Han cambiado los tiempos desde la última vez que la vio, a su Yamaha. Líneas y conversaciones en época de entreguerras se han cruzado en torno a él, muchas más que otras veces, voces y textos más ilusionados, cálidos, emocionantes, con un trasfondo unificador, que venían contando lo grande que es Rossi, las infinitas fronteras que se presentan ante el genial Márquez, las pilas que se tiene que poner Pedrosa porque le crecen los enanos, cantidad de información que se aglutina en una sola palabra: competencia, el calificativo más descriptivo para la presente temporada, donde la corona de MotoGP será exponencialmente más costosa que otrora, un título más preciado para quienes indaguen el día de mañana en la memoria, porque en espacio y lugar coinciden cuatro pilotos de lo más granado del motociclismo. Pero Jorge Lorenzo sigue siendo el rey, y su puño es la ley.

Giorgio es al piloto que más se le ha notado su inmersión en la madurez, su evolución como piloto y persona, con un cambio no radical de su discurso, pero sí enfocado hacia lo políticamente correcto, sin eludir un ego que quizás sea factultad imprescindible para un campeonísimo. A la cita inaugural del Gran Premio de Catar llegaba vigoroso, sólido, muy a pesar de esos nuevos ingredientes que suman competencia a sus aspiraciones, pero que en nada han mermado su psique. Lorenzo es guerrero, espartano, y valora la honorable rivalidad. Si bien, sobre la moto ha mudado la valentía llevada al extremo. La ha cambiado por el inquilino de la sensatez, por criterio, por una lógica que le permite medir sus impulsos. Sabe contenerse, reprimirse para dar coherencia a su ambición. También se ha hecho certero estratega, un gran mariscal del asfalto que le conduce a una productividad intachable. Virtudes de campeón. Ayer era día de apostantes en el circuito de Losail, por la persecución del mejor resultado, pero más su efecto anímino. Así dictaba su estrategia global, la del año, que exigía un primer golpe sobre la mesa, una imposición de autoridad. Además, Lorenzo, para la consecución de sus dos títulos de la categoría reina empezó los cursos como un disparo, seco, preciso, para poner de su parte el campeonato, para ver desde las alturas al resto y desde allí poner en funcionamiento la sesera para la gestión, para dosificar. El mallorquín sabe que vendrán mal dadas -Pedrosa ganó 6 de las últimas 8 carreras de la pasada campaña y el orden del calendario apenas ha variado sensiblemente- y sintiéndose fuerte, su obligación era aspirar a lo máximo bajo los focos de la noche catarí que le vio ganar en 2012 y que proyectó las únicas sombras que viajaron con Lorenzo en carrera.

El mallorquín, desde la franja de la pole, también lideró la llegada al primer recodo, y su salida con el gas enroscado, y ya nadie le volvió a ver, hizo de ilusionista, magia sobre ruedas. Las expectativas se desatan tal día como ayer y el peligro es el pelotón, el tuteo, el careo. De modo que tomó precauciones con ritmo asentado desde el primer giro. Luego instaló el compás de medida y se dejó ir a velocidad sostenida, ligeramente superior al resto hasta irse a los 7 segundos de diferencia.

La emoción se relegó en un abrir y cerrar de ojos. El morbo se alojó en Honda, donde Pedrosa defendía la segunda plaza, la única alternativa para humanos ayer, de un jovial Márquez que no comprende de límites, pero que, aunque no lo anuncie públicamente, mirará de reojo a la clasificación general, porque no desprecia a la historia que vibra ante sí y la posibilidad de ser el más precoz de todo en todos los tiempos. De modo que SuperMárquez fue cauteloso y aguardó paciente en el rebufo de Dani, sumar era trascendente para él, que ya asumirá riesgos cuando sea necesidad.

el rossi que fue y que es Valentino Rossi fue el animador. El italiano, que largaba séptimo, se ubicó cuarto en los compases iniciales, pero pecó de ambicioso buscando la rueda de un Lorenzo que abría brecha. Desaforado, en su empeño pecó y se coló, lo que le hizo caer a la octava posición para desde allí acometer una divina remontada. Il dottore escaló hasta la quinta plaza, allí rodó en tierra de nadie, pero robó y robó al crono con el ímpetu de un ladrón compulsivo, confiando en contactar con la lucha por el podio. Pedrosa hacía de tapón para el trío conformado con Márquez y Crutchlow, lo que favoreció la remontada de Rossi, que tomó la estela del grupo a 6 vueltas de ver la bandera ajedrezada. El trenecito de Honda y Crutchlow vieron entonces las fauces del resentido Rossi; Márquez reaccionó al instante superando a Pedrosa, metiendo tierra de por medio, sobre el ayer más hambriento del paddock. Il dottore no especuló porque no había tiempo que perder. La victoria era de Lorenzo, pero el segundo cajón estaba por sentenciarse, aunque había que actuar de inmediato. Rossi doblegó a Crutchlow en la recta de meta y el británico, acosado por el miedo escénico, se fue largo en la curva 1. Uno menos. Seguido claudicó Pedrosa, que se perdió pronto en el horizonte del colín. Así, surgió el morbo: juventud contra madurez, aprendiz contra tutor, príncipe heredero contra rey, Márquez contra Rossi. El transalpino tuvo que fajarse, tuvo que rechinar molares para verse obligado a superar hasta en dos ocasiones al chico aventajado, que nada de ceder, eso sí esquivando la posible caída, por lo del vistazo de reojo al título; caer era hipotecar las próximas carreras. Al final, la veteranía pudo, pero por milesimas. La prueba dejó respuestas. Rossi y Márquez están y de qué manera. Lorenzo sigue siendo el piloto a batir, como reza su corona, y Pedrosa sufrirá puede que hasta ser dejado en evidencia. Sin embargo, quedará saber qué hubiera sucedido concretamente ayer de haber cogido Rossi la rueda de Lorenzo al inicio, con una posición más adelantada en la salida.