El latido de África retumbará con más fuerza que nunca a lo largo del mes de julio en el corazón de Francia. Por un lado, Chris Froome, firme candidato a ganar su segundo Tour; por otro, el estreno del MTN-Qhubeka en la carrera ciclista por antonomasia. Con Álex Sans como cabeza visible de un proyecto ambicioso, cuyo techo es imposible de vislumbrar, y que busca dar luz a los principales talentos del continente negro sobre las dos ruedas, el conjunto dirigido por el catalán puede presumir de ser el primer equipo africano en disputar la ronda gala. Hace unos pocos años, en las ediciones de 2007 y 2008, el Tour le abrió sus puertas al Barloworld -donde corrió Froome-, con licencia sudafricana en sus orígenes (2003-2004), pero que compitió con bandera británica desde entonces y hasta su desaparición en 2009. “Este sí, este es un proyecto íntegramente africano. Hay corredores de todo el mundo, pero mantenemos una filosofía muy clara: la cantidad de ciclistas nativos de África siempre tiene que se superior a la suma del resto de nacionalidades”, explica Sans.
Pero premios y reconocimientos deportivos al margen, sin restar el más mínimo mérito a lo conseguido por el conjunto africano, que en enero recibió la invitación para estar presente en el Tour, lo importante, y de lo que presume con mayor orgullo el mánager catalán es del trasfondo, de lo que hay detrás de los entrenamientos, de la competición, del material y de los numerosos viajes: la Fundación Qhubeka. Un proyecto originario de Sudáfrica que busca facilitar la vida de los más desfavorecidos. Su lema, Bicycles change lives (Las bicicletas cambian vidas), deja bien claro el propósito que persiguen.
“La mecánica es sencilla”, explica Álex Sans. “Qhubeka fabrica unas bicicletas, pesadas, de unos 23 kilos más o menos, cuya función es facilitar el día a día de la gente con menos recursos. La fundación trabaja habitualmente en poblados y en aldeas rurales, donde ayuda a sus habitantes. En el caso de los más jóvenes, para que estos puedan ir a la escuela, que en ocasiones pueden encontrarse a varios kilómetros de sus casas. Con los adultos el funcionamiento sigue una línea similar. Es decir, para que acudan a sus puestos de trabajo, aunque hay quienes también las utilizan para transportar diversos productos entre las aldeas”.
La obtención de las mismas no es gratuita, requiere un esfuerzo. Si bien no hay que pagar dinero por ellas, Qhubeka les exige unos mínimos. “Digamos que se las tienen que ganar. Como si fuesen los miembros de nuestro equipo y se tuviesen que hacer un hueco en el nueve del Tour. La fundación les exige que planten unas semillas y que luego, durante un periodo de tres a seis meses, cuiden de ellas. Llegado el momento son llevadas a distintas granjas, donde los agricultores se encargan de ellas. Entonces, se da por concluido el proceso y obtienen la recompensa: las bicicletas”, expone Sans.
crecimiento imparable El catalán conoce de primera mano el proyecto, el apartado humano, lo que no se ve a través de la televisión. No obstante, el pasado noviembre pudo visitar un par de aldeas, donde estuvo colaborando codo con codo con los responsables de la Fundación Qhubeka. No esconde que “el objetivo pasa por ayudar al mayor número posible de personas” y que, por ello, el crecimiento que ha vivido el equipo en los últimos años favorece la propagación del proyecto. Ahora es más conocido, más accesible. “Los colaboradores de Qhubeka se entrevistan con distintas personas, les presentan la idea y luego eligen si aceptarlo o no. Obviamente, cuanto mayor repercusión tenga el equipo, todo será más fácil”, detalla Sans.
De momento, piano piano, el equipo da pasos, progresa adecuadamente, que diría aquel. Su punto de partida fue una escuadra de bicicleta de montaña que posteriormente dio el salto a la carretera con un conjunto femenino. “Aquello fue el germen de lo que es ahora el MTN-Qhubeka. La idea de participar en el calendario europeo propició la creación de este equipo. Aunque la base está en Sudáfrica, pues es allí también donde la empresa de telecomunicaciones, el principal patrocinador, tiene sus oficinas centrales, Europa es el lugar preciso en el que darse a conocer, pues allí están las carreras más importantes”, asegura el mánager catalán.
Con pasado en el CSC, donde ejerció de masajista de Carlos Sastre en el Tour de 2008, en el que el abulense pudo con los hermanos Schleck, el Cervélo y el Netapp-Endura, Álex Sans conoce bien las entrañas de la ronda gala. Su experiencia será vital para la consecución de los objetivos que persiguen en su estreno. Habla de una victoria de etapa, pero no renuncia a cotas mayores: “Nuestro objetivo es ganar una etapa, pero no renunciamos al maillot verde o al de lunares”. De esta forma, sus esfuerzos se centrarán especialmente en la primera semana, en la que ya piensa. En ella, el nivel de corredores como Steve Cummings o Edvald Boasson Hagen podría acercarles al anhelado deseo del triunfo... o tal vez a un premio mayor. “Si hacemos un buen prólogo y aprovechamos los esprines bonificados de las siguientes jornadas, ¿por qué no vamos a poder lucir el amarillo? Será complicado, pero lucharemos”. El director catalán promete pelea.
Lograr un objetivo de tal enjundia sería un premio mayúsculo para el Qhubeka, que partirá de Utrecht con tres sudafricanos -Jacques Janse van Rensburg, Reinardt Janse van Rensburg y Louis Meintjes, de quien Álex Sans habla maravillas- y dos eritreos: Merhawi Kudus y Daniel Teklehaimanot. Un equipo solidario, con un proyecto ilusionante que hará vibrar a África en este mes de julio con su estreno en el Tour.