alain laiseka
TARAZONA. Para saber, en Tarazona hay que preguntarle al viento del Moncayo. ¿Por dónde pega? "Pues por la mañana de acá y por la tarde de allá", le vinieron a decir en el pueblo a Patxi Vila, exciclista navarro, 38 años, que ahora trabaja para Nibali. O, mejor, para su bicicleta, la Specialized americana que ha desarrollado un programa pionero (Specialized Racing Performance Program) para asesorar a los equipos que llevan su material. Les ofrecen tecnología para mejorar su postura -túnel del viento, la telemetría importada de la F-1 o MotoGP- y antes de cada crono les entregan un dossier técnico donde les aconsejan qué material utilizar ese día -ruedas, casco, manillar?- y una simulación del recorrido. Por eso estaba Patxi Vila en Tarazona hace dos meses. Para saber del viento del Moncayo. Preguntó a los que saben, los del pueblo, como se ha hecho siempre. ¿Por dónde pega? "Pues por la mañana de acá y por la tarde de allá", le dijeron. El navarro apuntó. Volvió semanas más tarde con aparatos que lo miden todo. Y el martes, antes de la crono, cargado de sensores que envían lo que ven a los ordenadores de dos ingenieros que lo interpretan y hacen la simulación que ayer era un dibujo de cómo el viento del Moncayo cincelaba la crono de Tarazona.
Pegaba de acá y de allí. De todos lados. Ya lo habían dicho los del pueblo. Más que en ningún otro sitio, en los primeros 20 kilómetros que subían y bajaban el puerto del Moncayo. Luego había que descender por una carretera de asfalto nuevo y brillante donde el viento empujaba de costado hasta que se metía por un bosque de hayedos, caracoleaba en cuatro curvas sencillas y volvía a Tarazona con el aire arremolinado entre los radios. De eso hablaba el informe de Patxi Vila. De que el viento sería un incordio. Y que era mejor echar el resto en la subida porque luego se sacaba la vela y se volaba. Los papeles los tuvo entre sus manos ayer por la mañana Martinelli, los repasó, entendió, sacó sus conclusiones y se lo fue a contar a Nibali para que pudiera hacer la crono con los ojos cerrados.
Cuando se lo encontró el italiano no tenía ojos. No los podía abrir. El martes mientras entrenaba por el puerto del Moncayo se le metió una abeja entre los agujeros del casco y le picó en la frente. Le pusieron una Coca-Cola fría para bajar la hinchazón, pensaron que no tenía más importancia y como al chico no le molestaba, un poco nada más esa tarde, lo dejaron ahí. Así se fue a la cama.
Nibali duerme boca abajo y con la cara metida en la almohada. Dicen que eso, no se sabe bien cómo ni por qué, debió provocarle la reacción. Cuando se levantó por la mañana, se puso frente al espejo y casi no se vio. Tenía la cara enorme y los ojos pequeñitos.
ni pomada ni nada Veía por una rendija. Casi nada. Y se asustó. "Pero no se me pasó por la cabeza abandonar", dijo luego. Esa hinchazón se baja en un rato con una pomada de cortisona, un producto prohibido en el ciclismo salvo que su uso esté médicamente justificado. No hacía falta explicar muchas cosas para justificar que Nibali usase la pomada. Saltaba a la vista. No veía. ¿Qué más había que explicar? Los médicos del equipo pidieron permiso a la UCI, que atendió y no puso objeción. El problema es que el Astana pertenece al Movimiento Para un Ciclismo Creíble, enraizado en Francia, cuyo reglamento en estos asuntos es sencillo e inquisitorio: no permite excepciones de ningún tipo. Ni siquiera en este. Así que sin pomada, con los ojos pequeñitos y la cara grande, Nibali se marchó a correr la crono de Tarazona.
Llegó oculto tras unas gafas oscuras y grandes. Ciego. "Pero con el paso de las horas he mejorado", matizó después de asegurar que no tuvo demasiados problemas con la vista porque los espacios eran anchos, las rectas largas y las curvas del descenso pocas y sencillas. Y que, sin atreverse a asegurarlo, la picadura de la abeja no afectó a su rendimiento. Sin vista, le bastaron las piernas para ser el mejor de los favoritos. Le metió 23 segundos a Roche, 27 a Valverde, 1:18 a Basso, 1:29 a Horner y 1:36 a Purito para volver a liderar la Vuelta con 33'' sobre el irlandés, 46 sobre Valverde y Horner y, lejos, 2:33 sobre Purito.
Ciego ayer, el italiano empieza a ver suya esta Vuelta en la que sigue teniendo un ojo sobre Valverde -que pinchó y tuvo problemas con el buzo porque le quedaba pequeño y no le dejaba mantener con comodidad la postura sobre la cabra- y otro sobre Purito, que lo pasó mal porque se le cayó el botellín de agua nada más salir y tuvo que hacer la crono a palo seco, con lo que el aire de la sierra seca la boca. "Ellos son los dos rivales", dijo Nibali. Aunque están por ahí Roche, su amigo Basso y Horner, que perdió ayer de nuevo el liderato y cuando le preguntaron si estaba en su mente recuperarlo en la travesía dura de los Pirineos que llegan esta semanas -tres etapas seguidas de montaña donde el americano ha demostrado ser el más fuerte- respondió monosilábico: "Sí". Ni pestañeó.
Tampoco lo hizo Fabian Cancellara para ganar la crono corriendo a más de 45 por hora y batir por 37 segundos a Tony Martin. La victoria del suizo y la derrota del alemán van más allá del duelo ayer en Tarazona. Ambos corren la Vuelta con la vista puesta en el Mundial de Italia.