanni... que ganó el Mundial de 2002. Y Holanda, Bélgica...

...¿España?

-Una vez, en un amistoso de preparación para la Eurocopa de Portugal 2004. Perdimos 4-1 en Getafe.

¿Una selección menor como Andorra se acostumbra a perder o, al menos, asume de entrada que las posibilidades de ganar un partido son escasas?

-Mire, le cuento lo que nos pasaba al principio como jugadores, donde sí prestábamos más atención a ese tipo de cosas que eran las camisetas, las fotos con estos jugadores, los guantes y tal. Pero con el tiempo eso desaparece y te sale ese corazón competitivo que te lleva a querer no ya ganarles pero sí ponerles las cosas difíciles a los rivales. A partir de ahí es cuando los partidos dejaron de ser ya meras pachangas y nos sentimos futbolistas. Porque una cosa es que entonces nos ganaran por 6 a 1 y nos pareciese un buen resultado y otra que hoy en día eso ya no vale. El camino nos dice que tenemos que tratar de ser esa Andorra que es capaz de perder 1-2 en Gales con dos goles de Bale en el minuto 85. Ese es el objetivo ahora mismo, sabiendo, como decía antes, las tremendas dificultades que tenemos.

Al menos en lo que concierne a la presión, usted vive mejor que el resto de sus colegas...

-En la Federación son conscientes de lo que somos y la presión existe pero las limitaciones son las que son. Así que la presión es la que nos ponemos nosotros mismos. Hay que recordar que empezamos en 1994 de aquella manera y que estábamos en pañales. Hoy hemos avanzado, tenemos más campos, entrenadores titulados... El proceso nos tocó abrirlo en su día pero creo que estamos en el buen camino con ocho equipos de Primera y seis de Segunda. El reto es evolucionar y equipararnos en lo que podamos a los mejores.

¿Cuál ha sido el mayor éxito como selección?

-Llegamos a sumar cinco puntos en una clasificación para un europeo. Ganamos un partido y empatamos dos, uno de ellos ante la Finlandia de Hippia y compañía.

¿De dónde se nutre Andorra?

-El Principado tiene 72.000 habitantes censados, de los cuales 30.000 son andorranos y si a eso le descuentas el número de mujeres, pues la cantera no es que sea muy extensa. Tenemos en la Federación poco más de mil licencias pero es algo que ya sabíamos, así que no hay excusas. Solo nos queda explotar nuestras armas y seguir trabajando desde la convicción de que estamos en el buen camino.

¿A qué puede jugar su equipo en estos momentos?

-Aspiramos a hacer los partidos muy largos y las cosas muy bien; y aprovechar las pocas ocasiones que solemos tener, que no son muchas. Estamos en esa dinámica de activar un repliegue muy intensivo y limitar los riesgos en las fases del partido donde tengamos el balón. Tenemos cuatro armas y las tenemos que explotar al máximo. En los últimos tres partidos siempre hemos empezado ganando pero luego han influido otras cosas...

¿Como técnico de quién se siente más cerca?

-Depende de las circunstancias, pero desde un punto de vista de repliegue y contraataque ahí están los ejemplos de Javier Clemente o Mourinho, del que ya me gustaría heredar la forma en que es capaz de sacar el rendimiento que saca a sus jugadores. Y también Luis Enrique, por supuesto, que la pasada temporada aprendió a ganar con el Barça también sin tener el balón.

¿Le ha sorprendido el trabajo de Cesar Sampaoli?

-No mucho, porque lo que hay que ver es el trabajo previo de Chile, y en su caso, sobre todo cuando fue segundo de Marcelo Bielsa, éste fue muy bueno.

¿Y Messi?

-Ese chico es puro deleite. Es Messi cuando crea pero es Messi cuando quiere. Estamos hablando del mejor jugador del mundo.

¿Como jugador nunca pensó o tuvo la tentación de volver a casa?

-No, nunca surgió la posibilidad. La categoría entonces no era la adecuada y aquí en Andorra la calidad de vida era y sigue siendo muy buena. Luego sí es cierto que cuanto estás por aquí echas mucho de menos días como los que te juntas con la cuadrilla, el pintxo pote, los sobrinos... La vida social, en definitiva, que allí apenas hay, pero todo no se puede.

Lo que sí pudo, y disfrutó, fue de aquel Aurrera sub’19 que jugó en aquella Primera División juvenil...

-Y nosotros entrenándonos en aquel campo de tierra de Olaranbe, con aquellos balones Mikasa, el calor... Había humildad y había reto. Tomás Balbás no nos tenía entonces que convencer de nada. Íbamos de cabeza y nos fiábamos de lo que nos dijese. Ahora a los chavales hay que convencerles de todo y no existe esa implicación que, pienso, había antes. Esa humildad de entonces creo que ha desaparecido. Los jóvenes ahora tienen mucha más información y más calidad pero les falta ese punto de competitividad que nosotros llevábamos de serie. Pero bueno, que nos quiten lo bailao. A nosotros y a todos los que formamos aquella familia. ¡Qué años pasamos!