después de siete meses de competición con 28 encuentros de Liga disputados, las cifras que presentaba el Deportivo Alavés hablaban por sí solas. Cifras a las que podía añadirse la consecución de un extraordinario premio: disputar un encuentro de Copa en Mendizorroza ante el omnipotente Barcelona. Después de tres años de deambular por esta categoría, todo parece indicar que el primer objetivo, quedar líder en la liga regular, está cerca de conseguirse. Hasta ayer el Deportivo Alavés llevaba unos resultados idénticos tanto de anfitrión como de invitado.

El conjunto albiazul había conseguido la victoria en 18 encuentros de los que había vencido los mismos en casa que a domicilio. En los que ha ganado en casa no ha recibido un solo gol y de visitante únicamente en dos. Es decir, que no recibir un gol es garantía de triunfo, que si quiere ganar es necesario que su meta no sea batida. Y es que la escasez de goles obliga a no recibir ninguno porque sería poner cuesta arriba un encuentro. De los seis empates logrados hasta la fecha, tres lejos de Mendi, en cinco de ellos lo ha hecho a un gol. Solo en una ocasión ha dejado de marcar, ante el Barakaldo. Y en los dos encuentros que ha sido derrotado en casa no ha logrado marcar un gol. En cambio, en los dos de visitante ha marcado pero no ha sido suficiente.

Por tanto, el de ayer iba a servir para desequilibrar la igualdad mostrada hacia un lado u otro. Y, como no podía ser de otra manera, cayó la décima victoria alavesista de la temporada en casa; cómo no, manteniendo la portería inmaculada. El no cumplimiento de esta premisa es sinónimo de no vencer. Y es que el UD Logroñés es un equipo triste que se olvida de que en el fútbol las porterías sirven para algo. No es de extrañar su clasificación en la tabla. Ni ataca bien ni defiende mejor. Apenas se acercó con algún peligro, salvo centros lejanos al área, por el portal de Crespo, cada día con menos trabajo. Aunque al que no le debió de gustar su actuación fue al colegiado que le mostró tarjeta cuando le pareció bien, no porque se hiciera acreedor a ella. Igualmente, las amarillas a Juanma y Barahona. Hace falta ser mal juez para que por tan poco se les castigue de esa forma.

Si el propósito fundamental en el fútbol profesional es ganar por encima de todo, se cumplió nuevamente en el encuentro de ayer. Pero fue a costa de aburrir en el primer periodo a los algo más de 7.000 espectadores que acudieron a Mendi. Al final, vamos a creer que ese es el método albiazul: los primeros 45 minutos son para madurar a los rivales y los segundos para rematarlos. Después del primer gol llegaron los mejores minutos del Alavés que tuvo acercamientos peligrosos a la meta rival pero los delanteros no eligieron las mejores opciones de remate. Hasta que le llegó el turno a Viguera que, yéndose hábilmente de sus marcadores, consiguió otro golazo. A partir de ahí se dio por finalizado el encuentro.