himalaya. Al conocer la muerte de Juanjo Garra, Sebastián Álvaro, que puso en marcha la operación de rescate con una celeridad pasmosa, puro corazón, mientras se encontraba de vacaciones en Estambul, se acordó de todos los que no perdieron un segundo para salir en busca del alpinista catalán pese a saber que ponían su propia vida en riesgo. "Todos ellos son la esencia del alpinismo", dijo. Se acordó Álvaro de los sherpas a los que, muy a su pesar, nunca se les pone nombre, del bravo Kheshap que se quedó junto a Garra cuidándole y haciéndole compañía durante las tres noches que pasó al raso a más de 7.500 metros de altitud, de los tres sherpas que remontaron la montaña para correr en su busca o del portentoso Nigma, duro como el hielo del Makalu; de Jorge Egocheaga, el doctor "que siempre se ofrece con generosidad y una fortaleza por encima de lo normal" y lo hizo una vez más; de Simone Moro y sus maniobras en el filo de lo imposible con el helicóptero de rescate; de Alex Txikon y Ferrán Latorre, que subieron desde los 6.100 metros donde les dejó el helicóptero del alpinista italiano contrarreloj. Llegaron tarde. Cuando alcanzaron el Campo III el domingo por la noche se encontraron con los cuatro sherpas, entre ellos Kheshap, Egocheaga y Nigma, y una ausencia, la de Juanjo, que ocupaba el más grande de los espacios. El alpinista catalán había muerto. La montaña se quedó con su vida.

"Pero su esfuerzo no ha sido inútil y no se les puede reprochar nada. Esta es la más bella lección de amistad y solidaridad que hemos vivido nunca", ensalzó emocionado Sebastián Álvaro, amigo de Juanjo Garra, el alpinista de los ocho ochomiles cuya resistencia se quebró, cedió, tras soportar unas condiciones extremas durante demasiado tiempo. Llevaba cuatro días por encima de los 7.200 metros y había pasado las tres últimas noches al raso después de romperse el tobillo en una desafortunada caída que le impedía caminar. Sin tienda y saco donde resguardarse, sin oxígeno ni hidratación a una altura prohibitiva, cerca de los 8.000 metros, el alpinista catalán falleció el domingo por la noche cuando habían llegado hasta él dos de los sherpas que salieron en su busca y le habían procurado atención médica y oxígeno. No fue suficiente. Era tarde. Murió poco después y su cuerpo quedó sobre la piel blanca y dura del Dhaulagiri, el último ochomil que había coronado días antes.

"Estaban todos desolados cuando me lo han comunicado", desveló Álvaro; "llevaban varios días sometidos a una tensión enorme".

Antes de hacer público el fallecimiento de Juanjo, Sebastián Álvaro se puso en contacto con la familia y le comunicó su muerte. Horas después emitieron un escrito en el que lloraban el fallecimiento de Garra y agradecían la entrega de todos. "A pesar de los esfuerzos de muchísima gente; a pesar de la fuerza que habéis hecho todos y, sobre todo, a pesar de la resistencia heroica que ha puesto Juanjo Garra, acompañado hasta el último aliento por Kheshap Sherpa, la montaña ha decidido quedarse para siempre con la compañía de quien tanto la quería", lamentaba la familia en un comunicado: "Queremos expresar de manera muy especial su agradecimiento a todos los que, de una forma u otra, han participado en la operación de rescate más espectacular que se ha visto jamás en el Himalaya. No menos de ocho personas han salvado la vida gracias al operativo montado especialmente para rescatar a Juanjo. Ésta es una victoria más que debemos apuntar en su balance".

El cuerpo sin vida de Garra se quedará para siempre en el Dhaulagiri. "No vamos a poner en peligro la vida de nadie para recuperarlo. Es duro, pero es comprensible", afirmó desde el campo base Lolo González, compañero de expedición del catalán. "Juanjo se quedará donde quería estar, en el cielo", confirmó Miguel Ángel Corts, portavoz de la familia.

Imagen de archivo de Juanjo Garra. Foto: efe

"Esta es la más bella lección de amistad que hemos vivido nunca", ensalzó Sebastián Álvaro

El cuerpo sin vida de Juanjo Garra se quedará en el Dhaulagiri, "cerca del cielo, donde quería estar"