Barcelona. Padre del penalti más daliniano e imitado del planeta fútbol, Antonin Panenka (Praga, 1948) se aleja de la extravagancia de los elegidos. Su bigote inmortal, su barriga de bon vivant y, sobre todo, su discurso terrenal lo convierten en un genio cotidiano del deporte rey. Coetáneo de reconocidas estrellas de los 70 como Beckenbauer, Cruyff o Müller, su fútbol, tal y como reconoce, no pasará a los anales de la historia. Antonin era un centrocampista pelotero, con toque. Sin embargo, no era ni rápido, ni fuerte, ni cabeceaba bien, algo que, en la selección de Checoslovaquia de la época, suplía con su visión panorámica del juego y los penaltis, su especialidad.
"Nunca fui rápido y físicamente tenía unas condiciones bastante normales. Con la cabeza era nulo, nunca metí un gol de córner. Lo mejor que tenía era el trabajo con el balón, mi creatividad, así como la rapidez de pensamiento. Y evidentemente mi arma secreta eran los lanzamientos de penalti", explica.
Cómo no, el asunto estrella es otro que su penalti decisivo durante la tanda de penaltis de la final de la Eurocopa de 1976 ante Alemania Federal. Ese toque sutil, centrado, que engañó al portero Sepp Maier y que, casi cuatro décadas después, sigue siendo la pena máxima más famosa del mundo. Sobre Maier, Antonin reconoce que no se lo tomó muy bien, pero que en ningún caso pretendía humillarle. "Siempre que en una entrevista le preguntaban por mi gol, se lo tomaba un poco mal. Creo que yo soy una espina para él. Después vi que esta reacción era por culpa de lo que decían los periodistas occidentales. Decían que, Panenka, un don nadie, le había dejado en evidencia. Yo no le ridiculicé", clarifica. Pese a ello, a Antonin le gusta hablar de su obra de arte. De hecho, se muestra orgulloso que los jóvenes futbolistas intenten imitar su gesto técnico en el rincón más recóndito del mundo. "No estoy harto de hablar del penalti -explica con naturalidad-. La gente sigue interesada por este penalti y eso me gusta. Veo muchos niños interesados y para mí es un orgullo que pase de generación en generación".
El mismo bigote del 76 Muchos han sido los futbolistas que, después de esa noche de verano del 76, han imitado al mito checo. Algunos consiguieron engañar al guardameta, otros, sin embargo, se quedaron a las puertas de la gloria. Lo más importante, según su ideólogo, es convencer al portero que se quiere lanzar un penalti de manera convencional y después tocar suavemente el balón. Todo ello sin olvidar una cláusula innegociable: la práctica. "Uno no puede llegar al punto de los once metros y decir voy a tirar un penalti al estilo Panenka, porque fallará. Debe practicarlo, y mucho", subraya. Antes de patentar su lanzamiento, Antonin lo probó con el meta de Bohemians 1905. Cansado de que Zdenek Hruska le adivinara sus intenciones a la hora de enfrentarse al penalti, creó un lanzamiento un tanto insólito, algo que durante su carrera repitió en una treintena de ocasiones. "Lancé 30 penaltis de esta manera y sólo una vez fallé", dice sin desvelar el nombre del portero que le paró el penalti.
A sus 64 años, Antonin vive una vida tranquila en su República Checa natal. Presidente de honor del Bohemians 1905, aprovecha su jubilación para practicar fútbol, tenis y ping pong, mientras continúa ligado con algún que otro proyecto empresarial como la fundación de una revista que lleva su nombre. Del fútbol actual considera que los jugadores están "más preparados físicamente", si bien echa de menos el "buen manejo de balón" de antaño. Mantiene su bigote del 76 y no rehuye de sus orígenes humildes para responder a la pregunta del millón: ¿Qué sería de usted si no hubiera transformado ese penalti a Maier? "Supongo que hubiera acabado trabajando en una fábrica. Sería un buen operario", concluye.