La cuarta jornada de la primera fase de la Euroliga dejará en el Fernando Buesa Arena a un histórico del baloncesto serbio que intenta por todos los medios de reverdecer viejos laureles. Tras excesivos años de travesía por el desierto, salpicados de acuciantes problemas económicos que pusieron incluso en tela de juicio su supervivencia, el Estrella Roja vuelve a tomar parte en la máxima competición la friolera de catorce años después. Una terrible época de vacas flacas que, para hacer más grande la herida, ha coincidido con el momento de mayor esplendor del Partizan, su acérrimo e irreconciliable rival con el que comparte cancha en una ciudad como Belgrado donde se respira baloncesto por todos los costados. Mientras uno ha permanecido casi en el más absoluto de los anonimatos, el otro ha alcanzado cotas impensables fuera de sus fronteras en estas últimas temporadas incluida una presencia en la Final Four de París en 2010.
El rival azulgrana de mañana, a priori la cenicienta del grupo D e inédito tras la disputa de las tres primeras jornadas, se ganó el pasado ejercicio su derecho a competir con los mejores tras conquistar el subcampeonato de la Liga Adriática. Perdió la final precisamente ante los sepultureros, pero esa segunda posición y el título de la Copa serbia certificaron la vuelta al primer plano de un club con una de las canteras más prolíficas del baloncesto continental. No en vano, de ella surgieron nombres tan conocidos como Pedrag Stojakovic, Dejan Tomasevic, Milan Gurovic, Vladimir Radmanovic, Dragan Tarlac o, más recientemente, Igor Rakocevic, un auténtico icono cuyo dorsal número 8 fue retirado en junio del año pasado cuando consensuó su marcha con una cúpula directiva decidida a rejuvenecer el equipo.
Presidido por Nevojsa Covic, un ingeniero que llegó a ser alcalde de Belgrado, el Estrella Roja se salvó a primeros de 2011 de la bancarrota -acumulaba una deuda de 14 millones de euros- tras fusionarse con el FMP Zeleznik en una decisión que inicialmente creó mucha controversia entre su propia hinchada. Fue el clásico matrimonio de conveniencia en el que una entidad aportaría el nombre y la otra -por la que pasaron en su día Milos Teodosic, Milan Macvan o Miroslav Raduljica- una estructura eficiente y bien gestionada con el que podría verse la luz al final del túnel. "En principio, han salido ganando todos porque el Estrella Roja estaba en una situación económica que daba pena. Así, han saneado las cuentas. El FMP no ha desaparecido por tener otro nombre. Son el mismo club, pero uno compite a nivel profesional y el otro en categorías inferiores. Eso mismo le hubiese pasado al Barcelona o al Real Madrid si no tuviesen detrás el respaldo de un equipo de fútbol", explica Jordi Sampietro, un técnico catalán que vive desde hace casi una década en Belgrado y creador de una empresa propia que ofrece la posibilidad de poder asistir a los partidos del adversario al que se medirá en breve la formación dirigida por Sergio Scariolo.
un público entregado Respaldado por una de las masas sociales más calientes y fieles, el Estrella Roja posee un evidente tirón mediático en la capital serbia. Prueba de ello es que en la jornada inaugural de la Euroliga congregó a 19.000 enfervorizados hinchas en el Kombank Arena. El pasado 17 de octubre, con el Lokomotiv Kuban como invitado a una fiesta que finalmente desembocó en una rotunda decepción, consiguió la quinta mejor asistencia de público en la historia de la competición. Hace una semana, esta vez en la mítica Sala Pionir, también se quedó a las puertas del triunfo ante el Panathinaikos tras dilapidar quince puntos de ventaja en la segunda parte. Sendos traspiés le han dejado prácticamente herido de muerte para intentar conseguir el billete hacia el Top 16.
El aterrizaje del cotizado Svetislav Pesic en el banquillo, concretamente en agosto del 2011, representó el primer golpe de efecto para que su melancólica hinchada recobrase la ilusión. El presupuesto, cifrado en la actualidad en 4 millones de euros gracias al acuerdo alcanzado con Intersport, ha ido crecido en los últimos tiempos hasta colocarse casi al mismo nivel que el Partizan. "Se odian más todavía que el Barcelona y el Real Madrid porque son de la misma ciudad. Si el Ayuntamiento o alguna empresa le da dinero a uno, el otro protesta al día siguiente. No es fácil la convivencia entre ambos", detalla Sampietro.
De la plantilla balcánica, dirigida por el montenegrino Dejan Radonjic, sobresale el trío de estadounidense que integra la cuerda exterior. Los anárquicos DeMarcus Nelson, Blake Schilb y Charles Jenkins, todos ellos con un notable uno contra uno, se perfilan como los grandes peligros para un Laboral Kutxa que, sin embargo, no deberá perder de ojo a dos internacionales que tomaron parte en el pasado Europeo. Uno es el escolta esloveno Jaka Blazic y el otro el fornido poste serbio Rasko Katic. El único miembro con pasado en la ACB es el ala-pívot Ivan Radenovic, que militó en Girona, Sevilla y Menorca. "Están teniendo muy mala suerte en la Euroliga. Si fueran con un balance de 2-1, no le extrañaría a nadie viendo sus dos derrotas increíbles en casa. Ahora, lo tienen muy complicado, aunque al Baskonia le pueden dar un susto en Vitoria", concluye Sampietro.