niza. "Es como un coche", dice Mikel Zabala, profesor e investigador de la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Granada que trabaja para el Movistar, cuando se refiere a Jonathan Castroviejo, campeón de España contrarreloj hace unos días, debutante en el Tour y motor del equipo de Valverde y Nairo Quintana hoy en la crono por equipos que devuelve la carrera al continente tras los días duros y tensos de Córcega. En la definición de Zabala va implícita la concepción del ciclista como máquina que se acopla a otra máquina, la bicicleta. Y, también, la manera en la que ambos cuerpos se abrazan para crear la fusión ideal, una gota de agua indivisible y armónica. La máquina perfecta.

Lo fueron, dicen, Fausto Coppi y su Bianchi, un amor puro y bello, la imagen más deliciosa de la historia del ciclismo. O Anquetil, del que contaba su director que la sensación de que el francés no sufría sobre la bicicleta era una percepción errónea, que sufría, claro que sufría, pero que no parecía porque su técnica sobre la bicicleta, la simbiosis, era prácticamente perfecta. Así también, un abrazo como una obra de arte, Castroviejo y su bicicleta.

Antes de que el Giro comenzara en Nápoles, el Movistar mandó a algunos de sus chicos que se entrenaban en el aire puro y frío de Sierra Nevada que bajasen a Granada a que les diese el aire. Les metieron en el túnel del viento, cerraron la puerta, arrancaron la turbina y empezaron a analizar. A unos y a otros les retocaron las medidas. Un centímetro para aquí y otro para allá para que el golpe con el viento no fuese tan brusco. A todos menos a Castroviejo, que salió como entró. El túnel dijo que era invisible al viento.

"Su técnica es perfecta", sostiene Zabala, que atribuye la capacidad para mantener una postura imposible a la flexibilidad genética del vizcaíno, que nació así, hiperflexo. "Esa capacidad para colocarse así sobre la bicicleta es más propia de un contorsionista. Cuando se acopla lleva la cabeza por debajo del culo, del sillín. Eso es lo que cuentan los libros de aerodinámica que es lo ideal, como el diseño de un coche y el morro más bajo que la parte trasera, con lo que no se generan los círculos de aire, los remolinos, que se crean cuando la postura no es la idónea".

Eso que suena tan sencillo, dice Zabala, no lo es porque resulta que la postura ideal, la de Castroviejo, solo es efectiva si el cuerpo la asume de manera natural. Si es forzada, imposible de mantener, el resto del cuerpo se resiente, las piernas no funcionan igual, se pierde la eficacia del pedaleo, la capacidad, la fuerza y todo carece de sentido.

Las pruebas del túnel del viento y la postura ideal de Castroviejo hacen recordar a Eusebio Unzue los tiempos en los que intentaron moldear a Indurain para que fuera más aerodinámico. La máquina les dictaba unos parámetros que aplicaban a las medidas de la bicicleta del campeón navarro, este salía a la carretera a probar y regresaba negando con la cabeza. "Miguel era consciente de que una postura más aerodinámica le podía hacer mejorar su rendimiento, pero probaba y comprobaba que no era capaz de mantenerla, que de esa manera no podía rendir al cien por cien. Así que finalmente decidimos que lo mejor era dejar la postura en la que él se sintiera más cómodo. Pero si hubiese podido doblarse como Jonathan, habría hecho tres kilómetros más el día que batió el Récord de la Hora (sobre la Espada hizo poco más de 54 kilómetros)", asegura Unzue.

A diferencia de Indurain y otros muchos, la postura imposible de Castroviejo no merma su potencia. "No porque su core, la zona abdominal, la tiene muy fortalecida, apenas mueve el tronco en pleno esfuerzo y son las piernas las que empujan la bicicleta. Es como Wiggins en ese sentido: el pedaleo alineado y equilibrado y sin ningún gesto parásito", traza Zabala. Mientras que a Unzue le recuerda a Abraham Olano, "que también conseguía llevar su cuerpo horizontal con la carretera".

"Castroviejo, de todas maneras", añade Unzue, "no es solo una postura perfecta sobre la bicicleta, sino que tiene un perfil de corredor que hace de él un hombre cada vez más importante en la estructura del equipo". Por eso le trajo al Tour. Para que aprenda. "La experiencia, su falta, es ahora mismo su principal lastre. Necesita aprender, pero como de tener una disposición magnífica para todo lo que se le ordena es listo y despierto, lo hará rápido".