Si el punto débil de Superman es la kryptonita, el mineral verde que anula sus poderes, el de Bradley Wiggins parece ser el agua. El corredor británico ha evidenciado en el presente Giro que sus prestaciones disminuyen drásticamente cuando la carrera se celebra bajo la lluvia. Ayer, con sus piernas recuperándose todavía de la contrarreloj del sábado, el líder del Sky volvió a tener apuros para seguir al grupo de los favoritos en los descensos de Vallombrosa, Vetta Le Croci y Fiesole.
Finalmente Wiggins no perdió tiempo respecto a Nibali, pero la imagen ofrecida dista mucho de ser la de un corredor que opta a ganar una carrera de tres semanas. Con todas las etapas de alta montaña por disputarse y sin la renta que esperaba sacar a su favor en la contrarreloj del sábado, los Nibali, Evans y compañía ya saben cómo y cuándo hacer daño al último ganador del Tour de Francia.
La novena etapa unía ayer Sansepolcro y Florencia con un trazado de 170 kilómetros. En los primeros kilómetros se multiplicaron los intentos de fuga, pero no cuajó ninguna hasta el kilómetro 20, cuando abrió brecha un grupo formado por Ludvigsson, del Argos, Petrov, del Saxo Tinkoff, Proni, del Vini Fantini, Golas, del Omega, Belkov, del Katusha, Visconti, de Movistar, Pirazzi, de Bardiani, Chalapud y Pantano, de Colombia, Felline, del Androdi, Ricardo Mestre, Euskaltel, y Juanma Garate, de Blanco.
Fue en las rampas de Vallambrosa cuando Belkov, Chalapud y Pirazzi consiguieron dejar atrás a sus compañeros de fuga, mientras el Astaná de Nibali intentaba controlar la carrera en el pelotón. En lo alto de la ascensión, el grupo de los favoritos perdía más de seis minutos respecto a la cabeza, pero la noticia estaba en Wiggins que, aterrado ante la posibilidad de caerse con el asfalto mojado, comenzaba a perder terreno. Para desesperación de Nibali, solo su equipo tiraba con ganas para dejar atrás al británico y desterrarlo definitivamente de la lucha por el triunfo final. Solo al de unos minutos BMC y equipos como el Vini Fantini aportaban un corredor para trabajar en la cabeza del pelotón.
Wiggins echó mano de sus compañeros para volver a conectar con los favoritos. En la última ascensión, la de Fiesola, fue Ryder Hesjedal el que flaqueó. Mientras en la cabeza Belkov rodaba ya en solitario en busca de la victoria, el campeón del Giro de 2012 pagaba los esfuerzos de la víspera en los metros finales. Parte de culpa del minuto largo que perdió el canadiense en meta la tuvo Egoi Martínez, el ciclista que en los últimos kilómetros subió el ritmo. Su intención era dejar a Hesjedal tocado en la general.
Belkov llegó a meta a solas, tras estar escapado, primero en grupo y luego en solitario, durante 150 kilómetros. A su espalda le perseguían los colombianos Betancur y Pantano. Llegarían a meta con más de 40 segundos de retraso, pero el primero de ellos desconocía que el corredor del Katusha había atravesado ya la meta y pensaba que iban en cabeza. Mientras levantaba los brazos y celebraba erróneamente su triunfo, Pantano se reía.
Beñat Intxausti, por su parte, terminó sexto, entre los mejores. Parece que el vizcaino se ha rehecho rápido del varapalo que supuso la contrarreloj. Ahora, la carrera afronta las dos semanas decisivas, con todas las montañas decisivas, pero nadie contaba con que Bradley Wiggins llegase a estas batallas tan timorato. Sus rivales ya saben que los descensos son su talón de Aquiles.