vitoria
CUANDO Francesco Totti (27-IX-1976, Roma) debutaba con la elástica de la Roma la mayoría de la plantilla actual era mecido entre pañales. Desde ese día han pasado 20 años, cumplidos el pasado jueves. Un bisoño Totti se ceñía la camiseta romana a sus 16 años para cuatro después apretarse el brazalete convirtiéndose en Il Capitano y comenzar a forjar una leyenda, la leyenda de El Emperador romano, un romántico en tiempos de vulgar materialismo.
"Querido Francesco has creado la historia del fútbol italiano", rezaba el mensaje del guardameta Gigi Buffon, criados juntos desde la selección italiana Sub'15, con motivo del aniversario. Totti, 10 de la Roma y de Italia hasta 2006 -se jubiló de la selección con el título mundial bajo el brazo aunque ahora se replantea regresar para el Mundial de Brasil-, es uno de esos jugadores diferentes que de vez en cuando el vientre de alguna madre regala al fútbol, bendiciéndolo con esplendorosidad. Fiorella, además, predijo el destino para su hijo Francesco. Más bien lo ató a su ciudad. Y el chico, todo amor de madre, fraguó su carrera cerca del gran coliseo -se dice que parte de la famosa obra arquitectónica podría pertenecerle por la cantidad de donaciones llevadas a cabo en beneficio de la ciudad- para ser gladiador en tiempos modernos, esos que por lealtad eran sacrificados en nombre del emperador.
Ahora los reyes o emperadores no llevan espadas ni coronas, Totti, melena leonina al viento y medias caídas dejando ver los definidos gemelos, vive pegado al cuero. Es un alarde de lealtad, de fidelidad, con un sentimiento de pertenencia orquestado por su madre que le ha hecho ser uno de esos locos que jamás han cambiado de zamarra, confiando en encontrar en el césped más cercano a casa la mayor de las glorias. Totti bien podría ser un protagonista renegado de una artística tragicomedia, un soñador profundo, pero desesperado sabiendo que nunca coronaría el mundo desde Roma. Bueno sí, con la Azzurra, que hizo un brindis al catenaccio con el Balón de Oro para Cannavaro, camuflando la poesía de Totti, estereotipado también.
Porque Totti nunca se vio envuelto por la calidad que él mismo atesora; siempre fue fabricante y distribuidor de clase para todos, aportando valor añadido al juego, un genio incomprendido en tierra de lobos. Capello hizo de él la figura mordiente de un equipo noble dentro de la mediocridad que son 3 Ligas y un subcampeonato de la UEFA como máximos exponentes de las vitrinas de la Roma. El último Scudetto, el de 2000-01, llegó con Totti de abanderado de los Montella o Batistuta -juntos conformaron El Trío de las Maravillas-, inventando para el fútbol, y nombrado Caballero de la Órden al Mérito de la República Italiana.
Totti jamás se olvidó de los suyos. También creó para los desfavorecidos. Persiguiendo fama o justicia, con personalidad, ha publicado tres libros con chistes que han sacrificado su imagen. Le han convertido en un despistado, incluso en objeto de dichos burlescos tildándole de tontito, pero los fondos recaudados son para fines benéficos. Que le quiten lo bailao. Tal es su calado en la sociedad que este tipo, uno de los más sexys para las quinceañeras y las que no lo son tanto, vivió una boda retransmitida por el canal italiano de televisión Sky, con una audiencia de un millón de espectadores. Una extraordinariez para un tipo sencillo, de costumbres dentro y fuera del campo, porque tras él están su peluquero y su tienda de zapatos de toda la vida; sobre el terreno de juego, la celebración se hace chupando el dedo gordo, como un chupete, y los penaltis se tiran al estilo il cucchiaio (la cuchara) una suerte de Panenka italiano que él ha patentado.
El sábado tocó a los 528 encuentros con la Roma, desplazando a Il Bambino d'Oro Gianni Rivera. Totti es el noveno italiano con más partidos de una lista que lidera Paolo Maldini (647) y el segundo con más goles firmados en la Serie A del Calcio (226) tras Silvio Piola (274), Silviogol -inventor de la chilena junto a Carlo Parola-, que ejerció a finales de la década de los 20, 30, 40 y 50. Registros que le han permitido alcanzar galardones como la Bota de Oro de máximo goleador europeo en 2007 -fue Capocanniene de Italia- o ser en cinco ocasiones el mejor jugador italiano del Calcio. Más allá, son cifras particulares que han engrandecido a la Roma, aglutinando con Totti en sus filas una Liga, dos Copas de Italia y dos Supercopas de Italia. Números que amasan una experiencia digna de impartir. De ahí que Totti fundara una escuela de fútbol llamada Número Diez. 20 años antes todo comenzó por el amor de una madre que quiso un giallorossi por hijo, un tal Francesco, que estaba por escribir la historia.