Sanxenxo. El trayecto empieza en Vilanova de Arousa, bajo el sol de agosto y la bahía azul salpicada de veleros blancos que corren como quiere el viento fresco del Atlántico que corran. Ese viaje que parte tan cerca de Fisterra, donde acaba el mundo, es el vigésimo de Euskaltel en la Vuelta. Y el último. Fin.
El primero, tan distinto, lo recuerda Txomin Perurena, el primer director que tuvo el Equipo Euskadi; a este de la despedida le pone voz Igor González de Galdeano, el último mánager del conjunto vasco que habla de una salida por la puerta grande, de ganar o de luchar por ello, porque esa sería la orgullosa rúbrica a la trayectoria del equipo en la Vuelta. Entre ambos sintetizan el trayecto de dos décadas del equipo en la carrera española que refleja también la propia evolución del proyecto. El viaje comienza en 1994.
Es abril y no agosto. Es la última Vuelta fría de primavera y es la última grande de Pedro Delgado, en la sombra del duelo entre Tony Rominger, que acabará ganándola por tercera vez consecutiva, y Alex Zulle. Será la edición que asista a la explosión de Mikel Zarrabeitia, 23 años, heredero de Marino y Gorospe. Banesto, Clas y Once son los grandes equipos de referencia, los más poderosos y ricos. Tienen figuras que cobran como lo que son, millones. Y les rodea una infraestructura a su altura de grandes camiones para el material, autobuses, coches, varias bicicletas a disposición de cada corredor, un pelotón de masajistas, mecánicos y auxiliares, ropa a espuertas? "Y nosotros, lo más valioso que teníamos era la ilusión", dice Txomin Perurena, que recuerda el debut del Equipo Euskadi en la Vuelta como uno más de los primeros pasos de un equipo nacido sobre la base de una idea insólita en el ciclismo -era el espejo del Athletic- de correr solo con corredores de casa.
"Eso que era tan extraño fue lo que le dio fuerza al proyecto desde el inicio. La gente estaba muy ilusionada, le puso muchas ganas, y como costó sacarlo adelante caló más hondo aún que si hubiese sido una cosa fácil", explica el director que se plantó en la Vuelta del 94 con lo que se pudo, que eran tres coches, una furgoneta y la Mercedes de un amigo suyo jubilado que era donde se cambiaban y aseaban los corredores cuando llegaban a meta. "No había otra cosa", rescata Roberto Laiseka de su primera Vuelta. En esa Mercedes bajó el escalador vizcaino de Los Lagos preguntándose la razón por la que el amigo de Perurena, un voluntario, enfilaba el descenso con cara de preocupación. "Luego supimos que la Mercedes casi no tenía frenos".
Así de humilde era aquel primer Equipo Euskadi. "Así nacimos, pero no nos faltaba nada de material, no podíamos tener ni una queja. Siempre he dicho que a un equipo no le hacen grande los autobuses. Nosotros teníamos lo necesario para correr: ropa y bicicletas". Cada corredor tenía una bicicleta y luego había otras cuatro de repuesto que compartían. "Había una para cuatro corredores que tenían una talla parecida, otra para otros dos y así", explica Perurena, que pasa por encima esas estrecheces del inicio y destaca que el equipo llamaba la atención. "Despertó la curiosidad de gente de otras nacionalidades que les venían a preguntar a Madariaga y a Urrutxurtu detalles de cómo habían fundado algo así, de los estatutos y todo eso. Incluso hubo una vez que antes de ir al Tour y el equipo se conociese en todo el mundo vino un periodista de L'Equipe a contar la historia del equipo que corría solo con vascos".
Para eso se fundó, para dar salida a la cantera vasca. Así que gran parte del equipo que debutaba en aquella Vuelta eran jóvenes recién llegados sin experiencia a los que completaban Cabestany, Murgialday o Rubén Gorospe, que llevaban unos años en el ciclismo. Luego estaban los nuevos, Laiseka, Solaun, Cuesta y un chavalito de Mungia, el malogrado Agustín Sagasti que pocas semanas antes había logrado en el primer sector de la última etapa de la Vuelta al País Vasco la primera victoria en la historia del equipo.
Sagasti era el corredor que pedía auxilio al médico de carrera en la etapa de esa edición que iba hacia Andorra porque no se encontraba bien. "Estaba enfermo", rememora Laiseka: "Se quedó de salida e iba agarrado al coche del médico mientras le atendía". Para cuando acabó, el pelotón estaba dos minutos por delante y Perurena mandó a Solaun y a Laiseka que pararan para esperarle y meterle de nuevo. "Fue una liada. El pelotón iba rápido y llegamos a estar a cinco minutos. Entonces yo les dije a Solaun y a Sagasti que de esta nos íbamos de Andorra a casa en autobús, que no cogíamos ni locos". Tardaron más de 50 kilómetros en lograrlo. "Y cuando lo hicimos va el juez, Sanz, se acerca a Sagasti y le dice que está eliminado por agarrarse al coche del médico. Sigo pensando que fue una sinvergonzonada porque si iba a echarle de carrera podía haberlo hecho cincuenta kilómetros antes de que nos pegáramos esa paliza". Esa tarde de Andorra Rubén Gorospe se unió a Sagasti y abandonó la Vuelta. Eran dos menos.
"Fíjate cuáles serían nuestras aspiraciones que incluso se hicieron apuestas, sobre todo en Gipuzkoa, de cuántos corredores del equipo íbamos a acabar la Vuelta", dice Laiseka.
Las expectativas eran tan humildes como el proyecto. "Queríamos dejarnos ver, que se hablara de nosotros", sostiene Perurena, que recuerda, de todas maneras, el ímpetu y la ilusión con la que Urrutxurtu, "¡qué manera tan bonita tenía de motivar al equipo!", alentaba a los corredores pidiéndoles que no pusieran límites a sus sueños.
Urrutxurtu, como Madariaga y Pradera, expresaba abiertamente su anhelo que parecía quimérico y no era otra cosa que correr alguna vez el Tour de Francia con un equipo formado exclusivamente por corredores vascos. "El miedo en aquella primera Vuelta venía por ahí porque no sabíamos cómo iba a recibir la gente al equipo por el tema de la dichosa política. Y resultó una agradable experiencia comprobar que la gente nos acogía muy bien en todos lados. Por ejemplo, no recuerdo un recibimiento mejor al equipo que el que nos dieron una vez que corrimos el Campeonato de España en Melilla". "Aunque", abunda Perurena, "siempre hay cazurros".
Aquellas Vueltas se veían por la tele pero las contaba José María García por la radio. "Era el que mandaba en eso de los medios", recuerda Laiseka. En el equipo de García trabajaba Ángel González Ucelay, que durante varias etapas evitó pronunciar el nombre de Euskadi en las retransmisiones y cuanto Perurena habló con García para conocerla razón -política, claro- este le dijo que estuviese tranquilo, que pondría solución. Al día siguiente en antena le mandó a Ucelay que nombrase al equipo hasta siete veces. "Pero claro", prosigue Perurena, "para que nos pudiesen citar en la radio García me decía que nos teníamos que dejar ver, que era lo que les trataba de explicar yo a los corredores". "Atacábamos siempre antes las horas en punto, a menos diez, para aparecer en los boletines de García", recuerda Laiseka.
Igor González de Galdeano empezó escapado la primera Vuelta que corrió con el Equipo Euskadi, la del 96. "Llevábamos tres meses sin cobrar y los propios corredores nos impusimos el compromiso de hacer todo lo posible por llamar la atención para que el equipo no muriera", explica el alavés, que corrió esa y una Vuelta más en el equipo de Madariaga y luego fichó por el Vitalicio de Javier Mínguez con el que discutió a Ullrich la Vuelta de 1999 que acabó segundo. Esa edición de la Vuelta es la más importante en la historia de Euskaltel porque a dos días del final, en Abantos, Laiseka consiguió la primera victoria en una grande.
"Fue un punto de inflexión en la historia del proyecto", apunta Galdeano; "siempre le he escuchado decir a Miguel que aquella victoria de Laiseka cambió la mentalidad del equipo y le abrió las puertas del Tour". En 2001 Euskaltel debutó en la ronda francesa y fue Laiseka el que logró en Luz Ardiden la más recordada de las victorias del equipo. "Todo el mundo me recuerda por eso y es normal, pero en realidad mi vida ha estado más ligada a la Vuelta donde gané mi primera carrera y no falté nunca. Corrí 12 veces seguidas. Y habría corrido la decimotercera si no me hubiese caída en el Giro (2006, la caída que le retiró)", explica Laiseka.
Como Laiseka, la Vuelta también descubrió a Igor Antón, que ganó en Calar Alto ante Valverde y Vinokourov en 2006 y desde entonces reservó un lugar especial en su corazón para la ronda española. Cuando le preguntan por ella siempre responde que la Vuelta es su carrera.
Lo mismo podría decir Samuel, que ha conocido la gloria del Tour (podio en 2010, una etapa y el maillot de la montaña en 2011) pero supo de su capacidad para luchar por el podio en una grande en la Vuelta de 2007, cuando ganó tres etapas y acabó tercero. En 2009 escaló un peldaño. Segundo tras Valverde. Desde entonces, el asturiano no había pisado la carrera española y en su ausencia fue Antón, en 2010, el que soñó con ganarla hasta que una caída a los pies de Peñacabarga cuando era líder acabó con todo.
De vuelta a la Vuelta, Samuel habla poco pero piensa mucho. "En ganar", dice Galdeano. "O, al menos, en luchar por ganar la Vuelta. Si hablamos de que ha hecho ya tercero y segundo en esta carrera, no podemos negar que está capacitado para ganarla". Sería, añade el mánager alavés, la mejor despedida en la última Vuelta del equipo después del anuncio de su disolución. Es, también, la vigésima. Toda una vida. "Y cómo ha crecido el equipo". En lugar de la Mercedes del bueno del amigo jubilado de Perurena Euskaltel tiene dos autobuses en esta Vuelta, dos caravanas y cinco coches; cada corredor cuatro bicicletas, menos Samuel, que tiene cinco, y nueve auxiliares les hacen la vida más sencilla.