bilbao - La llegada de Gorka Elustondo (Beasain, 1987) al Athletic a coste cero supone un nuevo trasvase desde Donostia hasta Bilbao, desde las entrañas de Anoeta hasta el corazón de San Mamés. El centrocampista guipuzcoano, capacitado para emplearse como central en caso de que las circunstancias exijan una readaptación de su posición natural, se ha desligado de la Real después de no aceptar la oferta de renovación lanzada desde el club txuri-urdin, preparando así su particular aterrizaje en la capital vizcaína, nuevo hogar al que también optaron por mudarse en el pasado otros realistas con y sin contrato en vigor.

El último en unirse a la disciplina rojiblanca tras lucir el escudo de la Real en el pecho fue Iñigo Díaz de Cerio en el verano de 2009. El delantero donostiarra, cuyo ejemplo seguirá Elustondo, desechó entonces la opción de continuar su carrera en Anoeta para firmar por el Athletic, que tampoco tuvo que realizar desembolso alguno para hacerse con los servicios de Igor Gabilondo, en 2006; y de Andoni Imaz, reclutado para la causa rojiblanca en 1998 y actual delegado del primer equipo bilbaíno.

Los tres, guipuzcoanos y canteranos de la Real al igual que Elustondo, no dejaron un solo euro en las arcas realistas, algo que tampoco hizo Lutxo Iturrino en 1989, quien también se había fogueado en las categorías inferiores del club txuri-urdin. Ese mismo verano, no obstante, Loren Juarros, actual responsable de la dirección deportiva de la Real, sí dejó un buen pellizco en Donostia: 300 millones de las antiguas pesetas.

El elevado coste del traspaso que cerró el expresidente rojiblanco Pedro Mari Aurtenetxe no evitó que las fabulosas relaciones institucionales entre ambos clubes sufrieran un notable retroceso, como consecuencia del malestar patentado por una Real Sociedad que vio un año después, en 1990, cómo el Athletic abonaba los 50 millones de pesetas que figuraban en la cláusula de rescisión de David Billabona. La incorporación del irundarra, que formó parte de la selección estatal que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992, dio paso en 1994 al fichaje de Bittor Alkiza, al que el técnico John Benjamin Toshack mostró la puerta de salida. Se abrió entonces una ventana, la del Athletic, que cautivó al hijo del expresidente realista Iñaki Alkiza. Los 220 millones de pesetas desembolsados por Ibaigane fueron suficientes para cerrar una operación que sirvió para ver al donostiarra como rojiblanco durante las nueve temporadas previas a su regreso a la Real, materializado en 2003 con el objetivo de poner en casa el punto y final a su trayectoria como profesional.

terremoto en Donostia Querido por ambas aficiones, Alkiza representa la escasa naturalidad con la que se digieren trasvases que no siempre han favorecido al Athletic. Sí lo hizo el que acometió José María Arrate en julio de 1995. Un jovencísimo Joseba Etxeberria, con solo 17 años de edad, cambió la capital guipuzcoana por la vizcaína desatando un auténtico terremoto en Donostia. Los 550 millones de pesetas que recibió la Real a cambio de los derechos federativos del atacante de Elgoibar, cuya cláusula de rescisión había sido establecida en dicha cantidad, desató una poderosa tormenta en clave txuri-urdin. Se instauraron en Anoeta las cláusulas anti-Athletic, a las que en las dos últimas décadas han aceptado abrazarse jugadores como Rubén Pardo y el ya retirado Óscar de Paula, flamante entrenador del Badajoz.

No tuvo que pagar el Athletic más de un millón de euros para incorporar a Mikel Balenziaga y Xabi Castillo, en 2008 y 2009, respectivamente. El lateral de Zumarraga, indiscutible para Ernesto Valverde en el carril izquierdo, fue fichado tras haber disputado solo dos partidos de pretemporada con el primer equipo de la Real, pero habiendo destacado el curso anterior (2007-08) en las filas del Sanse. Dos temporadas de recorrido como integrante de la primera plantilla realista tenía Castillo cuando llegó al Athletic, una más de las que presentaba Iban Zubiaurre en su particular hoja de servicios cuando fue tristemente presentado por Fernando Lamikiz como nuevo jugador rojiblanco en el fatídico verano de 2005.

El lateral de Mendaro, a quien la Real decidió prolongar unilateralmente el contrato que le unía a la entidad, posó con la camiseta del Athletic en un acto que acabó en los tribunales y que obligó a Ibaigane a abonar un total de 5 millones de euros al club txuri-urdin. Se trata del episodio más triste de una relación que vivirá un nuevo trasvase.