Con siete años tuvo su primer hacha y con ocho se estrenó en la plaza siguiendo la estela de su padre, también aizkolari. Su progresión ha sido excelente, “pasito a pasito pero siempre hacia arriba”, como él mismo reconoce. Ganó su primera txapela a los 16 años, con 19 mandaba ya en Bizkaia y el domingo, en su cuarta final absoluta, certificó “un sueño hecho realidad”.

Campeón de Euskal Herria con 26 años y primer vizcaíno que consigue este hito. ¿Qué le dice esto?

-Estoy muy contento. Es un sueño hecho realidad.

¿Cómo fue la final? Había quien las semanas previas le daba como gran favorito al triunfo.

-Yo creo que más favorito que yo era Iñaki Azurmendi por ser el vigente campeón y porque la final era en Beasain, en su casa. Él buscaba su tercera txapela para consagrarse aún más en la élite de los aizkolaris, aunque yo sí que iba con esperanzas. Las cosas me salieron bien y la txapela se ha venido para Bizkaia.

¿Dónde estuvo la clave de la final?

-Cuando una prueba dura 40 minutos pasas por momentos buenos y malos. Yo creo que la clave estuvo en que no tuve un momento especialmente malo, supe afrontar la situación, el físico me acompañó y en el séptimo tronco cogí la delantera y de ahí hacia adelante me centré en mantener la diferencia. Y del décimo tronco hacia adelante, a disfrutar.

¿Hubo algún momento durante la prueba en la que se sintió ya campeón, que vio que el triunfo ya no se le podía escapar?

-La esperanza la llevas desde casa. Es cierto que el segundo tronco lo corté yo primero, pero Iñaki Azurmendi iba pisándome los talones y le veía fuerte. En el séptimo tronco cogí mi ventaja, el octavo fue clave porque era de los grandes y a partir de ahí vi que mis posibilidades crecían; no te ves ganador, pero sí que la esperanza crece. En los dos últimos sí que vi que si no ocurría una desgracia la txapela no se podía escapar.

Con la tensión de tener tan cerca su sueño, ¿le dio tiempo a disfrutar en esa parte final del trabajo?

-Sí que da tiempo. Ves el frontón lleno, la gente con camisetas de apoyo... ¡Hay un momento que quieres incluso que haya dos troncos más!

¿Cómo fueron sus inicios en el mundo aizkolari?

-Empecé por mi padre, que fue aizkolari. Él andaba con el hacha de plaza en plaza y yo le acompañaba.

Su progresión ha sido excelente, siempre ha dado pasos al frente.

-Eso es importante. Quizás nunca he dado pasos enormes pero siempre han sido hacia adelante; un pasito y afianzar, otro pasito y afianzar...

También viajó a Australia para aprender y evolucionar.

-Acabé la diplomatura de Empresariales, estuve haciendo prácticas y tenía que hacer el Grado, pero antes quise ir a Australia. Fue más por poder practicar inglés y me sirvió para formarme como aizkolari y también como persona. Me valió mucho.

Tras lograr la txapela absoluta con 26 años, ¿esto es una meta o el punto de partida hacia nuevos retos?

-Es muy difícil, los objetivos hay que marcarlos poco a poco y que sean siempre alcanzables. Mi ilusión siempre fue llegar a Primera, una vez que lo conseguí pensaba que alcanzar una final sería la leche, cuando llegas piensas en el podio y tras pisarlo te centras en que la txapela tiene que llegar sí o sí. Ha llegado ahora y de momento voy a disfrutar. Aunque no llegue ninguna más hasta los 30 yo estoy conforme.